
Tras la debacle electoral de su partido el 28 de mayo, Sánchez salió al umbral del Palacio de la Moncloa para señalar con gesto muy serio que a él, esto que ha pasado, se lo tienen que explicar. Porque no lo ve claro.
"Todo esto aconseja –dijo, sorprendido por los resultados de los comicios- una clarificación de los españoles". Eso dijo. Es decir, que los españoles habían votado y su partido se había hundido. Y entonces los españoles se lo tienen que aclarar. Y convocó elecciones porque no lo entendía. Fue como si Sánchez hubiera dicho: "Eso no me lo decís a mí otra vez". O quizá, un sencillo "eso no me lo decís a mí en mitad del verano".
Muchos españoles quieren aclararle a Sánchez esto que ha pasado y que no ve con claridad. Y muchas personas se encuentran inquietas porque el señor presidente del gobierno habla de recuperación económica y de protección social, de cuidar a los vulnerables y sin embargo España tiene la tasa de paro más alta de la Unión europea, sistemáticamente, mes tras mes. Y también el mayor porcentaje de desempleo juvenil. Y aprueba leyes para favorecer a violadores y pederastas y pacta con Bildu y elimina el delito de sedición y modifica el delito de malversación todo ello mediante el procedimiento de urgencia.
Hay quienes opinan que el único objetivo de Sánchez es dar consuelo a su cesarismo, aun a costa de deteriorar la democracia y las instituciones. Hay, en fin, gente que cree que no respeta al Parlamento. No compartimos esas opiniones tan comunes como inexactas.
Es posible que algún lector, metido en las fatigas de encontrar empleo o en la angustiosa lucha por no cerrar su negocio, ignore la robusta personalidad del señor presidente. Por eso la definimos aquí someramente. El señor presidente es economista, es socialista y está en posesión del Gran Collar de la Orden del Cóndor de los Andes, con el que le ha distinguido el Estado plurinacional de Bolivia (las repúblicas latinoamericanas distinguen mucho a los presidentes socialistas: a Sánchez con un collar, a González concediéndole la nacionalidad colombiana y a Zapatero lo va a apadrinar un día Maduro).
Con esa base, el señor presidente del gobierno no puede ser ni un economista común ni un socialista al uso. Porque usted puede ser economista y puede ser también socialista. Pero una vez que usted está en posesión de esos dos orgullos, vaya ahora a conseguir un collar de la Orden del Cóndor de los Andes. Ah, eso ya es otra cosa. Verá usted que eso no se resuelve estudiando en la Universidad ni afiliándose a un partido. Para eso hay que tener una personalidad muy destacada, un mérito superior al que no se alcanza fácilmente. Ejemplo de ello son quienes antecedieron al señor Sánchez en tan alta distinción como, entre otros, Alfredo Stroessner, dictador paraguayo, Sukarno, dictador indonesio e inventor de la democracia dirigida, Obiang Nguema, dictador ecuatoguineano, Nicolás Maduro, dictador venezolano, Haile Selassie, emperador de Etiopía, Pedro Castillo, presidente del Perú hasta que intentó disolver el Congreso y fue destituido y detenido por la policía. Y también el Papa Bergoglio, representante actual de la única dictadura electiva del mundo.
Y ahora se pretende desprestigiar a este hombre con la idea desvariada de que gasta el dinero público en chiringuitos y viaja en Falcon del dormitorio a la cocina. Pues no. Una personalidad así no tiene más que cualidades. Bien lo sabe él. Miren ustedes alrededor a ver si conocen a alguien que esté en posesión de un collar con compañeros tan relevantes como los citados más arriba.