
En el mundo globalizado en el que vivimos, donde las fronteras se desdibujan y las empresas traspasan límites geográficos, la capacidad de adaptación a cada mercado y regiones donde una compañía opera, se convierte en el motor del éxito para cualquier multinacional. Más allá de la imagen que proyecta una empresa a nivel global, resulta esencial comprender que cada país es único, con sus propias particularidades culturales, hábitos de consumo, normativas específicas…
Por tanto, para su éxito es clave que sepa adaptarse bien a las necesidades de cada país, aportando siempre un valor ajustado a la realidad de las personas que habitan en las regiones donde operan. Porque, tras la fachada de un gigante corporativo, la clave del triunfo reside en su capacidad de fusionar la visión global con una sensibilidad local aguda. Y lograr esa sensibilidad no es una tarea sencilla, pero es esencial si queremos convertirnos en un actor relevante allá donde las grandes corporaciones se asientan.
Sin duda, una de las claves para lograr este objetivo es la inversión y la apuesta firme por el talento local, respaldada por iniciativas innovadoras que permitan a las compañías construir puentes sólidos con cada comunidad.
En este sentido, una de las formas más efectivas de apostar y exportar el talento local, es la creación de hubs de innovación. Estos centros, dedicados a la creatividad y el desarrollo, son clave puesto que permiten fomentar la colaboración, explorar nuevas ideas y tecnologías, y mantenerse a la vanguardia, asegurando así la capacidad de adaptación de las empresas ante cambios constantes y la generación de soluciones innovadoras que impulsen la competitividad y su éxito a largo plazo.
Además, sirven como plataforma para atraer talento altamente cualificado al país donde se ubican, al ofrecer un entorno estimulante y centrado en la creatividad. Sin duda, esa atracción de talento diverso incrementa aún más la capacidad de las empresas para abordar los desafíos que se les presentan.
Por otro lado, la colaboración con universidades, centros de investigación y desarrollo, u otras instituciones académicas, es fundamental, ya que no solo fortalece la conexión con la comunidad, sino que también genera un círculo virtuoso de conocimiento compartido.
Al fomentar la colaboración con universidades y centros de investigación, las empresas no solo cosechan los frutos del talento local, sino que también contribuyen al crecimiento de la comunidad académica y a la formación de profesionales altamente capacitados. En resumen, la retroalimentación constante entre el mundo empresarial y educativo crea un ecosistema dinámico muy positivo, donde las ideas innovadoras se incuban y se integran orgánicamente en la estrategia global.
Otro aspecto crucial que cabe mencionar es el apoyo a las startups por parte de las empresas. Al colaborar con startups locales, apoyando al espíritu emprendedor, las grandes corporaciones no solo contribuyen al desarrollo económico local de diferentes países, sino que diversifican sus perspectivas y soluciones innovadoras. Sin duda, la colaboración con emprendedores autóctonos es un camino de doble dirección, donde ambos, grandes corporaciones y startups emergentes, se benefician mutuamente, prosperando y contribuyendo al tejido económico y social de un país.
Sin embargo, el compromiso real con la sociedad va más allá de la innovación y el desarrollo de talento. Adentrándome en el ámbito medioambiental, quiero destacar la importancia de que las compañías nos alejemos del 'greenwashing' y cualquier forma de 'washing' en general, sobre todo en un mundo que cada vez es más consciente de la sostenibilidad y más respetuoso con el medioambiente. La sostenibilidad no es solo una etiqueta de moda; debe ser una acción concreta y medible que tenga un impacto real en las regiones donde operamos.
Por ello, desde las multinacionales debemos comprender que nuestro alcance global conlleva responsabilidades locales también en este sentido, y tenemos que comprometernos con una gestión ambiental consciente y responsable, que no solo cumpla con las regulaciones locales, sino que inspire e impulse a la industria a conseguir los objetivos marcados.
Creo que el ecosistema empresarial ha evolucionado mucho en los últimos años; los criterios ESG cada vez tienen más peso debido al impacto que tenemos y es que es necesario empezar a ser agentes de cambio reales en las comunidades donde estamos presentes. Esto implica no solo respetar las leyes locales, sino también ser proactivos en la identificación y resolución de los desafíos específicos que enfrenta cada región.
La construcción de relaciones sólidas con proveedores locales, la colaboración con otras empresas y la participación activa en iniciativas comunitarias son formas tangibles de demostrar nuestro compromiso con el mundo que nos rodea.
La globalización no significa uniformidad; al contrario, implica una comprensión profunda y respetuosa de las particularidades locales. Por tanto, desde las multinacionales, debemos valorar nuestro alcance global, pero al mismo tiempo reconocer que este poder solo cobra significado cuando somos capaces de llegar a nuestra audiencia local, adaptándonos con agilidad a sus necesidades y demandas cambiantes. Sin duda, el éxito global se construye desde las raíces locales, y esta convicción debe guiar a las empresas en cada paso que damos hacia el futuro.