Opinión

Los problemas de la última milla para rebajar el coste del dinero

Christine Lagarde se adelanta a Jerome Powell en la bajada de tipos. eE
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"Tenemos un problema". La célebre frase se hizo más real que nunca tras el anuncio el miércoles de una tasa de inflación en Estados Unidos que rebasaba las expectativas de los analistas. Los precios han caído de más del 9% en tasa anual desde mediados del año pasado al 3,5 % actual y la inflación subyacente (excluidos alimentos básicos y energía) pasó del 5,6 al 2,8%. Pero los datos de los últimos meses muestran una resistencia inusitada y hacen temer a los expertos un retraso en el recorte de tipos de interés previsto para este verano. Las autoridades estadounidenses lo denominan los "problemas de la última milla" para derrotar a los precios.

La duda hamletiana la expresó el presidente de la Reserva Federal (FED), Jerome Powell, el mes pasado: "Estamos en una situación en la que si reducimos demasiado o demasiado pronto, podríamos ver regresar la inflación, y si recortamos demasiado tarde, podríamos causar un daño innecesario al empleo".

Estas palabras, que entonces se interpretaron como el pistoletazo de salida para empezar a minorar el precio del dinero, ahora se vuelven en contra de esta idea. Los analistas de bancos estadounidenses como Goldman Sachs o JP Morgan, que anticipan tres recortes este año, los reducen a sólo dos y retrasan la ejecución a después del verano.

Todos los componentes de la inflación en americana crecieron en marzo con excepción del automóvil, pero preocupa especialmente la evolución de la vivienda, que sube el 2 %, cuando se preveía una desaceleración. Mientras, el mercado laboral, el otro elemento que tiene en cuenta la FED para sus análisis, continúa fuerte.

La economía americana creó 300.000 empleos no agrícolas en marzo, 100.000 más de los previstos, después de generar más de medio millón de puestos de trabajo en los dos primeros meses. Es una auténtica locomotora, que unida a la marcha de la inflación, hace temer un recalentamiento, que sólo se enfriaría con la destrucción de empleos.

"El riesgo clave no es que la inflación pueda aumentar... sino más bien que se estanque y no siga la trayectoria prevista hasta el 2% (...). A la luz de esta circunstancia, creo que es demasiado pronto para pensar en recortar las tasas de interés", señaló la semana pasada la presidenta de la Reserva Federal de Dallas, Lorie Logan.

Las bolsas cayeron y el coste de los bonos del Tesoro americano volvió al 4,5 %. Con el inconveniente añadido, de que si la FED no actúa en julio o septiembre, ya no podrá hacerlo hasta finales de año, porque no existe precedente de que tome medidas en vísperas de las elecciones de noviembre.

En Europa la situación es diferente, la inflación ha caído con más fuerza y rapidez, y la lectura más reciente muestra una tasa de sólo el 2,6%, aunque esté todavía lejos del nivel clave del 2%. Por otra parte, si en Estados Unidos, el PIB se sitúa por encima del 3%, un resultado más sólido de lo que muchos economistas preveían, en la eurozona es actualmente plano, tras ser negativo en el tercer trimestre de 2023. Además, mientras en Norteamérica, las previsiones apuntan a un crecimiento alentador del 2% en 2024, en Europa es muy probable que se estanque.

Asimismo, el desempleo es estructuralmente más bajo en EEUU que en Europa, donde la cifra se sitúa en mínimos históricos del 6,4%. En última instancia, el riesgo de que se aplace el recorte de tipos es mucho menor en Europa que en Estados Unidos.

El cambio en un párrafo del comunicado hecho público por la presidente del BCE, Christine Lagarde, el jueves se interpretó como una confirmación de que la institución reducirá las tasas en junio.

El último comunicado de marzo señalaba que "los tipos de interés se sitúan en niveles que, mantenidos durante un periodo suficientemente largo, contribuirá sustancialmente a su objetivo", y ahora se elimina el "mantenidos durante un periodo suficientemente largo" y se añade al final que contribuirán "al proceso desinflacionario".

Como remate, la presidenta quiso marcar distancias con el escenario al otro lado del Atlántico, al señalar: "Dependemos de los datos, no de la FED, y lo que ocurra se incorporará a nuestras previsiones". Asimismo, Lagarde desveló que "unos pocos miembros han mostrado la confianza suficiente en la senda de desinflación, como para bajar ya los tipos", lo que alimentó el apetito y la expectativa del mercado por el recorte.

