Opinión

Un espacio para la reflexión: ¿Cómo evitar la quiebra? El presupuesto es el gran aliado

Foto: iStock

En un mundo en constante transformación como el que vivimos, queremos que la celebración del Día de la Educación Financiera nos sirva para ser realistas y afrontar los problemas económicos con objetividad y valentía, sin cerrar los ojos ni retrasar aquello que conviene acometer, preocupándonos por lo que verdaderamente podemos cambiar sin lamentar lo que ya no tiene remedio y, en su lugar, apoyarnos en valores perdurables y en el conocimiento para superar las dificultades.

Desde siempre, para no quebrar, es decir, para que los gastos no superen a los ingresos y se sea capaz de cumplir con el pago de las deudas adquiridas y cubrir las necesidades, era y es imperativo gestionar eficazmente los recursos limitados, definición misma de la palabra economía atribuida a Lionel Robbins en 1932, que hoy viene al caso.

La ciencia económica analiza cómo los seres humanos satisfacen sus necesidades, que son ilimitadas, con recursos que son escasos y tienen múltiples usos. Si un recurso como es el dinero se utiliza para un determinado fin, será imposible destinarlo a otro objetivo, lo que conoce como coste de oportunidad.

Las finanzas, que son una parte de la economía, nos enseñan todo lo relativo al dinero: cómo se obtiene, gestiona o administra, nos hablan de que realizar un presupuesto es tarea fundamental de las familias (consumidores), las empresas y los gobiernos; los tres agentes económicos de la sociedad. ¿Puede cualquiera de estos agentes quebrar? La respuesta es sí, y hay evidencias y datos que nos lo confirman: personas desahuciadas por el impago de sus hipotecas, colas del hambre de quienes no llegan a fin de mes y no tienen más remedio que ir a los bancos de alimentos para cubrir sus necesidades básicas, sobre todo después del Covid, o el dato del segundo semestre de 2023 de la Eurostat, según el cual, España ocupa la cuarta posición con más empresas en bancarrota de Europa, pues las quiebras empresariales se han disparado un 20% en este periodo.

También los países contraen deudas y esa deuda se conoce con el nombre de deuda pública o soberana, y puede derivar en una suspensión de los pagos o default soberano; y eso puede derivar en la necesidad de pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), como le ocurre a Argentina que debe a este organismo 45.000 millones de dólares; o la de llevar a cabo una renegociación de la deuda con los acreedores, dentro y fuera del país. Son muchos los ejemplos de bancarrotas del Estado producidas por exceso de gasto público, desde las tres que sufrió España en tiempos de Felipe II, pasando por las de muchos otros países en diferentes continentes a lo largo de la historia: Suecia, Alemania, Grecia, Rusia, México, Venezuela, China y un largo etcétera.

Por visualizar algunos datos de 2023 de nuestro entorno, los países con más deuda pública de Europa en relación a su Producto Interior Bruto (PIB), índice que mide el conjunto de bienes y servicios producidos en un país durante un año, son: Grecia (171%); Italia (144%); Portugal y España (113%), siendo la media de la UE del 75%. En 2022, España ocupaba el décimo sexto lugar con mayor deuda pública del mundo, siendo el primer puesto para Japón, con un porcentaje que superaba el 250%.

Ahora que ya hemos recordado el significado de economía, finanzas y quiebra y la historia confirma que ningún agente económico está libre de poder quebrar, volvamos al inicio de este artículo para recordar aquello que sí podemos hacer apoyándonos en el conocimiento, empezando desde el entorno familiar: realizar un presupuesto.

Hacer un presupuesto es calcular por adelantado, qué gastos e ingresos vamos a tener en un determinado periodo de tiempo y conviene que, en un presupuesto, figure también una cuantía destinada al ahorro. Aunque todos sepamos la definición de ahorro, recordemos que es aquella parte de dinero que no gastamos y guardamos con dos posibles finalidades: hacer frente a imprevistos, o mejorar nuestra vida futura ayudándonos a pagar unas vacaciones, la universidad de nuestros hijos, o el coche que nos gusta.

