Opinión

¿Alguien defiende al olivar de secano?

  • Rafael Sánchez de Puerta es director general de Dcoop

La agricultura de secano lleva años viviendo una continua huida hacia adelante en el intento por mantener la rentabilidad de las explotaciones. Primero fueron muchos los que se vieron obligados a transformar sus explotaciones pasando de los cultivos herbáceos, principalmente cereal y girasol, al cultivo de olivar. Este proceso que se inició con las explotaciones más pequeñas, continuó con las demás ante la falta de rentabilidad de estos cultivos hasta provocar una irreversible e imparable transformación de las campiñas. Difícilmente los cultivos de cereal, oleaginosas y proteaginosas podrían prosperar en un entorno europeo en el que España comparte precios y costes, pero en el que se sitúa a la cola en productividad.

Junto a esto, el auge del riego en el olivar y sus efectos en la rentabilidad, fueron determinantes para que este proceso de cambio se acelerara ya que resultó que, gracias a las nuevas técnicas de goteo, pequeñas dotaciones de agua hacían que, en función del agua aportada, se multiplicara por dos e incluso por tres la producción cambiando de forma radical la rentabilidad del olivar.

Empezaba entonces la batalla por el agua y con ella la una nueva huida hacia adelante. Todo olivarero intentaba dar agua a sus olivos, y es que, cualquier aportación por pequeña que esta fuese, tenía una inmediata respuesta en la productividad y por tanto en la rentabilidad del cultivo.

Más recursos

En esta batalla por el agua proliferaron pozos, captaciones de aguas de escorrentía, balsas privadas para captación de aguas invernales, etc. Pero esto sólo fue hasta que las Administraciones tomaron carta en el asunto poniendo fin a estas posibles soluciones para los agricultores. Llegado ese momento, se limitó o dificultó enormemente cualquier incremento de superficie regable, ya fuese mediante aguas subterráneas declarando sobreexplotados todos los acuíferos, prohibiendo cualquier nueva captación de aguas o poniendo todas las trabas a la construcción de balsas para aprovechamiento de aguas invernales.

Fue entonces cuando se radicalizaron declaraciones como las de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir manifestando que en Andalucía no cabía una hectárea de riego más, a las que se unieron otras por diferentes intereses como las más recientes publicadas por alguien de la Universidad de Córdoba reiterando que el Guadalquivir no podría dar más agua para riego, e incluso atreviéndose a tachar de fracaso el plan Badajoz y la enorme expansión que trajo consigo de la superficie regable en la provincia. ¡Bendito fracaso! Ya quisiéramos muchos fracasos como ese en Andalucía y en el resto de España. Quizá para algunos sea preferible que el agua vaya directamente al mar o dejarla ir a Portugal para que sea allí donde se hagan más pantanos como el Alqueva con el que han transformado todo el sur del país, y gracias al cual ya han multiplicado por tres la producción de aceite de oliva, o han proliferado nuevos cultivos como el almendro.

Junto a esto, no cesaban las nuevas inversiones en infraestructuras de riego, planes de modernización, etc., pero siempre para los regantes. Y de los no regantes, ¿se acuerda alguien alguna vez? Pues la respuesta es contundente: No. Para las políticas de riego sólo existen los regantes. Los agricultores de secano simplemente No existen.

Productividad y costes

Pero esto no termina aquí. El problema se agudiza mucho más con la expansión de este sistema de cultivo en seto y mayoritariamente de riego. Con este no sólo se incrementa la producción, sino que se reducen drásticamente los costes, convirtiéndolo así en un cultivo muy atractivo para todas las zonas regables. El olivar ya no es sólo interesante para las zonas de riego deficitario o de pequeñas dotaciones, sino que también lo es para las zonas históricas de riego con alta dotación de agua en la que, a pesar de las mayores alternativas que presentan, el olivar en seto se convierte una de las más interesantes como lo demuestra su enorme expansión en zonas de estas características como son por poner algunos ejemplos el sur de Portugal, Badajoz, Cáceres, Sevilla o Cádiz en las que el cultivo se expande como una enorme mancha de aceite.

