Opinión

Ferrovial: 'álea iacta est'

  • Es deleznable que el Gobierno se inmiscuya en las decisiones de una empresa privada

Antes del nacimiento de Cristo, Julio César era el precónsul de la Galia, durante su estancia se produjeron una serie de revueltas en Roma llevando las mismas a una situación política muy difícil en la ciudad estado. En aquellos momentos, Julio César decidió tomar cartas en el asunto y con sus legiones acudir a Roma. Para ello debía cruzar el rio Rubicón –en Roma los ríos eran fronteras que no se debían cruzar- pues era, como en este caso declarar la guerra a la todopoderosa Roma.

A la cabeza de las legiones, Julio César llego al río Rubicón, un pequeño río con bajo caudal. Sabía que si pisaba la otra orilla declararía la guerra a Roma. Julio César cruzó el río, y en ese momento es cuando se le atribuye la histórica y famosa frase de 'álea iacta est', que en castellano se ha traducido como la suerte está echada. Julio César acaba de declarar la guerra a Roma, una guerra civil que se saldaría con la victoria de mismo.

Este hecho histórico, conocido y famoso, se me ha venido a la cabeza esto días con lo que ha ocurrido con la multinacional española Ferrovial. Parece ser que con D. Rafael del Pino, presidente de la compañía española, apoyado por el voto positivo de la Junta General de Accionistas celebrada esta semana, ha cruzado su propio Rubicón al trasladar la sede social de la empresa a Holanda. La decisión parece haber levantado una guerra entre nuestro Gobierno y D. Rafael del Pino, la cual viene de antaño.

Desde febrero de este año, donde se hizo pública la intención del Consejo de Administración de la empresa, nuestro Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, inició una incruenta arremetida contra la firma. En primer lugar, es absolutamente deleznable que el gobierno de una nación se inmiscuya en las decisiones de una empresa privada, más aún cuando nuestra nación pertenece a la Unión Europea donde el movimiento de personas, capitales y mercancías está absolutamente garantizado, siendo además una columna básica de la construcción comunitaria.

Nuestro Gobierno ha llamando antiespañol a D. Rafael del Pino; pues no, el antiespañol no es este empresario, el daño a nuestra reputación como país lo ha hecho el propio Gobierno español con su actuación intimidatoria hacia una entidad privada. Toda la comunidad empresarial y las propias naciones habrán tomado buena nota de un hecho como el descrito anteriormente, un gobierno entero contra la decisión de una entidad privada y encima enmarcada dentro de la Comunidad Europea.

Los pocos miembros del Ejecutivo de los cuales tenía una buena opinión por su brillante trayectoria y seriedad mostrada antes de entrar en el 'Gobierno Frankestein', como la Sra. Nadia Calviño o el Sr. José Luis Escrivá, han lanzado mensajes que evidencian un muy mal comportamiento y actitud. De otros miembros, la mayoría de ellos, como de la Srta. Ione Belarra, lo único que espero es que siempre estropeen con sus declaraciones todo; aquí no he tenido ninguna sorpresa, lógicamente. Por cierto, si esta decisión de la empresa era tan importante para nuestro país, el presidente Pedro Sánchez debió haber cogido el teléfono a Del Pino durante los últimos cuarenta y cuatro días. Bien haría este nefasto Gobierno -espero que sirva para otros Ejecutivos- en corregir estas actitudes matonescas y mafiosas que solo perjudican nuestra reputación como país, algo intolerable. Recomiendo que, en lugar de las bravatas lanzadas, vea, analice y copie lo que ha venido haciendo Países Bajos para lograr un hábitat amigable para las empresas, atrayendo sus sedes cerca de sus costas gracias y creando un clima de absoluta seguridad jurídica.

Como comenté aquí recientemente, la decisión tomada se ajusta totalmente a derecho, además de gozar de una actitud totalmente congruente económicamente para la misma. Ferrovial es propiedad de sus accionistas, entre los cuales se encuentra el referido Sr. del Pino, bien hacen en buscar el crecimiento, fortalecimiento, rentabilidad, internacionalización, mejora en la obtención de nueva financiación y seguridad jurídica para su empresa. La decisión es de manual básico de gobernanza o buenas prácticas para una empresa.

Una de las amenazas chulescas y mafiosas se ha centrado en la fiscalidad. Ferrovial no cambia su residencia por esta cuestión, pues el ahorro es nimio. Además, se descuelgan con un vigilancia y revisión extrema de la fiscalidad a la que ha estado sometida la empresa. La operación que lleva a cabo, es la de la absorción de la matriz por una filial constituida por la misma en Holanda, la cual es conocida como sucesión universal, donde los activos se transmiten en su totalidad en un solo acto. Esta actuación lleva a una neutralidad fiscal, neutralidad que se traduce en no pagar impuestos, algo que si se haría en caso de que la transmisión fuera una a una. No, Ferrovial no va a pagar ni impuestos directos ni indirectos por su movimientos. Al ser, además, de una lógica económica aplastante -como he comentado- no existe presunción de evasión, algo establecido por la propia legislación europea.

La suerte de Ferrovial está echada, como Julio César, la empresa ha ganado su particular guerra contra este indigno Gobierno que tenemos por estos lares, para sufrimiento de toda persona física y jurídica privada que esté en este país.

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