
El PIB per cápita español es un 15% inferior a la media de la eurozona. Una brecha que supera en dos puntos a la que había antes de la crisis de 2008 y que es idéntica a la de la década de los 70 del siglo XX.
Estos datos dejan patente que España sigue siendo una rara avis en la Unión, donde el crecimiento de la riqueza ha sido la tónica generalizada en las últimas décadas.
El problema reside en el gran peso que en nuestro sistema productivo tienen sectores de menor valor añadido. Un ejemplo de esta baja productividad histórica se ve claramente en la época del milagro económico nacional, en los años previos a la crisis de 2008-2013. Entonces, el alto número de personas ocupadas y el crecimiento no vino acompañado de una mejora del PIB real por hora trabajada, lo que impidió que se pudiera revertir la distancia que separa a nuestro país del resto respecto a la riqueza de sus habitantes.
De cara a los años venideros, el Banco de España advierte que España seguirá perdiendo el pulso en PIB per cápita con la UE. Ello pese a que nuestra economía seguirá creciendo por encima de la del resto de países comunitarios. En concreto, el regulador estima que el avance en riqueza será aún un punto inferior al europeo aún en 2026. Una mala previsión que es consecuencia de la política fiscal basada en la voracidad recaudatoria que perjudica a los que tienen menores rentas y va en contra de la necesaria alza de la productividad que el país necesita.
Lo mismo ocurre con próximas medidas como la reducción de horas trabajadas sin que ello incluya iniciativas que impulsen la productividad. Solo con reformas, incentivos y rebajas tributarias se conseguirá que las empresas aceleren la creación de empleo que el país requiere para mejorar su competitividad y, con ello, la riqueza de las personas.