Así como existen varias encuestas anuales acerca de cómo se distribuye el gasto anual de las familias, se sabe poco acerca de las costumbres y la manera de elaborar los presupuestos dentro del hogar: quién lo hace, si se involucra a todos los miembros de la unidad familiar en su elaboración, si todos tienen claras las partidas de ingresos y gastos y cómo actuar si hay desviaciones sobre lo previsto, qué estrategias se pueden llegar a tomar... 

Sí existen varios estudios de las estrategias que se toman en hogares vulnerables cuando las circunstancias aprietan y hay que hacer algo para salir adelante, pero, cuando la situación económica familiar se puede calificar de "normal" o incluso holgada, ¿nos preocupa hacer un presupuesto y transmitir a nuestros hijos cómo hacerlo? ¿Nos preguntamos cuándo enseñarles sabiendo que algún día tendrán que administrarse ellos solos? Paradójicamente, son muchas las personas que opinan que les iría mejor si lo hicieran, pero parece que nunca llega el momento de tomar papel y bolígrafo para empezar, o abrir una hoja de Excel y dedicar un rato a pensar.

¿Por qué tan pocas personas hacen presupuestos, tenemos un déficit de responsabilidad personal? ¿Por qué no se habla más en los colegios o en el entorno familiar, como ocurre en otros países europeos, de economía en el hogar?

Hacer un presupuesto es tan simple como detallar nuestros ingresos ordinarios o habituales conociendo su periodicidad, es decir, la frecuencia con la que se reciben, para hacer el cómputo anual. Después, el paso siguiente es detallar en qué los vamos a emplear ese año, identificando nuestros gastos ordinarios habituales y anticipando algún gasto extraordinario que pensemos que podemos tener, como el cambio de la impresora que empieza a fallar.

Sugerimos que, una vez identificados los gastos, estos se clasifiquen en imprescindibles, necesarios y prescindibles en función de lo que cada familia considere y que, dentro de los gastos, se trate siempre de destinar un porcentaje de los ingresos como ahorro, como un gasto fijo obligatorio que conviene separar cada mes. ¿Seremos capaces de, al menos, ahorrar un 10% de nuestros ingresos?

Para finalizar, hemos de calcular el saldo de nuestro presupuesto. Algo tan sencillo como restar los gastos, incluido el ahorro, de los ingresos, para saber si está: equilibrado (saldo cero); si tenemos superávit, (resultado positivo); o si la cifra es negativa porque los ingresos sean menores a los gastos, lo que se conoce como déficit. En este último caso, entra en juego la clasificación anterior de nuestros gastos pues alguno de los prescindibles habrá que eliminarlo hasta equilibrar de nuevo el presupuesto aprendiendo a decir "no me lo puedo permitir". Cuando en un futuro volvamos a la situación de equilibrio o superávit, será entonces el momento de acometer aquel gasto al que tuvimos que renunciar por precaución, o incrementar más el ahorro con el dinero que nos sobra.

Así pues, pensemos en este Día de la Educación financiera qué podemos hacer en nuestro entorno cercano para acometer y prevenir problemas económicos con conocimientos y valores como la responsabilidad. Cojamos papel y lápiz o una hoja Excel y analicemos qué ingresos y gastos tenemos para realizar nuestro primer presupuesto familiar anual. Cuando esté claro, poco a poco, vayámoslo compartiendo con nuestros hijos: conviene que sepan el gasto familiar en alimentación, lo que pagamos por el alquiler de la casa, los teléfonos móviles, o la luz, y valoren el esfuerzo que hay que hacer para llegar a fin de mes. Esa rutina presupuestaria familiar les ayudará más de lo que imaginas cuando tengan su propio hogar.

Y una última reflexión para finalizar: la palabra economía, recordemos, proviene del griego "oikos", que significa "casa" y "nemo", que significa "administrar". ¿Acaso nuestros hijos no van a tener que administrar alguna vez su casa? ¿Por qué no aprovechar esta celebración para empezar?

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