
Se ha desatado otra fiebre del oro? El hecho de que el mítico metal se sitúe próximo a sus máximos históricos y que muchos pregonen sus supuestas virtudes como activo seguro le dota, aparentemente, de un enorme atractivo. Pero, cuidado, para negociar con oro es necesario sincronizarse a la perfección con las oscilaciones del mercado. Si no, puede jugar en su contra, así que, si no puede predecir la evolución de la bolsa, no debe intentarlo con el oro. A continuación, les mostraré el motivo.
La popularidad actual del metal amarillo se debe a su tendencia al alza, con una subida del 8,6%, en dólares (7,5% en euros) entre el 1 de enero y finales de mayo, que aupó su cotización hasta los 2.000 dólares por onza a principios de este mes. De hecho, para muchos se ha convertido en una preciada cobertura después de que las recientes quiebras bancarias y las grandes caídas de la renta variable en 2022 avivaran el miedo.
Sin embargo, antes de comprar oro, hay que conocer cómo se comporta, teniendo en cuenta que, por ser una materia prima, no genera beneficios o dividendos ni tiene capacidad de adaptación. Es cierto que, durante la corta trayectoria del euro, el oro ha batido al Ibex 35, pero esto es, en parte, una casualidad y, en parte, fruto del fuerte sesgo de la bolsa española hacia los bancos y los servicios públicos. Si tomamos como referencia períodos y mercados más amplios, desde 1974, año en que el patrón oro perdió definitivamente su vigencia, el áureo metal ha registrado una rentabilidad anualizada del 5% (en dólares), mientras que la del índice S&P 500 de Estados Unidos es del 11,9%, más del doble. Incluso los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años han cosechado desde entonces una rentabilidad total anualizada (que incluye los rendimientos y la variación del precio) del 6,7%.
En cualquier caso, ¿estas escasas ganancias se ven compensadas por una supuesta estabilidad? No. Para demostrarlo, analizaremos la desviación típica a 1 año en dólares (un indicador de la volatilidad anual de la rentabilidad respecto a su media). La desviación típica de los bonos estadounidenses es, como cabría esperar, baja, del 8,3%. La renta variable estadounidense es conocida por su notoria "volatilidad", por lo que su desviación típica del 15,2% no nos sorprende; sin embargo, la del oro es la más elevada, con un 18,6%.
Lo cierto es que, para obtener beneficios con el oro, elegir el momento oportuno es decisivo. Las ganancias pueden ser grandes, pero esporádicas, ya que se alternan con períodos de estancamiento y caídas, como demuestra su reciente subida por encima de los 2000 USD. Desde su máximo de agosto de 2020, donde alcanzó los 2067 dólares, el oro se ha mantenido prácticamente plano durante 34 meses. Entretanto, la bolsa estadounidense se ha revalorizado un 29,4% (en dólares), pese al mercado bajista de 2022, y la española, un 47,4% (en euros).
Este fenómeno no es nuevo. Tras su auge a finales de los setenta, el oro alcanzó su máximo de 850 dólares el 21 de enero de 1980, y no volvió a ese nivel hasta el 2 de enero de 2008. Transcurrieron 28 años. Desde ese punto ascendió hasta otro máximo histórico de 1.895 dólares el 6 de septiembre de 2011. Los analistas le auguraban un mayor recorrido al alza, sobre todo por la crisis de deuda en la eurozona y los temores suscitados por el sector bancario, mientras España se sumía en un mercado bajista en medio de una intensa corrección mundial. En cambio, el oro cayó un 45% hasta su mínimo de 2015 y no recuperó la cota de los 1895 dólares hasta octubre de 2020.
Así pues, aunque anticiparse a las oscilaciones del oro sea clave, este solo ha obtenido ganancias en poco más de la mitad de los períodos móviles de doce meses desde 1974. La bolsa española lo ha hecho con una frecuencia relativamente mayor, en el 62% de los períodos, y la estadounidense, en el 81% de ellos (de nuevo, observamos el sesgo sectorial). Por lo tanto, aunque no pueda predecir el comportamiento de la renta variable mundial, esta juega a su favor a largo plazo. Por el contrario, el oro carece de utilidad más allá de la joyería, conque su fluctuación depende, sobre todo, de las oscilaciones del sentimiento, y eso dificulta la previsión de su comportamiento.
Pregúntese por qué le interesa el oro. Para muchos, son los brillantes resultados que ha obtenido recientemente. No obstante, perseguir valores de moda nunca es buena idea. Para otros, es la protección que ofrece frente al mercado bajista y la inflación.
Estos argumentos, con todo, quedaron refutados en 2022, cuando, tras la invasión rusa de Ucrania, el oro registró un repunte histórico en euros el 8 de marzo para caer, en paralelo a la renta variable, y tocar fondo algo más tarde. Desde su punto mínimo, el oro no ha dejado de subir, al igual que las bolsas de España y Estados Unidos, pero una buena cobertura no debería oscilar al compás de las acciones.
Por otro lado, mientras en España la inflación promediaba un nada desdeñable 9,4 % interanual, el oro prolongaba su descenso de 2022. Y, si pensamos en los largos períodos en que el oro no se revalorizó, la inflación tampoco fue nula o negativa en España en ninguno de ellos. Es decir, el oro perdió poder adquisitivo, por lo que no sirvió de cobertura.
¿Y las acciones de empresas de oro? Estas pueden ofrecer dividendos e incorporan las ventajas del capitalismo a las materias primas. Sin embargo, forman un grupo más volátil que el conjunto del mercado, el grueso de sus alzas tiende a concentrarse en los primeros compases de los mercados alcistas y suelen comportarse como los títulos de menor capitalización del sector valor.
En resumen, si es capaz de predecir las oscilaciones del oro, no necesita mi consejo, pero, para la mayoría de los inversores, la renta fija y la renta variable son más adecuadas.