Opinión

La irrupción de la IA en las empresas y cómo afecta a las políticas compliance

Foto: Getty

No cabe duda de que la inteligencia artificial será la reina de las tecnologías en los próximos años. La IA se ha convertido en una de las tecnologías clave que ya está revolucionando el panorama empresarial global, aportando transformaciones significativas en startups, grandes corporaciones y en la sociedad en general, y abriendo la puerta a grandes oportunidades de inversión.

La inteligencia artificial aporta un enorme valor en términos de automatización de procesos y tareas, personalización de experiencias, innovación de productos y servicios o transformación de los procesos tradicionales de toma de decisiones, entre otras grandes ventajas.

No obstante, si bien la IA tiene un enorme potencial, la irrupción de esta tecnología también plantea desafíos significativos en términos de compliance o cumplimiento normativo para las empresas.

El sesgo en los datos, las preocupaciones éticas alrededor de los deepfakes o el mal uso de la tecnología son algunos de los retos a los que se enfrentan las empresas a la hora de integrar la inteligencia artificial en sus negocios.

Como mencionaba anteriormente, la protección de datos es uno de los grandes desafíos de la IA en el ámbito del compliance. La normativa de protección de datos de la UE, GDPR, impone estrictas restricciones acerca de cómo las organizaciones pueden procesar y almacenar la información personal. Así, la inteligencia artificial, al gestionar grandes cantidades de datos, puede vulnerar estas normas si no se gestiona y monitoriza adecuadamente.

Asimismo, el uso de algoritmos de IA puede generar sesgos no intencionados. Si un algoritmo se entrena con datos históricos que reflejan malas prácticas anteriores puede ocasionar que estas infracciones se extiendan en el tiempo. Todo ello, podría conducir a sanciones regulatorias y daños reputacionales en la organización.

No obstante, si hemos de destacar un uso que está siendo un verdadero dolor de cabeza para los departamentos de seguridad del dato o compliance es el uso de herramientas como ChatGPT. Este tipo de herramientas se han convertido en verdaderos aliados de los empleados al crear contenido, realizar consultas, etc.

Tienen un gran problema asociado y es que toda la información que subimos a ellas o generamos queda en la nube de los dueños de las herramientas, fuera de nuestro cloud o entorno, lo cual es una vulnerabilidad en la privacidad.

Estamos viendo como muchos departamentos de compliance e incluso IT comienzan a prohibir el uso de dichas herramientas, a la espera de una regulación clara o solución

tecnológica acorde a la privacidad requerida. Para hacer frente a esta problemática, empresas como Microsoft han comenzado a proponer entornos 'on-premise', es decir, entornos privados en los cloud de las empresas donde puedan utilizar el copilot u otras soluciones sin temor a que los datos salgan de su entorno controlado. No obstante, la realidad es que aún no existen soluciones claras y a escala.

Desde mi punto de vista, las empresas españolas deben revisar y actualizar sus políticas de compliance para hacer frente a estos retos y mitigar cualquier riesgo, a la vez que se flexibilizan algunos nuevos usos, que al final, son necesarios. Para ello, es necesario llevar a cabo auditorías periódicas de algoritmos de IA que permitan detectar y corregir sesgos. Del mismo modo, la transparencia en los procesos de inteligencia artificial también es un elemento esencial. En este sentido, las empresas deben tener la capacidad de explicar cómo funcionan sus algoritmos y cómo se toman las decisiones basadas en IA.

Por último, la formación continua en inteligencia artificial y ética de datos para los empleados que gestionan y supervisan estas tecnologías es un elemento imprescindible para cualquier organización. Esta capacitación y formación continuada en IA asegura que todos los niveles de la empresa comprendan correctamente las implicaciones legales y éticas de las herramientas que están utilizando.

Con todo este contexto, no cabe duda de que las empresas deben ser vigilantes para asegurar que operan dentro de los marcos legales y éticos establecidos. De esta forma, no solo evitarán sanciones o connotaciones negativas que afecten a su imagen de marca, sino que también garantizarán la confianza de sus clientes y stakeholders en un mercado cada vez más competitivo.

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