
El interés en la transición energética, un proceso histórico que busca cambiar la matriz energética hacia fuentes más sostenibles y limpias, nunca ha sido más alto. Entre enero de 2020 y junio de 2022, los países que han establecido objetivos de descarbonización y legislación contra el cambio climático han pasado de representar el 13% a representar el 65% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
No obstante, y a pesar de los esfuerzos y políticas dirigidas a acelerar la transición energética, el consumo de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) se encuentra en máximos históricos, representando más del 80% del consumo primario mundial de energía. IRENA estima que, para cumplir con los objetivos de lucha contra el cambio climático, la inversión anual en transición energética debería cuadruplicar la inversión estimada en 2022 desde 1,3 billones de dólares a más de 5 billones de dólares anuales.
La transición energética es y será una tesis fundamental de inversión durante las próximas décadas. Los próximos años contribuirán a dar forma al modelo económico derivado de la descarbonización de la economía. Se crearán nuevos mercados, gracias a la innovación se desarrollarán y comercializarán nuevas tecnologías y nuestros sistemas energéticos se transformarán por completo. Aquellos países que sean capaces de invertir primero y más deprisa asegurarán su posición en esta carrera, crearán trabajos cualificados, rejuvenecerán su planta industrial, reducirán costes y externalidades para las personas y los negocios y estarán en una posición de privilegio para apoyar a la descarbonización de las economías de otras partes del mundo.
En el actual contexto global de desaceleración e incertidumbre económicas, la transición energética protagoniza la actividad de fusiones y adquisiciones en toda la región europea. En el primer semestre de 2023, aproximadamente el 40% del volumen total de operaciones estuvo vinculado a negocios relacionados con la transición energética. Esta cifra pone de manifiesto que aquellos inversores que carezcan de experiencia en el ámbito de las energías renovables y otros sectores asociados a la transición energética están desatendiendo una parte sumamente importante del mercado.
La IEA estima que el mercado agregado de productos industriales relacionados con tecnologías limpias (equipos PV, baterías, equipos eólicos, bombas de calor, células de combustible y electrolizadores) alcanzará 650.000 millones de dólares anuales en 2030, más del triple que en la actualidad.
Europa es un actor capaz de liderar la transición energética. Cuenta con un mercado desarrollado de venture capital, adecuadas capacidades de innovación, una industria con capacidad de fijar estándares y con una digitalización creciente, gran experiencia en el despliegue de tecnologías de descarbonización y productos sostenibles y altos estándares en protección del medioambiente. Es, además, la región del mundo con menores emisiones de CO2 por unidad de PIB.
Por otra parte, las energías limpias no solamente juegan un papel relevante en la descarbonización de la economía, sino que, como ha quedado patente tras la guerra de Ucrania, también juegan un papel clave para mejorar la independencia y seguridad energéticas.
La UE ha articulado en torno a dos iniciativas sus ambiciones para avanzar en la independencia energética y liderar la transición energética:
1. El plan RepowerEU, que movilizará cerca de 300.000 millones de euros en recursos, orientado a acelerar la desvinculación de combustibles fósiles, mejorar la eficiencia energética y la introducción de energías limpias.
2. El European Green Deal, que agrupa iniciativas por importe superior a 365.000 millones de euros y tiene como objetivo aprovechar las oportunidades industriales derivadas de la descarbonización, incrementando masivamente el desarrollo tecnológico y las capacidades de fabricación e instalación de productos vinculados a la descarbonización y suministro de energía.
Todos estos vientos de cola impulsan el nacimiento y crecimiento exponencial de numerosos negocios y atraen el interés y competencia por parte de inversores institucionales que se enfrentan a nuevos retos:
1. La demanda de una visión propia y a largo plazo del sector, que dé seguridad sobre un crecimiento futuro no exento de volatilidad en función del grado de involucración del sector público, la inversión privada y la regulación.
2. La necesidad de incorporar a los procesos de due diligence un análisis más pormenorizado de otros componentes geopolíticos, tecnológicos e industriales: riesgos adheridos a cadenas de valor y de suministro cambiantes, la relación con las comunidades locales, entender el grado de flexibilidad de las organizaciones y valorar su resistencia interna al cambio o la innovación, su capacidad de escalar e industrializar operaciones a gran velocidad, los potenciales impactos que pueda tener la inteligencia artificial en los modelos de negocio, etc.
3. Por último, dada la juventud de este sector, otro elemento de especial importancia es el de contar con herramientas que permitan anticipar la identificación de posibles targets en sectores incipientes, así como la identificación del talento necesario para liderar nuevos proyectos.
En conclusión, la transición energética en Europa está también influyendo sobremanera en las operaciones de M&A, con un claro énfasis en las energías renovables y la innovación tecnológica. Si bien se presentan desafíos regulatorios y nuevos retos asociados con la adopción de nuevas tecnologías, las oportunidades para los inversores que buscan liderar la sostenibilidad son inmensas. La transición energética está transformando nuestra economía al tiempo que está dando forma a un futuro de M&A más verde y sostenible para todos.