
(Texto íntegro que José María Álvarez-Pallete ha compartido este miércoles a través de su cuenta de LinkedIn)
Es un día amargo para la familia Telefónica. Resulta muy difícil asumir el fallecimiento de César Alierta y aún es más difícil, imposible, decirle adiós del todo. No lo haré porque todas las despedidas tienen algo de olvido y a un corazón abierto de par en par como el de César, nuestro querido César, nunca se le podría olvidar. Para los grandes nunca baja el telón del todo. En estos momentos de dolor nos sentimos más cercanos aún a la familia de César Alierta y también todos, sin excepción, buscamos en el alma los recuerdos que César nos grabó para siempre a fuerza de cariño, pasión e inteligencia. Era como se le veía y se le veía como era. Así era él. Un corazón abierto de par en par con todos aquellos a los que quiso: amigos, compañeros, colegas. Y a Ana. Sobre todo a Ana. Su compañera leal, su brújula y su guía. Una mano tendida en la vida.
César quiso con locura a Telefónica. De ella hizo una referencia mundial más allá del mercado de las telecomunicaciones. César llevaba Telefónica cosida en el alma, al lado de Zaragoza. Quiso profundamente a España y a Zaragoza, imborrables en su cartografía emocional. En su gran corazón había espacio para todo y para todos y por eso ahora que en Telefónica cumplimos nuestro centenario todos sentimos cien años de inmensa soledad.
César era un corazón expansivo. Sólo con un corazón de semejantes dimensiones se podía entender que ayudar a los niños, procurarles un mañana con más oportunidades a los más pequeños, es una cosa muy grande, quizás la mayor de cuantas puedan hacerse. Y así se sacó del bolsillo del corazón #ProFuturo tras una conversación con el Papa Francisco en 2016. Pero no paró ahí. Nunca paraba. Reducir la brecha educativa proporcionando educación digital de calidad en entornos vulnerables era la excusa, un pretexto honesto y bien armado. La razón, el verdadero motivo, era que aquel corazón inabarcable siguiera palpitando. Y esta vez, cerca de la tan querida Fundación Telefónica. César tenía la capacidad para ver de lejos lo que pocos estaban en disposición de apreciar de cerca.
A fuerza de latir y de querer nos deja César, nuestro querido César. Muchas gracias querido amigo.
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