
Pedro Sánchez consiguió ganar la moción de censura a Mariano Rajoy en 2018 con el apoyo de partidos muy ideologizados y radicales. Se le auguraba una vida corta al estar maniatado por partidos heterogéneos, pero consiguió mantenerse en el poder hasta hoy. Podemos le condujo hacia políticas extremas y no podía romper la coalición porque lo conducía a unas elecciones generales.
Recordemos la batalla política con Podemos por la revisión de la ley del Sí es Sí y las continuas derivas hacia una izquierda dura. Pedro Sánchez, con su insistencia en mantener la coalición con Podemos y el apoyo a los políticos catalanes que defendían el independentismo, se condujo a su desprestigio y la pérdida de la centralidad.
Era inevitable que perdiera muchos apoyos de sus votantes de la izquierda moderada y del centro, pero no podía evidenciarse hasta que se llevara a cabo una contienda electoral. Esta evidencia la tuvo ayer al comprobar el resultado de las elecciones municipales y de las autonomías donde se elegían nuevos líderes.
La realidad se impuso de un modo rotundo. Desapareció Ciudadanos, la izquierda radical perdió drásticamente apoyo electoral y la derecha, en sus dos vertientes PP y Vox, venció de un modo inapelable.
Desaparecieron las excusas, los argumentos justificadores de la derrota y a Sánchez solamente le cabían tres salidas. Una posibilista pero imposible, que era romper la coalición con Podemos y gobernar en solitario, así que solo le quedaban dos: La primera seguir gobernando hasta diciembre como si nada hubiera ocurrido, o bien convocar de inmediato nuevas elecciones.
Si seguía gobernando con Podemos, sufriría un tremendo desgaste que le conduciría hacia la inanidad porque sabía que Podemos no modificaría su política, al contrario, la radicalizaría. Con ello acabaría de perder muchos apoyos que todavía posee. Sánchez es un hábil político y al final solamente le quedaba el convocar elecciones.
Con esta decisión evitaba continuar gobernando con sus socios actuales y proporcionaba una imagen de buen hacer al solicitar del país un voto de confianza e intentar reunir el voto de todos aquellos ciudadanos de izquierda y centro izquierda para que le proporcionaran suficiente fuerza política para gobernar en solitario.
Ahora veremos a un Sánchez virginal que venderá todas las medidas que ha tomado como positivas para el país y si no ha podido hacerlo mejor ha sido por que sus socios no le han dejado.
El PP ha recogido el voto desilusionado de Sánchez, el voto de la derecha y del centro derecha. A partir de ahora, si quiere gobernar debe mantener su moderación y demostrar que la sociedad debe apoyarle para conseguir desarrollar una sociedad sin muchos sustos, sin medidas radicales.
El ciudadano medio no es radical y desea una sociedad que evolucione sin sobresaltos ni cambios bruscos. Sánchez y su coalición con Podemos se han olvidado de la clase media, del emprendedor, del pequeño ahorrador, han cuestionado la propiedad privada al limitar los derechos de los propietarios, han descuidado la enseñanza pública -prueba de ello es la disminución de calidad y preparación de nuestros estudiantes-, ha menospreciado los valores tradicionales tales como la familia, el esfuerzo individual, las expectativas de futuro para los jóvenes, centrando sus políticas en sectores sociales y culturales minoritarios.
Bajo la presidencia de Sánchez se ha hecho evidente el gran fracaso institucional de la democracia española que es la justicia. No hay escusas, la responsabilidad recae sobre quien tiene el poder, el Presidente del Gobierno. Tema que sigue sin resolverse.
En fin, Pedro Sánchez, político inteligente, ha tomado la única decisión posible en democracia, que el pueblo hable.
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