
Las elecciones en Francia están dando mucho que hablar, no sólo por el bloqueo político que han dado las urnas, sino porque las leyes del país no permiten convocar elecciones hasta pasado un año, lo que obliga a tener que gobernar, aunque sea sobre temas menores y más operativos, pues los problemas estructurales, con fuerte carga ideológica, no van a ser consensuados con el mapa actual de resultados.
Para que sea posible un gobierno estable en Francia, es necesario que se conforme una coalición de coaliciones, ya que cada uno de los tres grandes bloques, son un gazpacho de partidos que, de ir cada uno por su cuenta, no hubieran obtenido estos resultados. Desde la extrema izquierda de Nuevo Frente Popular integrado por socialistas, comunistas, ecologistas o La Francia Insumisa, a los que se unen 13 independientes, pasando por Juntos, el bloque de Macron del centro-derecha, formado por 3 partidos y que ha caído sustancialmente en diputados, hasta la llamada derecha patriota y ultra conservadora, como es Agrupación Nacional de Le Pen, Los Republicanos y 15 independientes, vamos, toda una pipirrana en esta época estival. Si ya es difícil consensuar medidas políticas dentro cada bloque, si ahora hay que hacer coalición entre ellos, creo que el camarote de los hermanos Marx, puede ser un buen ejemplo de lo que sería un gobierno francés.
Con el pensamiento de que, a río revuelto, ganancia de pescadores, el partido que más escaños ha sacado, que es Nuevo Frente Popular, exigir ser quien proponga candidato para Primer Ministro y comienza a dar los primeros pasos para ser percibido como el que ya intenta ponerse a los mandos de Francia, por la vía de los hechos, que no por la del consenso al que debe llegar Macron, difícil por otra parte. Así pues, si gobernase esta coalición, sabemos que va a fomentar políticas fiscales expansivas con subidas del SMI, derogación de las reformas estructurales realizadas por Macron, como la de las pensiones, y otras medidas que van a aumentar significativamente el gasto público, en un país con un déficit creciente de 155.000 millones de euros en 2023 y una deuda pública de más de 3,1 billones.
Ahora, tras la resaca por el éxito obtenido, o por sus efectos, lo primero que acaba de reclamar es la creación de un impuesto sobre la renta para todos aquellos que ganen más de 400.000 euros con un tipo marginal del 90%. No es un error, quieren que, a partir de esa cantidad, de cada 100 euros ganados por una persona, con su sacrificio y esfuerzo, 90 euros se los lleve el Estado, como siempre, bajo la desgastada excusa de redistribuir la riqueza, aunque no sabemos entre quienes, porque a los pobres, no les va a llegar nada de lo poco que se recaude.
Ya sabemos lo que ocurre, en teoría económica, cuando se ponen en marcha este tipo de medidas confiscatorias, pero los franceses también lo han comprobado empíricamente cuando Holland decidió aprobar el llamado "impuestazo" por el que había que pagar el 75% de las rentas de más de 1 millón de euros, por el que grandes fortunas, como Gerard Depardieu, decidieron mudarse a Bélgica. El fiasco fiscal fue de tal magnitud que, junto a la fuga de capitales a otras jurisdicciones más agradecidas, la recaudación fue ridícula, alrededor de 400 millones de euros, pero el daño a la marca país fue tremendo, teniendo que derogar dicha medida. Este no es un tema menor, porque poner en marcha este tipo de ocurrencias, tiene importantes consecuencias negativas, aparte de la recaudación, pues dañan la marca país ante empresarios e inversores internacionales, convierten al país en una economía NO GO, poco atractivo para hacer negocios, lo que reduce la inversión extranjera y perjudica la competitividad del país, además de frenar el crecimiento económico y disminuir la creación de empleo.
Esta medida que propone dicha coalición, es de un absurdo tal, que genera amplias dudas acerca de lo que puede perseguir que no puede ser otra cosa que buscar la igualdad de los franceses, pero por abajo, empobreciendo a los que más tienen y no enriqueciendo a los que disponen de menos recursos. Es decir, lo que se va a redistribuir es la pobreza, pues no parece que la medida persiga abordar las desigualdades sino castigar a quienes más generan. Y como el dato, mata al relato, una simple cuenta, si con Holland se recaudó unos 400 millones con un tipo marginal menor y rentas superiores a la propuesta actual, la recaudación esperada debe ser mucho menor. Pero siendo optimista, supongamos que se recaudase lo mismo y, considerando que en Francia hay unos 10,2 millones de personas en riesgo de pobreza, si ese dinero confiscado a lo Robin Hood, se repartiese entre este colectivo, tocaría cada uno a menos de 40 euros. Los bufetes fiscales franceses ya se frotan las manos ante la avalancha de empresarios, deportistas, actores y otros ilustres, que seguro comienzan a buscar el teléfono de la esperanza. Los impuestos confiscatorios es como matar a la gallina de los huevos de oro y como decía un famoso político, quien destruye la economía, mata a una nación.