
Llegamos a un Primero de Mayo, dos años después de la reforma laboral y un año después de la firma del V AENC (Acuerdo por el Empleo y la Negociación Colectiva), y ya podemos hacer un poco de balance.
España lidera el crecimiento económico en la zona Euro. En 2023 el crecimiento ha sido del 2,5% del PIB, según Eurostat, y en el conjunto de la Eurozona del 0,6%%. Y esto en un contexto difícil, con guerras y conflictos no muy lejanos y unos tipos de interés aún altos. Hay bastante consenso entre los analistas en que el crecimiento económico que estamos viviendo en España se apoya en el consumo interno, privado y público. La subida de salario mínimo a los 1.134 euros, la revalorización de las pensiones según el coste de la vida, la reforma laboral que ha reducido la temporalidad del 28 al 12,7% y ha convertido en indefinidos a más de 3,5 millones de trabajadoras y trabajadores, no son elementos ajenos a este momento económico.
Esto se ha visto traducido también en la creación de empleo: por primera vez hay más de 21 millones de personas afiliadas a la Seguridad Social, de estos más de 15 millones con contrato indefinido, y también por primera vez, España tiene más de 10 millones de mujeres incorporadas al mundo laboral. (Porque es de justicia histórica decirlo: las mujeres siempre han trabajado intensamente, puesto que las tareas domésticas y de cuidados no remuneradas són trabajo, cuando no parte de una doble jornada laboral, y sustento básico, casi siempre oculto y fuera de los análisis, del modelo económico y de sobrexplotación en que hemos vivido, y en parte aún vivimos).
Pero estos buenos datos en el empleo tienen también su cara peligrosa: el sector turístico ha crecido un 18,7% y la industria se ha contraído unas décimas. Según datos del Banco de España, el turismo en global supone el 78% del crecimiento, y ha subido al 13,1% del PIB, en un modelo que también tiene sus límites y problemáticas: lo hemos visto en las manifestaciones recientes por un turismo sostenible en Canarias, los salarios bajos y jornadas largas, la crisis habitacional de los centros de las grandes ciudades, o como yo mismo he visitado en Ibiza, trabajadores fijos discontinuos de servicios turísticos, incluso del sector público, viviendo en campamentos precarios y caravanas, ante la imposibilidad de acceder a una vivienda.
Quiero también poner el acento en el tema de la evolución industrial: España necesita una Ley de Industria ya. El proceso de transición ecológica, la digitalización y la IA, están transformando radicalmente la actividad industrial. Porque sabemos que este proceso tiene impactos en actividades y territorios, es importante que ningún trabajador y trabajadora industrial se quede fuera. Es necesario una reindustrialización sobre nuevas bases, que España tenga estrategia en innovación y soberanía industrial.
La crisis de los microchips y de la cadena global de suministros fue un aviso de que el modelo de la globalización capitalista de los últimos 30 años había tocado techo. Y este proceso se tiene que hacer con la concurrencia de los agentes sociales. Los márgenes empresariales también son de récord. Según la Agencia Tributaria los beneficios empresariales crecieron un 10,3% en 2023, siendo el resultado contable el más alto de la serie histórica. En las multinacionales y los sectores energéticos y financieros el crecimiento de los beneficios fue del 15,4%. Los márgenes empresariales también están en máximos con un crecimiento del 6,4% el 2023, pero venimos y sumamos a un histórico 28% en 2022. Hay, básicamente dos maneras de repartir la riqueza: una fiscalidad justa y progresiva y la negociación colectiva y los salarios. El tipo impositivo –datos de la AT- en los beneficios empresariales fue en el 2023, del 12,37%, lejos del 16,1% del 2007 o del 20,4% del 2003. Y, sí hay margen para subir los salarios.
Después de la firma hace un año del V AENC (Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva), y ayudados por la moderación del IPC, en el 2024 se están firmando convenios recuperando más de un punto el poder adquisitivo, y restableciendo las cláusulas de revisión salarial, en caso que el IPC creciera.
Tenemos elementos para continuar avanzando en un modelo laboral de calidad, para unas empresas de calidad: mejorar las prejubilaciones en actividades penosas, incrementar el contrato de relevo y la jubilación parcial. Reformar el despido improcedente para que no sea discriminatorio para antigüedades bajas. Reducir la jornada de trabajo, ahora a 37,5 horas semanales para avanzar hacia las 35h y las 32h y la semana de 4 días laborables. Lejos de lo que se puede pensar, reducir la jornada laboral hará el trabajo y la empresa más productiva. Y más productiva quiere decir más beneficios, una distribución más justa y mayor creación de empleo. Y lo queremos hacer con acuerdo y diálogo social, que es la manera para que se consolide. El aumento de los planes de igualdad, de los reglamentos LGTBI en la empresa, y la incorporación de la salud mental en la prevención de los riesgos laborales, también están en la agenda sindical.
Hay dos posibles modelos de crecimiento económico y repartición de la riqueza: uno, hegemónico en los últimos 30 años, que dice que primero hay que crecer un poco salvajemente, y después quizás repartir, que es causa de grandes desigualdades, y otro que defiende que solo se puede crecer sosteniblemente a partir de una justa distribución de la renta y de la riqueza. Que una sociedad es rica, no si son ricos unos pocos, sino el conjunto de su ciudadanía. En España aún hay 2,7 millones de personas apuntadas en el paro: tenemos las condiciones para avanzar hacia el Pleno Empleo, con menos jornada, y mejores salarios.