Opinión

Puig marcará tendencia

  • El grupo familiar Puig es un gran ejemplo de coordinación en inversiones  

El grupo familiar Puig no solo va a marcar tendencia por su actividad comercial en un mundo tan sujeto a modas como el de los perfumes ligados a grandes marcas, sino que su reciente salida a bolsa va a impactar en el ecosistema de las empresas familiares.

El pasado 3 de mayo, esta relevante empresa familiar, más que centenaria, comenzó su andadura en el parqué bursátil a toque de campana ofrecido por su presidente ejecutivo, Marc Puig. Se trata de la mayor salida a bolsa en los últimos años, con un valor de capitalización en su estreno de unos 14.000 millones de euros.

Un movimiento de este calado solo puede conseguirse con un enfoque de liderazgo global, como el que ha caracterizado la andadura de Puig. Frente al equivocado paradigma de que la empresa familiar está abocada a un escaso tamaño y a una gestión rudimentaria, el Grupo Puig, y otras tantas y tantas compañías de capital privado, han demostrado que los valores de la empresa familiar facilitan el crecimiento sostenido y rentable, así como modelos de negocio competitivos que permiten alcanzar posiciones de privilegio en la industria.

Sin ningún género de duda, la salida a bolsa ofrece argumentos contundentes. Se generan recursos para seguir ganando cuota de mercado y consolidar el liderazgo global a través de la inversión en innovación, la expansión en mercados emergentes o la compra de nuevas marcas.

Las compañías cotizadas presentan muy altos niveles de institucionalización y cuentan con potentes sistemas de gobernanza corporativa, por lo que mejoran sus niveles de transparencia. Esta confianza es apreciada por todos los grupos de interés con enorme incidencia en la atracción y retención del talento, uno de los grandes bienes escasos del siglo XXI.

Tampoco conviene obviar que la salida a bolsa también genera recursos para los accionistas de la familia. Desde la libertad económica, se toman decisiones más pausadas y serenas y, sin duda, se facilita la cohesión familiar, factor crítico de sostenibilidad en los negocios de familia.

Claro que, como en cualquier ámbito de la vida, hay que mirar el otro lado de la moneda. Cotizar significa cumplir con la enorme burocracia que demandan los organismos reguladores. Para los gestores familiares puede resultar un alivio dejar de enredarse en debates con la prima o el cuñado, pero ahora tocará fajarse con los inversores institucionales. Para la propiedad y los gestores, puede llegar a ser frustrante que, en muchos momentos, la cotización no refleje sus esfuerzos y su desempeño. Y, ante esto, pueden aparecer tentaciones al cortoplacismo.

En todo caso, creo que una empresa familiar que sale a bolsa puede obtener lo mejor de los dos mundos: el control familiar que garantiza una gestión basada en sólidos valores y una visión compartida de largo plazo, con un alto grado de institucionalización que permite atraer capital y talento para seguir creciendo. Con motivo del lanzamiento en la Bolsa de Barcelona, Marc Puig declaraba: "hemos gestionada una empresa privada como si fuera cotizada y ahora la gestionaremos como si fuera privada". Insisto en la idea con la que abría este artículo: esta reflexión marcará estilo en nuestro ecosistema de empresas familiares.

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