Opinión

El BCE cumple 25 años: probado y listo para lo que venga

  • Duisenberg y Trichet mantuvieron la inflación justo por debajo del 25
Sede BCE en Alemania. Alamy

El Banco Central Europeo, con 25 años, ha alcanzado mayoría de edad. Pero es, con mucho, es el más joven de los principales bancos centrales y el único sin un gobierno federal a sus espaldas. 

En este tiempo ha navegado con éxito en la crisis de la euro zona, que amenazaba la existencia de la moneda única, con una reputación fortalecida, lo que ha ayudado a mejorar la cohesión e integridad.

Sin duda, en el camino ha habido errores. Pero el BCE y sus responsables han demostrado capacidad para corregir. También han demostrado ser expertos en desarrollar nuevas herramientas de política monetaria.  Han tenido el olfato político necesario para forjar un BCE independiente y creíble. Ello genera confianza respecto a su capacidad para adaptarse y hacer frente a este período de inflación estructuralmente más alta. Aunque en el último año ha acometido los aumentos de tipos de interés más rápidos de su corta historia, los mercados financieros se han mantenido estables y los diferenciales de rentabilidad a vencimiento respecto a la deuda alemana, que los inversores exigen a la de países del sur de la euro zona, como Grecia, no se han disparado, superando las expectativas de los observadores más optimistas, como nosotros.

Su mayor logro en este tiempo ha sido salir de la sombra del Bundesbank alemán, en el que se había se basado, para establecerse como verdadero prestamista de último recurso para bancos y gobiernos de la euro zona. No ha estado exento de dolor. Pero en el proceso las correspondientes políticas han creado una euro zona más robusta y un BCE endurecido, que los mercados financieros han aprendido a evitar desafiar.

Comenzó su andadura en 1998, con plenos poderes desde el 1 de enero de 1999 con el euro presente en once países. Los primeros años se centró en la estabilidad de precios con su primer presidente, el holandés Wim Duisenberg y su sucesor francés, Jean-Claude Trichet, a quien le gustaba enfatizar: "Solo soy la aguja en nuestra brújula, la estabilidad de precios".  Ambos tuvieron éxito y bajo su supervisión la inflación promedió quedo justo por debajo de 2%. Pero hubo un error de juicio en 2011, cuando el BCE elevó los tipos de interés varios trimestres. Tuvo que recortarlos el mismo año, cuando la economía se desplomó.  El caso es que el entonces gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, quien más tarde introduciría la "orientación a futuro" en las comunicaciones, no se opuso a las alzas de tipos de interés. El caso es que a medida que surgían los problemas respecto a la deuda de Estados de la zona euro, hubo renuncias de alto nivel.

Luego, estalló la crisis de la euro zona. Los diferenciales de rentabilidad a vencimiento de los bonos de países de la periferia explotaron, una amenaza existencial para el proyecto del Euro. La aplicación de políticas fiscales de austeridad de los gobiernos del sur, que buscaban recuperar la confianza del mercado, exacerbó un entorno des inflacionario. Ello permitió al BCE diseñar y poner en marcha medidas excepcionales. La alternativa habría sido permitir que la deflación se afianzara, lo que habría ido en contra del mandato de estabilidad de precios.

Así que el BCE, con el italiano Mario Draghi ya como tercer presidente, aumentó la liquidez. Draghi había prometido en 2012: "El BCE, en su mandato, está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro ...Y créanme, será suficiente".  Tras un amargo debate entre "halcones" y "palomas", surgió la nueva herramienta de política monetaria: "Transacciones Monetarias de Compra Directa", que permitió a la institución monetaria compras ilimitadas de bonos de los gobiernos, con la condición de que los países adoptaran planes de reforma.  Esa "condicionalidad" ha ayudado a las economías más débiles, y ha estabilizado la unión monetaria, ahora con veinte miembros.  Incluso el BCE ha resistido los desafíos legales del Tribunal Constitucional de Alemania respecto a los programas de compra de bonos.

La sucesora de Draghi, la francesa Christine Lagarde, solo meses después de asumir la presidencia, cometió un error en 2020, al indicar que no era papel del BCE "reducir el diferencial" de rentabilidad a vencimiento en los mercados de deuda soberana, lo que sacudió a la deuda italiana.  Pero se apresuró a corregir.  Incluso lanzó un programa de compras de emergencia pandémica, para reducir los costes de endeudamiento y aumentar el crédito.  Desde entonces, ha reconstruido la unidad en el Consejo de Gobierno del BCE y lidera la lucha contra la inflación, a la que ha llamado "monstruo al que tenemos que golpear en la cabeza", hasta ahora sin recesión (aunque Alemania ha entrado en recisión técnica).  Dado el pedigrí acumulado en estos 25 años, confiamos en que encuentre nuevamente la forma de acabar con este entorno de inflación persistente.

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