Envueltos en una enorme cantidad de mentiras, Sánchez y sus mariachis se disponen a reformar el Código Penal al gusto de los separatistas catalanes.
Los sucesos que se desarrollaron antes y después del referéndum del 1-O fueron mucho más que una mera crisis de orden público: supusieron un auténtico atentado contra la Constitución, por lo que difícilmente se pueden considerar desproporcionadas las penas que se les impusieron.
Los protagonistas de aquel levantamiento que consistió en desconectarse del resto de España lo hicieron desoyendo los avisos de los letrados del órgano legislativo; tampoco hicieron caso a las variadas resoluciones judiciales dictadas por diferentes tribunales de justicia, incluido el Tribunal Constitucional. Además, aprovecharon su situación privilegiada en las instituciones para desviar ilegalmente fondos públicos para conseguir sus objetivos anticonstitucionales.
El Gobierno de la nación se vio obligado a trasladar efectivos policiales a la comunidad autónoma catalana para abortar el levantamiento que estaban instigando los separatistas desde las instituciones autonómicas en las que estaban instalados. Las pésimas condiciones en las que fueron enviadas a Cataluña aquellas fuerzas policiales serán recordadas como una de las páginas más indecorosas de nuestra historia reciente.
El ablandamiento penal respecto al delito de sedición no nos acerca a Europa, nos aleja de ella. Y yo, como tantos socialistas, me pregunto: ¿A cambio de qué se otorgan a los separatistas estos privilegios? Y no se me ocurre otra cosa que en ese intercambio los separatistas sólo ponen su apoyo a Sánchez en el Congreso de los Diputados. Apoyo que le hubieran otorgado en cualquier caso pues lo mejor que les puede pasar es tener a Sánchez en La Moncloa.
Luis Ventoso nos ha recordado que Salvador Illa, el líder socialista en Cataluña, supuesto partidario de la unidad de España, ha celebrado la decisión de su jefe de cargarse el delito de sedición para hacerles la vida más fácil a los golpistas como "un acto de sentido común". También ha repetido la mentira más manoseada de estos días: "Se trata de actualizar el Código Penal acorde a nuestro entorno europeo". Mentira. Si un mandatario alemán de uno de los länder se atreviese a declarar la independencia de su región como hizo Junqueras se pudriría en la cárcel. Y lo mismo ocurriría en Francia o en Italia.
En el mismo mitin barcelonés donde Illa defendió la aberrante reforma intervino también Pachi López, quien reprochó al PP que "no tiene visión de Estado". Él, que fue presidente vasco gracias al apoyo del PP.
Ese intento de rebajar penalmente lo que pasó en Cataluña no cuenta con el apoyo de muchos socialistas –veteranos o no- entre los que me cuento. Nicolás Redondo lo ha expresado así (y yo me sumo):
"Se trata nuevamente en esta ocasión de decidir entre mi condición ciudadana y el escorzo genuflexo que supone acceder a las pretensiones de los sediciosos por seguir 12 meses en el Gobierno. Nunca pensé que el PSOE fuera una aventura personal de nadie; ahora tampoco".
Da pena el profundo silencio que Pedro Sánchez ha impuesto dentro del PSOE y más aún dentro de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado. En efecto, se ha hecho realidad en el PSOE lo que Shakespeare puso en boca del moribundo Hamlet: El resto es silencio.