Y esto obligará a extender esta nueva transformación a todas las zonas olivareras, comenzando por las que tengan alguna disponibilidad de agua, pero continuando con las de secano que se verán obligadas a seguir este mismo camino, no ya buscando una mayor productividad, algo que no es posible sin agua, sino unos menores costes. La gran duda es si esta bajada de costes, por si sola y sin subir la producción, será suficiente para conseguir la ansiada rentabilidad. No parece fácil que sea así, pero es el último reto que le queda al secano para su supervivencia.

En consecuencia, la producción de olivar seguirá creciendo, pero no sólo aquí sino en todo el mundo. Y esperemos que en esta escalada España no se quede atrás y pueda mantener su hegemonía mundial, algo que sólo conseguirá si realiza una apuesta decidida por incrementar la superficie de riego del olivar actual

Y esa inquietud es la que va armando la bomba que amenaza al campo y que si no se actúa terminará estallando. Algo que puede suceder cuando los agricultores, que llevan dos años viendo precios exageradamente altos, pero de los que no se han beneficiado por no haber tenido producción, vean que cuando por fin les llegue la cosecha y con ella la inevitable bajada de precios, tampoco entonces les salgan las cuentas al no ser suficientes estos ingresos para cubrir los costes. Y verán como única alternativa para su viabilidad subir producción, algo sólo posible mediante aporte de agua.

Y claro que hay cosas que se pueden hacer. Y en eso deberían estar trabajando nuestros políticos y aquellos que tienen alguna responsabilidad sobre estas cuestiones. Basta ya de limitarse a decir que no se puede hacer nada. Claro que se pueden hacer cosas.

Agua

Al contrario de lo que dicen algunos, España es un país rico en agua, pero hay que saber y querer gestionarla.

El enorme potencial de España en las energías renovables, tanto eólicas como solares hacen posibles una nueva estrategia en el aprovechamiento del agua y en la elección de zonas regables. Así, el enfoque con el que se diseñó el aprovechamiento de agua en España hace ya muchos años ya está superado por nuevas necesidades y nuevas tecnologías.

Si bien una de las prioridades en el uso del agua era su aprovechamiento energético, hoy gracias a las energías renovables deja de ser una prioridad pudiéndose aprovechar esta agua para aumentar el riego.

Por otra parte, no tenemos que limitar las zonas regables a las zonas bajas de las diferentes cuencas hidrológicas como consecuencia de que antaño sólo se planteara el riego por gravedad. En este caso, también las nuevas tecnologías y las energías renovables hacen viable el rebombeo de agua hacia zonas altas en las que hasta hace años era impensable llevar el riego para riego. Así mismo se hace viable la construcción de grandes desaladoras que aprovechen la enorme franja litoral de nuestro país y aseguren el riego a estas zonas en las que además se dan cultivos de mayor valor y que en consecuencia mejor podrían soportar estos costes.

Al mismo tiempo habría que aprovechar para riego todas las aguas urbanas regeneradas y evitar que estas lleguen al mar ensuciando nuestras costas. Y por supuesto habrá que replantearse el vertido de agua que nuestros ríos tiran al mar. Será difícil explicar que al tiempo que se hicieran estas desaladoras dejásemos que el agua se perdiera llegando al mar en mayor cantidad a la estrictamente necesaria. Habrá que hacer nuevas infraestructuras para captaciones de agua, trasvases y nuevos pantanos. Tendremos que plantearnos la incongruencia de que habiendo todos los años momentos de crecida de ríos e incluso inundaciones, dejemos que esa agua vaya al mar, al tiempo que hay zonas próximas afectadas por la sequía. ¿Habrá mayor contradicción?

Pero todo esto requiere de una clase política con visión de futuro, dispuesta a consensos y a abordar políticas de medio y largo plazo, que hagan posible la aprobación de un Plan Hidrológico Nacional. Y no pedimos que nadie regale nada. El agua deberá tener su precio y se deberá compensar al que dispone del recurso a costa de quien lo aprovecha.

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