Opinión

La farsa progresista

  • Progresista es hoy, probablemente, el vocablo más prostituido y falseado de todo el léxico español.
  • En España se consideran progresistas partidos que quieren acabar con la economía de mercado, la propiedad privada, la nacionalización de empresas y sectores y la okupación.
Foto de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz

Veía, a medio camino entre el sarcasmo y la estupefacción, jactarse a Andoni Ortuzar de haber frenado a la derecha, sin querer siquiera sentarse a negociar. Y lo decía el presidente de un partido, el PNV, representante de la burguesía vasca más conservadora y heredero de carlismo más casposo y rancio. Un PNV estigmatizado por la mercadería política y cuyo lema es "Dios y leyes viejas" pero que ahora, como otros, pretende autocalificarse como progresista. Una palabra esta que, probablemente, sea hoy el vocablo más prostituido y falseado de todo el léxico español.

La teoría política define el progresismo como una doctrina política y social orientada hacia el desarrollo de un estado de bienestar, la defensa de los derechos civiles, la participación ciudadana y cierta redistribución de la riqueza, además de reformista, protectora de la libertad del individuo y de mayores progresos socioculturales.

Pues, bien, en este país, resulta que se agrupan y se autodefinen como progresistas los podemitas y demás socios de SUMAR, amigos de Putin y correligionarios de los dictadores bananeros de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Los apologistas de un presidente condenado por corrupción y lavado de dinero como Lula en Brasil. Los nacionalistas catalanes condenados por el intento de golpe de Estado y por malversación. Los herederos y cómplices de la banda terrorista ETA que asesinó a más de 850 ciudadanos españoles. Los supremacistas que discriminan a los ciudadanos según su lugar de origen, su lengua, religión o ideología, y los que fomentan una reforma educativa asamblearia y de adoctrinamiento.

Progresistas se consideran también los partidos que quieren acabar con la economía de mercado para sustituirla por un sistema colectivista. Los que intentan acabar con la propiedad privada, defienden la nacionalización de empresas y sectores, la intervención en actividades reguladas y la okupación. Los que promueven subidas de impuestos indiscriminadas. Los que derrochan el dinero público en subsidios y compra de votos de determinados colectivos en lugar de fomentar la riqueza y el empleo. Los que falsean las cifras de paro y las estadísticas mientras engordan el sector público de funcionarios en lugar de crear puestos de trabajo productivos. Los que colonizan las instituciones democráticas, atacan la independencia de los jueces y quieren acabar con la libertad de prensa y la división de poderes enterrando a Montesquieu. Los que defienden y provocan la intolerancia y el frentismo frente al diálogo y la convivencia. Y los que se apoyan en todos ellos para conseguir o mantenerse en el poder. En definitiva, se apandillan como progresistas todos los enemigos de la democracia y libertad.

Prostitución y falsedad del progresismo en la que incurren también, por seguidismo o ignorancia, muchos comunicadores y la mayoría de los medios de comunicación cuando hablan de bloque progresista, partidos progresistas o jueces progresista y los identifican borreguilmente con la izquierda. Porque aquí también, como en la comunicación, ha perdido el Partido Popular la batalla cultural, frente a un PSOE y sus coaligados de la Frankenstein que siempre han sabido venderse mejor y manejar la propaganda.

Y este es uno de los principales fallos tradicionales, por no decir el primordial, del Partido Popular, sus dirigentes y sus estrategas que, una vez más, han perdido una oportunidad histórica para posicionarse como el partido defensor y garante de la libertad, la modernidad, la Constitución y la democracia liberal occidental. Ello, sin olvidar también algunos errores garrafales de campaña. Desde el lamentable mensaje del "verano azul", hasta la inconcebible pasividad de la última semana de campaña, pasando por su absurdo enfrentamiento con Vox, cayendo en la trampa del sanchismo y asumiendo sus mensajes. Y aun así han ganado las elecciones ampliamente, aunque parece que no les va a servir. Si lo hubieran hecho bien…

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