Opinión

Así se mide el sentimiento inversor

  • Pese a un periodo político interno y exterior inestable, la situación monetaria es favorable

En mis perspectivas para 2024 anticipé una fuerte revalorización de la renta variable mundial, a la que se sumaría el mercado español en los últimos compases del año. Esta previsión ya se ha cumplido antes del ecuador del ejercicio, como demuestra la subida del 11,7% del IBEX 35 hasta el 9 de mayo, similar al extraordinario 11% de la bolsa internacional. Sin embargo, el repunte del mercado no se detendrá aquí.

¿El motivo principal? El sentimiento inversor. Las mayores fluctuaciones en el mercado se producen por la brecha entre las expectativas y la realidad, por lo que resulta crucial analizar el estado del sentimiento inversor. Para acometer esta tarea, hay métodos sofisticados y otros más sencillos, pero todos evidencian actualmente una continuidad del escepticismo, lo que abona el terreno para sorpresas positivas y propicia una prolongación del mercado alcista.

Como dijo el famoso inversor John Templeton: "Los mercados alcistas nacen en el pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren con la euforia". Por ejemplo, tras la vertiginosa recuperación de 2020 desde los mínimos de la pandemia, fruto de una desesperanza absoluta, el sentimiento se fortaleció excepcionalmente rápido. En 2021, en algunos activos especulativos, como las criptomonedas y las empresas de adquisición con propósito especial (SPAC, por sus siglas en inglés), observamos cierta euforia que provocó sorpresas negativas. Luego llegó la guerra en Ucrania, la inflación, las subidas de tipos, el caos en las cadenas de suministro... y el desplome bursátil de 2022. Con todo, a mediados de año, la persistencia de esos temores condujo a un pesimismo irracional que nos situó en la antesala de una sorpresa positiva y del inicio del actual mercado alcista.

Desde entonces, el sentimiento ha mejorado paulatinamente. Según la encuesta a gestores de fondos de Bank of America de abril, las expectativas económicas han mejorado mucho en todo el mundo. En España, pese a la inestabilidad política, la confianza de los consumidores ha subido desde los mínimos de 2022, aunque el dato de la zona euro en abril (-14,7) es muy inferior a los niveles observados antes de la pandemia, lo que refleja el sentimiento general en la región. En Estados Unidos, los resultados de las encuestas son más optimistas, en parte por el entusiasmo en torno a la inteligencia artificial, sin embargo, el escepticismo aún persiste.

Pese a todo, los pesimistas creen que estamos inmersos en un clima de euforia prematura, y respaldan sus argumentos en las inquietudes de sobra conocidas, como la guerra en Oriente Medio y la debilidad económica de China, que, en su opinión, evidencian que los inversores están más animados de la cuenta en un mercado alcista que solo se sostiene por unos pocos valores. Se equivocan, pues alrededor del 36 % de las acciones mundiales supera la rentabilidad media del 11% hasta la fecha.

Pero, ¿cómo se analiza el sentimiento? Aunque es una tarea difícil, una forma ilustrativa de hacerlo es representando gráficamente las opiniones profesionales mediante distribuciones en forma de campana. Las previsiones de los expertos reflejan el estado de ánimo y, a su vez, influyen en él. Cuando se analizan en conjunto, muestran qué escenarios se esperan y se analizan más, y cuáles no. En ningún caso predicen qué pasará, ya que los mercados de renta variable descuentan las previsiones que más se repiten, y luego evolucionan de forma diferente. No obstante, pueden utilizarse para descubrir los acontecimientos que la gente espera y que, por tanto, se están descontando en los mercados. En definitiva, son un indicador del sentimiento.

Analicemos el índice S&P 500, objeto de un exhaustivo seguimiento. A principios de 2018, el promedio de las previsiones auguraba unas ganancias del 5,3% (en USD y sin contar los dividendos). Pero, ¿qué sucedió en la realidad? La renta variable cayó un 6,2%. En 2019 se esperaban unas rentabilidad del 15,8%, que, al final, se dispararon hasta el 28,9%. Y, en 2023, una conservadora proyección del 9,4% quedó muy por debajo del 24,2% que se acabó registrando.

A principios de 2024, la previsión mediana fue del 1,8%, una cifra irrisoria que, a mediados de abril, se revisó al alza hasta el 4,8%. En cualquier caso, esta previsión se encontraba muy lejos de la media a largo plazo del 10,2% cosechada por la bolsa estadounidense (en términos anualizados y sin dividendos), la cual incluía los mercados bajistas. Asimismo, la previsión mediana tampoco se acerca a las rentabilidades registradas en lo que va de 2024. No se trata precisamente de una previsión optimista.

Asimismo, tenga en cuenta que, de 54 opiniones profesionales sobre la rentabilidad del S&P 500, 40 se situaron entre el -2,9% y el 9% al inicio de 2024, mientras que 9 pronosticaban caídas de más del 3%. Ninguna contemplaba alzas por encima del 17,1%. ¿Cuál es la situación actual? Aunque algunas firmas hayan elevado sus previsiones iniciales, nadie espera que los resultados sean iguales o superiores al 17%. ¿Es este un entorno de euforia? En absoluto.

Otra forma más sencilla de analizar el sentimiento es comparar los datos económicos con sus estimaciones previas. Multitud de sitios web financieros ofrecen información sobre las perspectivas de consenso para el PIB, la inflación y otros indicadores. ¿La mayoría de los resultados no cumple las expectativas? Entonces reina el optimismo. ¿La mayoría las supera? Entonces, predomina el pesimismo. Además, cuando las previsiones son bajas, ni los resultados mediocres hacen mella en las cotizaciones. Hoy, la mayoría de los datos principales (aunque no todos) están batiendo las estimaciones, lo cual es un factor alcista.

Por otra parte, si analizamos las salidas a bolsa, estas suelen producirse cuando los precios son más ventajosos para los vendedores (fundadores e inversores iniciales). De ahí que, normalmente, las salidas a mercado tengan lugar tras un fuerte repunte, que eleva los ánimos y, con ello, la demanda, y permite que las operaciones se cierren en el rango más alto de precios. Estas salidas a bolsa exitosas atraen a otras empresas de menor calidad y el sentimiento sigue mejorando pese al deterioro de los factores fundamentales.

Tras desplomarse en 2023, las ofertas públicas de venta han aumentado en Europa y Estados Unidos, si bien a un ritmo en general moderado y en muchos casos para deshacerse de la deuda más cara. Con estrenos tan discretos como el de Puig, no puede hablarse de una burbuja de euforia. Además, a diferencia de lo que sucedía en 2021 con las empresas de adquisición con propósito especial, las ofertas públicas de venta actuales corresponden a empresas más sólidas, lo cual no es nada típico de un entorno dominado por la euforia.

Por lo tanto, independientemente del modelo, realizar un seguimiento del sentimiento es fundamental. En cualquier caso, su nivel actual apunta a que las ganancias seguirán llegando.

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