Opinión

Los errores del debut de Puig

  • Los inversores valoran la visión a largo plazo y la prudencia en la asunción de riesgos de este tipo de compañías

Puig protagonizó este viernes el más destacado debut bursátil en España desde 2015, y el de mayor importancia en todo el mundo de este año, pero con un resultado decepcionante. Resulta innegable que el estreno en el parqué del gigante de la perfumería se caracterizó por la volatilidad.

En concreto, sus acciones experimentaron una revalorización de hasta el 8% en las primeras horas, para terminar prácticamente planas en el cierre de la sesión, debido a que se produjeron ventas. Quedan así en evidencia decisiones erróneas como optar por el precio situado en la parte máxima de la horquilla (24,5 euros).

También se ha revelado mal orientada la iniciativa de poner a disposición de los inversores solo acciones de clase B, con acceso a un solo voto por cada una, mientras la saga Puig se reserva todas las de tipo A, lo que les otorga más del 90% de derechos de voto. Ambas decisiones han dejado sin atractivo para los minoritarios los títulos, pese a la sobredemanda institucional, una vez que los colocadores a duras penas lograron mantener el precio de salida.

Con todo, Puig cuenta ya con condiciones para apuntar hacia el Ibex 35. No en vano las empresas familiares cotizan tradicionalmente muy alto en las preferencias de los inversores y es probable que se produzcan más salidas a bolsa de firmas de esta clase, como Cosentino o Europastry.

Las estadísticas avalan esta preferencia, y no debe despistar el hecho de que, en el conjunto de este año, su comportamiento bursátil no sea especialmente destacado. Si se adopta una visión temporal más amplia, resulta patente que, en las últimas dos décadas, las empresas familiares multiplican por 20 el retorno de la bolsa en ese mismo periodo. Dicho en otros términos, de promedio avanzan un 120%, frente al 5% que corresponde al selectivo español.

Es la recompensa a un tipo de gestión que, siempre en términos generales, se focaliza más hacia el crecimiento en el largo plazo y evita la excesiva asunción de riesgos. Sin duda, siempre se plantea el problema de la sucesión en estas compañías, pero en los últimos años se han dado pasos para solucionarlo. La profesionalización de las tareas gestoras, mediante el fichaje de directivos ajenos a las sagas familiares, es un paso en la buena dirección, cada vez más frecuente que asegura que estas empresas pueden ofrecer aún garantías de fiabilidad y rentabilidad.

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