
Sin sorpresas en el nuevo Gobierno, especialmente considerando que Yolanda Díaz se mantiene en la cartera de Trabajo. Ahora es momento de mirar hacia atrás y mirar también hacia adelante. En España ha habido una parálisis en materia de legislación laboral desde antes de las elecciones del mes de julio y hasta ahora mismo. El nuevo Gobierno tendrá que asumir que el Parlamento no es un territorio seguro.
Es evidente que cualquier iniciativa legislativa tendrá que pactarse con duras negociaciones y deberá contar con el acuerdo de una pluralidad de fuerzas políticas muchas veces incompatibles. Así las cosas, sacar adelante una legislación que mejore las relaciones laborales y la protección social en general va a tener muchas dificultades. Y ni siquiera se cuenta con el alivio de que la titular de la cartera de Trabajo sea otra persona distinta de Díaz. Eso podría generar, especialmente al principio, alguna esperanza para empresas y trabajadores. Pero no va a ser así. Habrá continuidad.
Y que haya continuidad significa que se dan por válidas las formas, el estilo y los resultados conseguidos hasta ahora. Hasta ahora, la trayectoria del Gobierno en materia de política laboral arroja el penoso resultado de que España sea el país de la Unión Europea con la mayor tasa de paro. Y dentro de ese récord, España es también el país con mayor desempleo juvenil y uno de los países, no ya solo de Europa, sino de toda la OCDE en los que la pérdida de poder adquisitivo ha sido mayor. El empleo precario alcanza tasas inasumibles y el número de horas trabajadas no aumenta porque el empleo disponible se recorta en contratos a tiempo parcial y en contratación temporal.
El incremento de contrataciones es un espejismo porque el paro no disminuye y se raciona el trabajo en partes, esto es, se contrata por menos tiempo y por menos horas. Aumenta el número de contratos, lo que el Gobierno exhibe como un logro, pero los contratos son más cortos, muy cortos, a veces de solo unos días o de una semana y ello se traduce en una tasa de paro muy elevada. En medio de este panorama, el nuevo gobierno tendrá que asumir desafíos importantes que cambien el marco de las relaciones laborales para que los bajos salarios y la brecha salarial, la pérdida de productividad y la calidad del empleo mejoren.
Y los bajos salarios no mejoran con la absurda decisión de incrementar el salario mínimo como si la economía, y sobre todo, la economía del trabajo respondieran automáticamente y sin disfunciones a la letra escrita en el BOE.
Muy especialmente será preciso regular la figura estrella de la ministra Díaz, esa configuración nociva y opaca de la contratación de los fijos discontinuos. Díaz ha conseguido que esta forma contractual, que era un tipo de contrato que daba estabilidad a las relaciones de los trabajadores de temporada, se convierta ahora en el cajón de sastre donde se mete cualquier contrato temporal para el que no exista una causa de temporalidad, esto es, para amparar el fraude.
Se inicia una nueva etapa con el nuevo Gobierno, pero se mantiene la ministra, y por tanto, no cabe esperar mejoras ni cambios que permitan el progreso ni el aumento de la calidad del empleo ni la desaparición de las trabas legislativas al mercado laboral.