En el BCE existe pánico a repetir el error de Trichet, que bajó tipos y luego tuvo que subirlos

Pero si algo hemos aprendido en los últimos 12 meses es que las expectativas de recorte de tipos a menudo se alejan, y rara vez se repliegan. Lagarde reconoció que no fue una reunión sencilla, esta vez no hubo unanimidad en las decisiones y en el Consejo de Gobierno se repetirá la confrontación entre halcones y palomas.

La sombra de Trichet, el ex presidente del BCE que subió los tipos en vísperas de la gran recesión y luego tuvo que bajarlos rápidamente, es alargada. "Los consejeros del BCE se tentarán cien veces sus vestiduras para no volver a cometer el error de su predecesor. Hay pánico a tener que corregir la decisión en unos meses", señala un ex consejero.

Las palabras de Lagarde ó las del aún gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, favorables a reducir las tasas en la próxima cita, se las puede llevar el viento. El fantasma de Trichet sigue paseándose por Fráncfort y los problemas de última milla, como los precios del petróleo disparados por culpa del conflicto en Oriente Medio ó el alza de las materias primas, pueden hacer el resto. Sobre todo, si se produjera una respuesta iraní al ataque israelí.

Hay, además, muchas dudas sobre el ritmo de los recortes. El consenso apuntan a que el BCE hará un guiño al mercado en junio, pero luego quizá haya una pausa hasta finales de año para corroborar que los precios están bajo control. Una bajada de un cuarto de punto impulsaría la inversión.

El encarecimiento del despido de Díaz frenará el empleo y la inversión, pese a la política monetaria

En España, la inversión en bienes de equipo es un 4% inferior a 2019, junto a un caída crónica de la productividad. La política monetaria es insuficiente para resucitar estas magnitudes. Los empresarios están muy preocupados por el alza de los costes laborales. El encarecimiento del despido anunciado este viernes por la vicepresidente Yolanda Díaz es un impuesto al empleo y a la inversión.

La palabras de Díaz se producen justo después de que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, señalara, en una entrevista en elEconomista, que el dictamen del Consejo Social Europeo para elevar las indemnizaciones no es vinculante y es necesario analizarlo ante de su aprobación.

Cuerpo gana peso en el Gobierno en su calidad de presidente de la Comisión Delegada, como lo muestra su participación junto a la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, en el diseño del plan inmobiliario. Es necesario poner coto a Díaz y restablecer la confianza empresarial.

Las elecciones vascas y catalanas propician este tipo de anuncios populistas y paralizarán la agenda económica hasta después del verano. Sánchez vuelve a la carga con la vivienda, uno de los problemas que más preocupa, esta vez con medidas promercado.

Agilizar la concesión de las licencias junto con los cambios introducidos en la Ley del Suelo es imprescindible para acelerar la construcción de vivienda, aunque insuficiente. En España sólo se construyen unas 80.000 viviendas anuales, una décima parte que en el boom inmobiliario. Para satisfacer la demanda embalsada de 1,2 millones habría que duplicar el ritmo actual y en vivienda social multiplicarlo por diez, como mínimo.

Los socialistas están preocupados por la caída en los sondeos de Salvador Illa, que abre la puerta a un gobierno independentista entre Aragonès y Puigdemont ó a tener que ceder sus votos para que gobierne alguno de sus socios. Los escándalos de las mascarillas y los contratos con la espasa de Sánchez pasan factura.

PD.- En el País Vasco, la victoria del Athletic y la muerte de ex lehendakari, José Antonio Ardanza, retrasan la campaña. De los años que trabajé en Bilbao, en la época del plomo de ETA, recuerdo un 'off the record' después de una entrevista con Ardanza, en el que me confesó que Euskadi nunca sería independiente, porque jamás podría tener una moneda propia si no se marchaba de la UE. "¿Qué vamos a crear, el euskoeuro?, ¿y luego quien va a quedar aquí para seguir invirtiendo?, me dijo. Justo la lección que sacamos con el 1-O. Cuántos conflictos nos hubiéramos ahorrado si los políticos catalanes y vascos hubieran seguido su doctrina. DEP.

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