Tras la quiebra de Silicon Valley Bank (SVB) en Estados Unidos y con Credit Suisse en el punto de mira a este lado del Atlántico, habían surgido voces en el mercado que pedían una moderación en la hoja de ruta del Banco Central Europeo.
De hecho, el mercado ya esperaba una subida de sólo 25 puntos básicos en el precio del dinero. Pero el BCE ha ignorado el peligro de un efecto contagio en la banca europea confirmando un alza de los tipos de 50 puntos tras su reunión de ayer. Con ello, el organismo presidido por Christine Lagarde ha dejado claro que su gran objetivo sigue siendo controlar una inflación persistente que está lejos de estar en los niveles que considera normalizados (en el entorno del 2%-3%). De hecho, en sus previsiones, el BCE revisa a baja su expectativa sobre los precios, pero aún los sitúa en el 5,3% a final de año. Además eleva al 4,6% la tasa subyacente (sin energía y alimentos frescos), por encima de la previsión de diciembre. Pero, además, al mantener firme su hoja de ruta contra el IPC, el BCE también ha mandado un nítido mensaje al mercado, descartando una crisis bancaria en Europa. Por si fuera poco, el vicepresidente Luis de Guindos ha insistido en la solidez de la banca europea, destacando también que el eurobanco cuenta con sobradas herramientas para brindar apoyo de liquidez al sector si fuese necesario. En definitiva: el BCE hace lo correcto al no dejarse llevar por la incertidumbre generada en los mercados por una posible crisis bancaria y ha dejado claro que el problema de la eurozona está en la desbocada inflación. De hecho, si hubiera cedido a las presiones, habría mandado un mensaje equivocado, aumentando el temor sobre el sector financiero europeo.