Cuando llega el momento de despedirse de una figura como la de César Alierta, encontrar las palabras es aún más difícil porque supone hablar en pasado de un hombre que vivió siempre en el futuro, como demostró a lo largo de su extensa y fructífera carrera profesional.
Durante las últimas décadas en CEOE, y ahora en mi responsabilidad de presidente, he podido comprobar de primera mano esa altura de miras y su capacidad para ver, antes de tiempo, lo que otros en todo caso comprendían cuando él ya había dado un paso al frente.
Y es que, si el nombre de César Alierta estará unido siempre a esa entidad a la que dedicó parte de su vida que es Telefónica, es porque su carácter visionario, cuando asumió su presidencia recién estrenado el siglo XXI, contribuyó sin duda a convertir una gran empresa de teléfonos en una multinacional de referencia en el sector de las telecomunicaciones.
Tras su paso, Telefónica es hoy protagonista indiscutible de la revolución digital en la que ya estamos inmersos y sigue siendo hoy un puntal entre las empresas del mundo.
Así es que su capacidad de adaptación al cambio y a la transformación constante, su instinto para abrir la actividad a nuevos mercados internacionales, han quedado grabados para siempre en esa Telefónica que ha sabido pasar de la voz a los datos, de los datos a los servicios digitales y de los servicios digitales a la inteligencia artificial.
En CEOE hemos podido compartir también en los últimos años su vocación solidaria y su compromiso con España. A raíz de los proyectos emprendidos entre la Fundación CEOE y la Fundación Telefónica para poner en valor la formación, pudimos comprobar que su infatigable interés por formar a los que vienen dentro del mundo digital para ofrecerles un futuro y ofrecérselo a su país seguía intacto.
Por todo ello, por más que estos días despidamos a César Alierta, antes o después volveremos a recordarle y seguirá viviendo en ese futuro en el que él no podrá estar.
