Sánchez quiere emular la jugada de las elecciones legislativas de 2019, cuando aprovechó la foto de las tres derechas (PP, Ciudadanos y Vox) en la manifestación de la plaza de Colón madrileña, bajo una enorme bandera de España, para adelantar los comicios. En aquella ocasión, antes consultó a sus dos personas de mayor confianza, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos. Ahora tomó la decisión en soledad y luego lo debatió con María Jesús Montero, número dos del POSE; Félix Bolaños, ministro de Presidencia; Óscar López, jefe de Gabinete, y Santos Cerdán, secretario general del PSOE.
Lo primero que llama la atención es que un presidente tan demócrata como él, que presume de buscar consensos y rodeado de cientos de asesores, al final prescinda de todos ellos en un momento tan trascendente. Lo segundo que sorprende es la ausencia de la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, que al día siguiente filtró que no iría en las listas. No me extraña que intente buscarse la vida lejos de Sánchez, que ni siquiera se acordó de ella en un momento tan importante. Y más cuando, el presidente volverá a situar a la economía en el centro de su campaña.
Tampoco la portavoz de los socialistas y ministra de Educación, Pilar Alegría, ni la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, se enteraron hasta el día siguiente cuando fue a comunicar la convocatoria de elecciones a su Majestad el Rey Felipe VI.
El líder socialista justificó el adelanto ante la necesidad de detener la ola conservadora (el primer ministro griego, Kiriakos Mitsotakis, acaba de arrasar en las urnas a Syriza, la coalición de izquierdas de Alexis Tsipras tras el ascenso al poder de la ultraderechista Giorgia Meloni en Italia).
Está convencido de que sus medidas económicas están provocando un tirón de la economía (aunque sea la última en recuperar el PIB pre-Covid gracias a los fondos europeos) y pretende movilizar a la izquierda para que vaya a las urnas a defender sus reformas de pensiones o de vivienda, de las que está muy satisfecho. Para conseguirlo, intentará revivir en el imaginario colectivo el fantasma de la unión entre la "extrema derecha" con "la derecha extrema" para repetir el éxito de la foto de Colón.
Su análisis de los datos electorales es que los socialistas mantuvieron el apoyo popular en los comicios del 28-M, pese a perder siete autonomías y varios ayuntamientos señalados como Sevilla o Valencia y no lograron recuperar el de Barcelona. En Andalucía, donde obtuvo su peor resultado, perdió 133.548 votos con respecto a las municipales de 2019, pero ganó 417.000 si se compara con las autonómicas de 2022. En la Comunidad Valenciana, el partido de Ximo Puig avanza unos miles de votos, al igual que ocurre en otras autonomías como Aragón o Extremadura, en las que dejarán el Gobierno.
La salida de las administraciones se debe al batacazo de Podemos, que no logró siquiera representación en Madrid y en la Comunidad Valenciana. Por eso está convencido de que el resultado de las generales dependerá de la movilización de ese voto de izquierda al grito de "no pasarán, que viene la ultraderecha". Aunque eso va a depender más que de él de que Yolanda Díaz logre una alianza con Podemos antes del 9 de junio.
Es cierto que la economía aguanta mejor de lo previsto. Las previsiones eran que entraría en recesión en el último trimestre del año pasado o en el primero de éste y ni una cosa ni la otra ocurrió. La clave está en el desempleo, que se ha mostrado resistente en los países desarrollados, como señala el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sánchez aprovecha el tirón del verano y evita los riesgos de recesión que se auguran a fin de año
Los expertos insisten, sin embargo, en que el riesgo de recesión se retrasa, pero no desapareció del horizonte. Lo trasladan de nuevo al último trimestre de este año o primer semestre del que viene.
El adelanto pergeñado por Sánchez está bien pensado desde ese punto de vista porque permitirá esquivar las incertidumbres de los próximos meses y aprovechar el tirón de aquí al verano, con el récord del turismo.
