Opinión

La soga verde

  • A pesar de que la energía nuclear es limpia y barata, el Gobierno la excluye por sus prejuicios 

Primero ha incendiado el campo, levanta también a los pescadores y al transporte, y ahora la soga verde, como empiezan a llamarla algunos prestigiosos analistas, ahoga también a la industria y con ella al conjunto de las economías europeas. Y el primer aldabonazo lo ha dado el Gobierno alemán, que ha anunciado la rebaja de su previsión de crecimiento del 1,3% a solo el 0,2%, lo que es un práctico estancamiento y al borde de la recesión, consecuencia del hundimiento de la industria que se desplomó un 37% el pasado enero, afectada por la proliferación de normas y reglamentos medioambientales y el cese de las nucleares, sustituidas paradójicamente por la reapertura de las centrales de carbón, mucho más contaminantes y en contraposición a la Comisión Europea que ha incluido a la nuclear entre las energías limpias.

Y todo por unos prejuicios más políticos que económicos, técnicos o de riesgo. Los mismos que contaminan aquí en España al Gobierno en general y a la ministra Ribera en particular, que a la vista de lo que ocurre con Alemania deberían recordar aquello de "cuando las barbas del vecino veas pelar…".

Porque la energía nuclear es limpia, barata y las centrales nucleares se encuentran entre las instalaciones más seguras del mundo. Disponen de tres niveles de seguridad que abarcan desde el diseño de la instalación hasta los procedimientos de funcionamiento y el entrenamiento del personal de operación. De los primeros trabajos realizados para calcular la probabilidad de los accidentes de gran magnitud, que se resumen en el informe WASH-1250, se deduce que la probabilidad de un accidente catastrófico en una central nuclear es solo del orden de 1 en 1.000.000.000 por año de funcionamiento, muy inferior al riesgo en la aviación. Y en el caso concreto de España nunca ha habido un suceso clasificado como accidente según la escala INES.

Una obsesión medioambiental que recorre Europa sin tener la tecnología suficiente ni las alternativas necesarias que está asfixiando la economía alemana y europea con decisiones de burócratas que no han trabajado nunca en una industria, además de la realidad socioeconómica de los países de la zona euro cuyo PIB se ve afectado por la crisis alemana que, por otra parte, amenaza con deteriorar fuertemente las exportaciones españolas y nuestra balanza comercial.

Alemania es el segundo cliente mundial de España, con exportaciones por valor de 40.018,6 millones de euros, suponen el 10,4% de todas nuestras ventas en el exterior, aunque durante el año 2023 nuestras exportaciones habían caído ya un 1,4% y que si el déficit de nuestra balanza comercial ha mejorado ha sido solo porque las importaciones han caído un 7,2%, lo que no es un buen síntoma sobre su salud.

Y mientras otros países y gobiernos trabajan y buscan soluciones, aquí seguimos sin tener política energética y sin abrir el debate para elaborar un auténtico Plan Energético Nacional basado no en ese infantilismo ideológico y ese cinismo institucionalizado que caracteriza a la izquierda en España, sino en las propuestas y recomendaciones de expertos nacionales e internacionales.

Y no se trata de renunciar a los objetivos medioambientales ni de seguir implementando las energías limpias. Y tampoco de potenciar la construcción de centrales nucleares, como están haciendo Francia o EEUU, sino de prolongar la vida de las existentes, ya amortizadas. Parar las centrales nucleares en España pondría en riesgo el 23% de la producción eléctrica, decisión que no saldrá gratis y encarecerá aún más el recibo de la luz y los costes de producción de las empresas . Pero eso no parece preocupar a quienes desde el Gobierno se ocupan más de la propaganda que de una gestión seria y eficaz.

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