
Indiscutiblemente, nos encontramos en una situación a nivel mundial y nacional que causa verdadera preocupación. El próximo año se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuya trascendencia a nivel global resulta, en estos momentos, impredecible.
Por otro lado, la guerra en Ucrania continúa generando hechos lamentables que conmueven a cualquier persona con sensibilidad humana. Además, el continente africano, rico en recursos naturales pero con altas tasas de pobreza y exclusión social, enfrenta golpes militares auspiciados por rebeliones cuartelarias que están reduciendo la influencia europea en estos países en detrimento de superpotencias como Rusia y China.
Si trasladamos este escenario a nuestro país, tampoco parece que estemos en una situación más favorable debido a la incertidumbre en materia de gobernabilidad en la que nos encontramos.
En un futuro próximo, el 27 de septiembre, se llevará a cabo la votación para investir al candidato del Partido Popular como presidente del gobierno, y todo apunta a que no será elegido. Esto requerirá que su Majestad el Rey inicie nuevas consultas con los líderes políticos para proponer un nuevo candidato a la presidencia de gobierno de nuestro país.
Esta misma incertidumbre afecta a nuestras ciudades, donde al fin y al cabo pasamos la mayor parte de nuestras vidas. Al observar algunas de las ciudades más importantes del mundo, encontramos que Tokio, la capital de Japón, una de las ciudades más pobladas del mundo y un importante centro financiero y tecnológico, se enfrenta a desafíos significativos, como la superpoblación.
Nueva York, conocida como la ciudad que nunca duerme, centro global para los negocios, las artes o la moda, se enfrenta con la modificación del Plan General de la ciudad a la prohibición de alquileres turísticos; asimismo, padece problemas relacionados con el reforzamiento de infraestructuras costeras debido al aumento del nivel del mar, así como a la necesidad de crear espacios verdes. Shanghái, en China, lucha contra una contaminación insostenible y el aumento del nivel del mar, que requiere de un desarrollo del transporte público ecológico y medidas contra la polución.
Por su parte, Mumbai, en la India, uno de los países con mayor futuro en los próximos años, se enfrenta a la densidad poblacional insostenible y una vulnerabilidad debido a las inundaciones, que requiere de la creación de sistemas de drenajes avanzados, un desarrollo vertical de las edificaciones y, evidentemente, una reubicación de las zonas más vulnerables.
Sao Paulo, en Brasil, se caracteriza por una urbanización descontrolada y una escasez de agua significativa, lo que requiere la implementación de un sistema avanzado de gestión del agua y la recuperación de áreas verdes. México enfrenta hundimientos de la ciudad y altos niveles de contaminación.
En Europa, la ciudad de Londres enfrenta problemas de congestión urbana, lo que requiere una expansión del transporte público, áreas peatonales y la adaptación a normas ambientales; similares defectos y soluciones nos plantea la ciudad de París.
Recientemente, el periódico elEconomista titulaba "El Ayuntamiento más grande de Europa entra en quiebra" debido a problemas financieros en Birmingham -imposibilidad de hacer frente al pago de las reclamaciones de igualdad salarial-, lo que nos alerta sobre el futuro de nuestras ciudades.
Para afrontar estos desafíos, debemos implementar estrategias de planificación urbana con figuras de planeamiento que permitan la entrada de tecnologías inmobiliarias (proptech) e, igualmente, generar recursos para que las ciudades sean económicamente sostenibles.
Esto implica repensar la antigua dicotomía entre el apoyo de subvenciones y el desarrollo económico.
No podemos obviar que la concesión de este tipo de ayudas lo único que consiguen, al margen del apoyo social a determinados estamentos sociales, es generar en un momento determinado una quiebra técnica por la imposibilidad de poder pagar todas las ayudas y complementos a los que se comprometen los políticos en campañas electorales. Necesitamos ciudades que generen riqueza para sus ciudadanos y ofrezcan una calidad de vida sostenible.En conclusión, a pesar de encontrarnos ante "un mundo en llamas", debemos mantener un optimismo cauteloso y creer que existirán acuerdos a nivel mundial, europeo y nacional que pueden impulsar el progreso.
Esto debe ir acompañado de una mejora en las comunicaciones urbanas en nuestro país. Se puede trabajar y vivir en ciudades secundarias, no necesariamente en grandes ciudades; y, para ello, debemos visualizar un sistema de ordenación del territorio y urbanístico muy distinto al que estamos viviendo en la actualidad. Estos son los grandes desafíos que enfrentamos en esta década y en este siglo.