
La protección y cuidado del medio ambiente es una prioridad social, económica y política. La industria del transporte aéreo y sus profesionales no son ajenos a esta realidad y su compromiso es, desde hace décadas, firme y decidido en favor de la reducción de emisiones y la búsqueda de la máxima sostenibilidad.
El arraigo de los valores de sostenibilidad ha llevado a algunas personas sensibilizadas por el medio ambiente y por las emisiones de CO2 del transporte aéreo a optar voluntariamente por otros medios de transporte aparentemente menos contaminantes. La inquietud social existe y no es el objeto de este análisis cuestionar las decisiones individuales de cada ciudadano al respecto.
Pero sí es necesario advertir sobre el riesgo que supone quedarse con una parte del todo y emitir juicios en base a etiquetas que suelen ser parciales, injustas e interesadas. Si además esos juicios adquieren la dimensión de medida política o propuesta de gobierno, con prohibición de vuelos incluida, entonces urge reclamar seriedad, rigor y responsabilidad.
El transporte aéreo es un servicio esencial que cumple una función imprescindible en términos de conectividad y movilidad de los ciudadanos, uniendo regiones, culturas, lenguas y personas; es un sector puntero en desarrollo tecnológico e innovación en favor de la seguridad y la sostenibilidad con efectos en otras industrias que se benefician de sus avances; y representa un motor económico y de empleo de primer orden, especialmente en nuestro país.
Es la forma más segura y rápida de viajar. El proceso de modernización de la aviación en las últimas décadas ha hecho que para muchos usuarios sea también la más económica. Y además es eficiente.
Por un lado, las infraestructuras que requiere se utilizan con enorme eficiencia sin trazados y obras que infligen una huella permanente en el paisaje y el medio. Por otro, los avances tecnológicos son una constante en el sector, lo que ha permitido disponer de nuevos materiales para fabricar aviones más sostenibles y nuevos combustibles y energías, como el SAF o el hidrógeno verde, donde en los próximos años veremos grandes avances. La utilización de aeronaves más adecuadas para cada ruta es también una medida orientada hacia una aviación cero emisiones.
Desde el punto de vista operacional, también se pueden implementar medidas que contribuyan positivamente a reducir la huella de carbono de la aviación. Los pilotos estamos muy concienciados con la reducción del impacto ambiental de nuestra actividad y somos parte de la solución. De hecho, el Código ético y deontológico de los pilotos de aviación comercial incluye la eficiencia -buena administración de los recursos para evitar despilfarros y cuidar del medio ambiente- como uno de los valores básicos que ha de tener presente el piloto.
Como expertos en gestión de operaciones aéreas tenemos el conocimiento y los instrumentos para aportar mayor eficiencia en cada vuelo, contribuir a optimizar las rutas aéreas o mejorar los procedimientos de operación y gestión, reduciendo el impacto medioambiental de los vuelos.
Algunas de estas aportaciones son ya una realidad, a través de iniciativas que el Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial desarrolla desde hace años con otros actores del sector mediante la recogida y análisis de datos operacionales orientados a determinar tendencias, áreas de mejora y buenas prácticas que contribuyan a una mayor seguridad, eficiencia y sostenibilidad de la aviación.
Etiquetar al transporte aéreo como contaminante es superficial y pone el acento en un único ámbito, obviando sus muchas aportaciones. Es un servicio esencial y una industria puntera con profesionales altamente cualificados que merece respeto y no se debe utilizar de manera cosmética. En aviación cada decisión requiere un riguroso análisis técnico de impacto y riesgos. El impacto medioambiental no se puede aislar de otras variables como seguridad, rapidez o economía.
La propuesta que plantea prohibir determinados vuelos cortos en favor del transporte ferroviario, adolece de rigor y conocimiento y solo trae problemas y ruido, pero no soluciones. Los malos resultados de la medida en Francia, que prohibió algunos vuelos domésticos el pasado mes de mayo, deberían ser suficientes para no seguir el mismo camino.
El supuesto beneficio en términos de reducción de emisiones contaminantes sería inapreciable, pero el impacto económico y reputacional para el sector es incalculable. Los desarrollos tecnológicos se podrían ver disminuidos, ya que los vuelos de corto recorrido son su principal ámbito de desarrollo. Sin olvidar que los usuarios tienen y deben seguir teniendo el derecho a elegir libremente cómo se desplazan.
Los ciudadanos serán quienes decidan qué medio de transporte se adapta mejor a sus necesidades, agendas, capacidad económica o cualquier otro factor que cada cual quiera tener en cuenta. Si el avión no reúne las condiciones que demandan o existe un servicio mejor, optarán por otros transportes y determinadas rutas aéreas desparecerán por decisión de los usuarios, sin necesidad de prohibir nada de antemano.
Carlos San José Plasencia es decano del Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (COPAC)