
El sector del automóvil, uno de los principales motores de nuestra economía, constata su recuperación, con un repunte en las ventas generales de vehículos según los datos sectoriales del segundo trimestre 2024, que llegan ya a niveles del 2019, antes de la pandemia.
Sin embargo, la industria del vehículo eléctrico sigue creciendo a un ritmo inferior que el mercado de los de combustión. Parece que la adopción del coche eléctrico en España no cumple las previsiones y sigue muy por debajo de la media europea, especialmente fuera de las grandes ciudades (Madrid, Barcelona y Valencia) donde la progresión del vehículo eléctrico es algo mejor.
Por ello, sería esencial que el optimismo, la palabra que define las proyecciones de la industria del automóvil en España, se extienda a todos los territorios y así que el parque automovilístico alcance los 34 millones de coches a finales de este año 2024, como indica el sector. Es decir, casi medio millón más que en 2023.
En el último año, las ventas generales han mejorado un 5,90%, proyectando cifras que no se veían desde el período a la pandemia. Sin embargo, el segmento de vehículos puramente eléctricos sólo ha crecido un 1,18%, según cifras proporcionadas por Instantbox, la instaladora de cargadores de coches eléctricos, con bases en Barcelona, Madrid y Valencia.
Así pues, la implantación del vehículo eléctrico en España está tardando más de lo esperado. Actualmente, se matriculan en España 4,8% de vehículos puramente eléctricos, muy por debajo de la media europea, que es del 20%.
¿Las causas? Instantbox, al igual que otros integrantes de la industria, lo tiene claro: una ausencia de plan potente que impulse los vehículos eléctricos a través de incentivos y ayudas.
Porque, aunque en España tenemos el Plan Moves desde hace años, la realidad es que no da abasto y, además, es retroactivo. Es decir: se cobra con 1 o 2 años de retraso respecto a la compra del vehículo, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en los países nórdicos, líderes en la adopción del vehículo eléctrico, donde la aportación es inmediata.
Junto a la falta de una hoja de ruta que fomente el vehículo eléctrico frente a los modelos de combustión, también hay otros aspectos estratégicos que explican esta lenta implantación. El principal es la insuficiente infraestructura de puntos de recarga, especialmente de carga rápida en las principales autovías y autopistas.
Este contexto determina que muchos conductores no se sientan seguros al decidirse a comprar un coche eléctrico sin tener aún la garantía de poder cargarlo de forma fácil y rápida en sus desplazamientos de larga distancia. También es importante el elevado coste de los coches eléctricos con respecto a sus equivalentes de combustión, así como a los incentivos a la compra, ya que muchos conductores desconocen la existencia de ayudas o consideran que su tramitación es lenta y pesada.
Estas circunstancias hacen que algunos actores centren sus críticas en una parte de la industria automotriz tradicional, poco implicada con el proceso de transición hacia la movilidad sostenible y que se traduce en presiones y en políticas regulatorias poco efectivas, en detrimento de la movilidad eléctrica.
Aunque la tecnología ha mejorado y muchos vehículos ofrecen ya autonomías muy elevadas, con un sistema de recarga de las baterías mucho más rápido, la realidad es que la alternativa eléctrica continúa caracterizándose por sus altos precios. Por ello, no es extraño que los conductores estén mostrando interés por la reciente irrupción de vehículos chinos en el mercado, como BYD, Omoda, o MG, con precios muy inferiores a la media de los modelos eléctricos europeos. Esta irrupción china en el parque del continente europeo podría forzar a los fabricantes a bajar definitivamente sus precios.
Tesla, la marca líder a nivel mundial, que representa el 28% del mercado total de vehículos eléctricos ya lo está haciendo y, desde principios de este año, ha bajado fuertemente sus precios. Quizá las principales marcas europeas se planteen seguir su ejemplo, siempre y cuando, no se concreten las amenazas de subida de aranceles a los vehículos eléctricos chinos, fuertemente subsidiados, lo que podría desencadenar una guerra arancelaria entre Europa y el gigante asiático.