
Estamos sobre una bomba de tiempo, a partir del 22 de octubre va a haber un quiebre, gane quien gane". Estas palabras pertenecen a una oyente de radio, es un mensaje igual a cientos que representan la gran incertidumbre que se vive durante estas horas en Argentina.
Los argentinos llegamos a la elección con una pobreza que supera el 40%, una inflación que ronda el 130% anual, un dólar a 1.000 pesos, una brecha del 180% y un riesgo país de default con 2-600 puntos básicos. Son cifras récord de un fin de ciclo para el olvido.
"Los argentinos llegamos a unas elecciones con una pobreza que supera el 40%"
En este contexto, lo único que está claro es que, en las PASO, la mayoría votó por un cambio y se estima que ahora ratificará esa voluntad. En Argentina, llegó la hora de barajar y dar de nuevo.
Como el plan platita que hizo el ministro Massa repartiendo desde bonos hasta bicicletas dejó a la economía sin referencias cambiarias, monetarias o fiscales, los rumores y conjeturas sobre la política económica del próximo gobierno pasaron a tener un papel central. Por su buena performance en agosto, el candidato por la Libertad Avanza, Javier Milei y su propuesta de dolarización quedaron en el centro de la escena, pero su propuesta no se conoce y nadie explica con claridad cómo se va a dolarizar sin dólares.
Si Milei gana se abre un arduo proceso de transición. Para evitar un desborde y empezar a alargar el horizonte de decisiones en los negocios serán fundamentales dos condiciones: un mínimo de acuerdos entre el gobierno entrante y el saliente; y que el ganador explicite definitivamente un programa consistente y creíble, incluyendo el rápido inicio de negociaciones con el FMI. Hasta ahora el libertario sólo anticipó que va a dolarizar la economía, eliminar el Banco Central, recortar el gasto público en 15 puntos del PIB y una reducción de impuestos de dos puntos. Esos son sus enunciados, pero no hay más información sobre cuándo ni cómo logrará sus objetivos.
La luna de miel del nuevo gobernante será mínima porque la economía argentina hace agua por todos lados. En el frente externo, antes de que culmine el año se deberán pagar casi 5.000 millones de dólares a los organismos internacionales (FMI, BID) y hay vencimiento de deuda en pesos por 3 billones.
El déficit despedirá diciembre en 3,2% del PIB, incumpliendo la meta del 1,9% pactada con el FMI, hay un rojo de más de 6.000 millones de dólares en las reservas, alta brecha cambiaria y alta nominalidad, enormes distorsiones de precios relativos que hay que corregir y sobre todo una fuerte pérdida del poder adquisitivo en dólares y un empleo informal que ya alcanza a los seis millones de argentinos.
La propuesta de dolarización que enarbola Milei no se ve muy posible ya que no hay dólares para rescatar la base monetaria y los pasivos del Central a un tipo de cambio aceptable, y tampoco se estima que haya interés en los inversores de financiar este camino desconocido. Las opciones son postergar la dolarización que igual exigirá un plan de estabilización alternativo o dolarizar sin dólares, que podría impulsar un tipo de cambio altísimo que impactará en los salarios y un PBI en dólares a niveles inéditos, lo que no parece muy viable.
La buena noticia es que, si bien el obstáculo mayor para 2024 está dado por la incertidumbre sobre la estabilización y la política económica, también hay factores que podrían potenciar positivamente un programa: el FMI anticipa que el país tendrá una serie de años con superávits de cuenta corriente, y en un mundo convulsionado, contar con recursos para apuntalar la seguridad alimentaria y energética nos jugará claramente a favor.
Jorge Liotti, un excelente analista político argentino, sostiene que "la Argentina es un país sobre diagnosticado y subejecutado. Se han apilado demasiados problemas estructurales irresueltos, y esa acumulación nos desborda. No hay cosas mágicas para hacer. Hay que tener determinación política, vocación, equipos realmente comprometidos, no subestimar ni a la gente ni a la situación, y ser muy pedagógicos y didácticos respecto de lo que nos espera. En definitiva, una estatura en el liderazgo que habrá que ver si el próximo gobierno tiene". Esperemos que sí.