
Agosto acostumbra a ser negativo para el mercado laboral por el fin de las contrataciones vinculadas a la temporada estival y el pasado mes no ha sido una excepción a esta norma. De hecho, se saldó con un descenso en la afiliación a la Seguridad Social de 185.385 personas respecto a julio, es decir, una caída del 0,89%. Asimismo, el paro registrado ascendió en 24.826 personas, un 0,93% más, lo que pone fin a cinco meses consecutivos de descensos en esta variable.
Pese a ello, el Gobierno en funciones sigue dando un discurso triunfalista y aduce el peor desempeño al fin de los contratos de refuerzo para el verano. Una tesis que si bien es cierta no explica por qué la destrucción de empleo de este año ha sido mucho más intensa que en años anteriores.
De hecho si se compara con la anterior etapa de repunte del mercado laboral, entre los años 2014 y 2019, la media de pérdida de ocupación al finalizar el verano era de unos 160.000. Por si fuera poco, el pasado mes se firmaron un 15,2% menos de contratos que en el mismo mes de 2022, lo que también supone la cifra más baja (1.088.831) para un agosto desde 2013.
Los datos, por tanto, no son para sacar pecho ya que, como dice la CEOE, demuestran una clara "pérdida de dinamismo en el empleo". Con todo, lo más preocupante es que la destrucción de puestos de trabajo de agosto, que el mercado ya venía apuntando en meses previos, amenaza con agravarse a partir de otoño por la ralentización que la economía ya muestra. Un escenario que evidencia el agotamiento de los efectos positivos de la reforma laboral y que debería llevar al Ejecutivo a tomar medidas que ayudaran a las empresas a generar nuevos puestos laborales, que es precisamente lo que no se está haciendo.