
Más de 1,25 millones de ocupados empezaron un nuevo trabajo en el último trimestre de 2022 en España, el 6,1% del total. Un dato que está situado entre los mayores de toda Europa y que sería una excelente noticia para nuestro mercado laboral si no fuera porque en el mismo periodo se da un incremento similar de desempleados.
En concreto, 1,18 millones de trabajadores se fueron al paro, el equivalente al 5,8% de la ocupación y el dato más elevado de toda la Unión Europea. Pero además, el mero hecho de que ambos porcentajes (recién empleados y desempleados) sean proporcionales, solo hay tres décimas de diferencia entre ambos, resulta una negativa anomalía en el continente.
No en vano, en el resto de países, el volumen de nuevos ocupados es muy superior al de los parados más recientes. Esta desproporción es muy positiva, ya que refleja dinamismo del mercado laboral, y una mayor capacidad para crear empleo que para destruirlo. Por desgracia, en España eso no ocurre y por eso se mandan a casi tantos trabajadores a engrosar las listas del paro como los que se contratan.
Esto explica por qué nuestra tasa de desempleo sigue estancado en el 12%. Pero la elevada rotación que se da en nuestro país también da muestras de la calidad real del empleo que se crea. Sin duda, la reforma laboral ha logrado reducir la temporalidad de los contratos. De hecho, esta categoría ha pasado de 9 de cada diez en 2020 a solo 6 de cada diez en la actualidad.
Pero eso no ha ido acompañado de una mayor estabilidad y menor volatilidad en el empleo. Se demuestra así que la normativa es insuficiente para resolver las asignaturas pendientes del mercado de trabajo. Y lo seguirá siendo si se penaliza el empleo calidad, elevando los costes salariales para las empresas.