Consciente de que el partido está por jugar, el candidato del PP proscribirá la palabra recortes porque es consciente de que la batalla se concentrará en las reformas de pensiones, de vivienda y en el laboral. Su intención a priori no es suprimirlas, pero sí introducir ajustes para mejorarlas. Así, se mantendrá su indicación al IPC acordada en el Pacto de Toledo, pero se revisará su sostenibilidad mediante la subida solo de cotizaciones sociales diseñada por Escrivá o la supresión de los incentivos fiscales a las aportaciones a los planes de pensiones.
En el ámbito laboral, están en el punto de mira los fijos discontinuos, una manera de engordar artificialmente el empleo a costa de una mayor fragmentación de los contratos, como se ve por la reducción de las horas de trabajo. Los populares confían en que los sindicatos respeten el pacto trianual con la patronal para subir los salarios y mantener la paz social durante los primeros años de Gobierno.
Nuestro país escapó a la conflictividad social por la subida de los salarios sufrida en Francia o Reino Unido. Pero la complicidad con los sindicatos pasará factura a Sánchez porque propició esa pérdida de poder adquisitivo al facilitar que las remuneraciones de los trabajadores hayan mejorado mucho menos que la inflación. España es el país que más renta per cápita pierde de la OCDE, con el 17% en el último año, según el organismo multilateral.
Feijóo y Sánchez se medirán en una lucha sin igual en la campaña electoral del 23-J
Sánchez se gastó más de 30.000 millones en su primer paquete de ayudas para combatir la crisis de Ucrania, que en su gran mayoría llegaron a las clases medias y altas en lugar de a las bajas. El ejemplo más claro es el de la rebaja de los combustibles en 20 céntimos o la del IVA de la luz, los mayores consumidores son los de mayor poder adquisitivo, en lugar de las clases medias y bajas.
En el segundo tramo de ayudas aprobado a principios de año, la rebaja del IVA de los productos básicos apenas tuvo efecto en el bolsillo de los ciudadanos, mientras que las carnes y pescados, los dos productos con mayores alzas en la cesta de la compra, escaparon de las rebajas fiscales. Ahora ya es tarde para corregir estos errores porque Europa ha pedido suprimir todas las subvenciones este mismo año, excepto las dirigidas a los más vulnerables.
De todas maneras, la mayor metedura de pata de Sánchez no viene del lado económico, sino del político. La ley del sí es sí, que facilitó la rebaja de cientos de penas por agresiones sexuales, los continuos conflictos con Podemos y, en última instancia, los acuerdos con Bildu dieron el golpe de gracia a su Ejecutivo. Hasta el punto de que el presidente se planteó en la noche electoral disolver la coalición o hacer un cambio radical de su Gobierno, expulsando a Ione Belarra e Irene Montero.
El pacto con Podemos le obligó a radicalizar su discurso y asumir políticas como el tope a los alquileres, que está disparando los precios de éstos y de las viviendas, o una legislación favorable a los okupas, que colma los nervios de los ciudadanos. La vivienda social y la lucha contra la ocupación serán precisamente dos de los puntos fuertes del programa económico que prepara el PP.
Alberto Núñez Feijóo está obsesionado con mantener a raya el gasto público y lo primero que pedirá si llega al poder será una auditoría de las cuentas de Sánchez, después de la experiencia de Rajoy, que se encontró con un déficit del 11%, mucho mayor del reconocido oficialmente.
Los primeros análisis del equipo económico encabezado por Juan Bravo apuntan a que existe un gran margen para recortar el tamaño de la Administración pública sin usar las tijeras, mediante una reducción natural gracias a la jubilación de casi un tercio de la plantilla hasta 2030. El objetivo es crear una Administración moderna y ágil en la que muchas tareas de los funcionarios sean sustituidas por la digitalización.
En el PP creen que los resultados electorales son ya irreversibles, porque el ciudadano se siente víctima de la inflación y de la pérdida de poder adquisitivo y culpa de ello a Sánchez. Esperan arrasar en las urnas el próximo 23-J con más de 160 escaños, que les permita gobernar en solitario. Y para ello confían en la Santísima Trinidad. "Siempre que ganamos en Madrid, Andalucía y Valencia, las tres autonomías más pobladas después de Cataluña, entramos en el Gobierno", vaticinan. Ya se verá.