Opinión

La destrucción creativa, motor de la bolsa y la economía

  • Este flujo regula el mercado tecnológico sin necesidad de una 'solución' política

En todos los rincones del mundo surgen propuestas para gravar a las grandes empresas tecnológicas o fragmentarlas. Con cierta dosis de populismo, numerosos políticos denuncian el excesivo dominio de estos gigantes tecnológicos para justificar la actual avalancha legislativa desatada contra ellos. Se equivocan, ya que la destrucción creativa, esencia del capitalismo, corrige los excesos de forma natural. Veamos cómo funciona.

La CNMC inició una investigación sobre las prácticas supuestamente anticompetitivas de App Store, la tienda de aplicaciones de Apple. Por su parte, tras años de reclamaciones, la Unión Europea consiguió hace poco que Apple pagara 13.000 millones de euros en impuestos atrasados al fisco irlandés.

Los llamamientos a frenar a las grandes tecnológicas no se detienen ahí. Los discursos antimonopolísticos que exigían su división en empresas más pequeñas fueron habituales en vísperas de las elecciones al Parlamento europeo. Y es de esperar que estos continúen, ya que la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Ribera, es la nueva comisaria de Competencia y Transición Limpia de la UE.

En EEUU, las próximas elecciones provocan un revuelo similar, y las autoridades del país ya han presentado sendas demandas paralelas contra Google por sus presuntos "monopolios" en los buscadores y la publicidad digital. Los expertos, en vez de señalar el error, aceptan sin ninguna objeción las propuestas de los ejecutivos.

Sin embargo, y al margen de lo que piense de estos gigantes tecnológicos, las "soluciones" políticas no resuelven nada. En cambio, la destrucción creativa, es decir, el flujo continuo de empresas emergentes que superan en creatividad y competitividad a los decadentes gigantes y finalmente los sustituyen, sí lo hace. Siempre ha sido así, es un mecanismo autorregulatorio casi perfecto.

En primer lugar, las grandes dimensiones de una empresa pueden resultar muy rentables. De ahí que, cuando una empresa se convierte en Goliat, surge algún David reclamando su parte. El cazador, viejo y sobrealimentado, es ahora la presa; o, dicho de otro modo, los innovadores destronan a los veteranos que no han sabido adaptarse.

Este proceso suele tardar entre 10 y 20 años, y llevo más de 50 observándolo. El liderazgo no dura para siempre.

Para demostrarlo, analicemos las veinte empresas mundiales con mayor capitalización bursátil durante los setenta, los noventa, la segunda década del siglo XXI y la actualidad. De la lista de los setenta, solo siete aparecen veinte años después, varias de ellas de Japón, que entonces estaban en auge.

Para 2010, las pujantes compañías japonesas ya habían desaparecido y solo quedaban cuatro de la selección inicial. ¡Cuatro! Además, ninguna de ellas se mantiene en los principales puestos hoy en día. La innovación lo explica todo.

Muchos gigantes de entonces se han hundido. Por ejemplo, Kodak, Sears y Xerox. Otros, como DuPont, General Motors, IBM y General Electric, son hoy actores de segunda o tercera fila. Los nuevos emprendedores supieron sacar mejor partido de la situación y sin la ayuda de "soluciones" políticas.

La historia se repite. Entre los veinte líderes internacionales actuales, solo cinco figuraban en la lista de 2010. Es decir, en 14 años han entrado en ese selecto grupo nada menos que 15 empresas y solo dos de ellas estaban a la cabeza en los noventa. La destrucción creativa prevalece.

Es cierto que este proceso provoca quiebras, amenaza puestos de trabajo y genera inquietud, pero, a largo plazo, resulta beneficioso porque libera capital, permite a las dinámicas empresas emergentes ofrecer mejores productos y empleos. y, lo que es más importante, revela lo que funciona y lo que necesita mejorar. Por ello prohibirlo o provocarlo desde la Administración distorsiona esas señales.

Sin ir más lejos, esto es lo que sucede con las infames "empresas zombis" japonesas, que ya no pueden liderar sus mercados, pero privan de recursos a sus competidoras. Las estructuras de participaciones recíprocas son, de hecho, una forma de subvencionarlas. Muchas habrían desaparecido hace tiempo sin ese apoyo y los tipos de interés artificialmente bajos de los que se benefician (que siguen siendo insignificantes a nivel mundial, pese a la constante preocupación por que el Banco de Japón inicie las subidas).

No son pocos los que aplauden la estabilidad del mercado laboral japonés, pero la ausencia de destrucción creativa en el país lleva décadas causando problemas. En efecto, entre 1995 y 2023 el PIB del país nipón ha crecido apenas un 0,7% anualizado, frente al 2,4% de EEUU, o el 1,9% y 1,5% de España y la eurozona, respectivamente, que duplican con creces el dato japonés.

Con respecto a la bolsa, en ese período se revalorizó un 142% en yenes: un dato muy inferior al 801% en pesetas y euros de España, o al 529% en moneda local de la eurozona. Mientras tanto, en Estados Unidos, el índice S&P 500 (en USD) se disparó hasta alcanzar un impresionante 1.204%. Asimismo, las medidas de protección tampoco evitaron que Japón saliera de la lista de las veinte empresas más importantes del mundo.

La injerencia de la Administración pública desencadena consecuencias imprevistas. Un ejemplo de ello son los numerosos intentos de la UE de poner trabas a las grandes tecnológicas, como la multa de 2420 millones de euros por prácticas anticompetitivas impuesta a Google. Esto no resulta sorprendente, pues el sector tecnológico en Europa es muy reducido y solo cuenta con tres representantes entre las 50 empresas tecnológicas o con un alto componente tecnológico más importantes del mundo. Lo que es realmente preocupante es la falta de competitividad a medida que los sectores obsoletos se van quedando rezagados. Por el contrario, Estados Unidos tiene 34 empresas en esa clasificación.

En todo caso, no soy partidario de una batalla campal sin regulación. Los gobiernos deben hacer cumplir los derechos de propiedad, la veracidad en la publicidad y las normas de seguridad, ya que son fundamentales para la confianza y la predisposición al riesgo de los inversores. No obstante, en lo que se refiere a intervenir en posiciones dominantes del mercado, lo ideal es dejar actuar a la destrucción creativa. En cuanto la acepte, podrá observar sus beneficios.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky