Tras una década en la que los costes de la mayoría de las materias primas han estado en niveles muy bajos, durante los últimos meses el mundo se ha enfrentado a un escenario completamente distinto. Con los precios del gas muy por encima de 30$ (en millones de BTUs) en Europa y el consiguiente aumento en el precio de la electricidad, la atención se ha vuelto hacia la producción de las materias primas y su importancia en el mundo que nos rodea. La opinión pública, después de muchos años centrada en el mundo virtual y en temas esotéricos como el metaverso o las criptomonedas, está redescubriendo el hecho de que las necesidades físicas de nuestro mundo material son absolutamente primordiales y que, además, no pueden darse por seguras.
Para Vaclav Smil, uno de los divulgadores científicos más famosos del mundo gracias a su enorme colección de libros publicados hasta la fecha, dicha falta de conocimiento sobre nuestro mundo material no es sorprendente. La mayoría de la población del mundo desarrollado (el 80%) vive en ciudades, cuyos trabajos en el sector servicios están muy alejados de las realidades asociadas con nuestras cadenas de producción. En su último libro publicado recientemente, How the World Really Works: A Scientist's Guide to Our Past, Present and Future, Smil nos trae una obra excelente con el fin de ayudarnos a entender mejor lo que él denomina el "mundo físico", así como lo que podemos esperar de nuestro ecosistema a futuro.
Aunque el libro está organizado bajo diversas temáticas (combustibles, alimentación, globalización, cambio climático, etc.), la obra está fundamentalmente construida sobre la importancia que tienen los combustibles fósiles en las sociedades modernas.
Para darnos cuenta del enorme impacto que han tenido en nuestros últimos 200 años de historia, hay que recordar que la población mundial en el año 1800 ascendía a 1.000 millones de personas, mientras que en el año 2020 ascendía a 8.000. Pero no solo hemos tenido que encontrar los medios para producir energía para más personas, sino que el consumo per cápita de energía (medido en gigajulios) pasó de 0,05 en 1800 a 34 en el 2020 (lo que equivale, para que los lectores se hagan una idea, a una tonelada y media de carbón térmico), haciendo que el consumo de energía mundial se haya multiplicado por más de 5.000 veces en tan solo dos siglos. Sin el uso de los combustibles fósiles hubiese sido imposible producir tal cantidad de energía de manera tan barata.
"Mientras que en 1800 se necesitaban 150 horas de trabajo humano por hectárea para obtener una tonelada de trigo, en 2020 dicho tiempo era inferior a 2 segundos"
La realidad de nuestro mundo intensivo en energía queda perfectamente resumida en el capítulo que trata sobre la producción de alimentos, probablemente el mejor capítulo del libro. En él, Smil realiza un auténtico tour de force para mostrarnos con claridad cuál es el coste energético de la comida que consumimos diariamente. Partiendo del hecho de que un litro de diésel contiene unos 37 megajulios de energía, Smil pasa a traducir la energía que necesita la producción de los alimentos en litros de diésel necesarios. Por ejemplo, el coste energético de producir una tonelada de trigo es equivalente a unos 100 litros de diésel, similar al coste de otros cereales básicos (maíz, arroz) y al de la soja. Y estos son los casos que podríamos denominar como eficientes. El coste energético de una tonelada de tomates, por ejemplo, puede llegar a ascender al equivalente de 500 litros de diésel, mientras que los de producir carnes o pescados están también en magnitudes similares (con la única excepción del pollo, que requiere de cantidades de energía sustancialmente menores).
¿De dónde proceden todos estos requerimientos energéticos tan elevados? La mayor parte del gasto energético viene de usos directos: combustible para poder operar la maquinaria agrícola, el transporte de la cosecha del campo a los silos (así como el consiguiente transporte del producto procesado a lo largo de la cadena de distribución), el secado del grano y el uso de las bombas de irrigación. Los usos indirectos son desde la producción de fertilizantes hasta la energía consumida en la producción de la maquinaria agrícola, así como otros materiales como en el caso de los plásticos. Estas elevadas (y crecientes) aplicaciones de energía sobre la producción de alimentos han desencadenado una mejora de productividades sin precedentes. En este caso, Smil vuelve a asombrarnos con su habilidad para manejar magnitudes, mostrándonos que mientras que en 1800 se necesitaban 150 horas de trabajo humano por hectárea para obtener una tonelada de trigo (o, en otras palabras, alrededor de 10 minutos de trabajo para obtener un kilo de trigo), en el 2020, gracias a la mecanización y al uso intensivo de fertilizantes, dicho tiempo se ha reducido a menos de dos segundos.
Aunque Smil muestra en el libro los riesgos del creciente uso intensivo de nuestro ecosistema, también muestra lo difícil que será la completa descarbonización de nuestras economías. Por ejemplo, lo que él llama los cuatro pilares fundamentales de nuestra civilización, que son el cemento (con un consumo mundial de 4.500 millones al año), el acero (1.800 millones), los plásticos (370 millones) y el amoniaco (150 millones), no tienen visos en las próximas décadas de convertir sus procesos de producción a energías verdes. Y, sin embargo, estos cuatro materiales fundamentales consumen actualmente el 17% de toda la producción de energía mundial y producen el 25% de todas las emisiones de CO2 al año.
"El autor no pretende en el libro ni ser pesimista (como los activistas que vaticinan un futuro apocalíptico) ni tampoco optimista"
Varias de las inherentes limitaciones de las energías renovables (así como la alta densidad energética del carbón y del diésel) son las principales razones por las que la descarbonización de las industrias anteriormente mencionadas tardará mucho en llegar. Por ejemplo, mientras que la energía nuclear genera electricidad el 95% del tiempo que está funcionando, dicho porcentaje cae al 45% en el caso de las mejores turbinas eólicas en alta mar o al 25% en el caso de paneles fotovoltaicos en climas soleados (o a un pobre 12% en países nórdicos). El caso de Alemania es paradigmático. Después de dos décadas de inversión constante en renovables, el peso de los combustibles fósiles en la producción total de energía ha disminuido solamente de un 84% a un 78%.
A pesar de dichos obstáculos, Smil apuesta por un enfoque "incrementalista" a la hora de descarbonizar nuestras economías, empezando por aquellas partes relativamente más sencillas de electrificar (como los coches eléctricos), y en cualquier caso ayudado por el aumento de la importancia de la energía nuclear. Como él mismo menciona, no pretende en el libro ni ser pesimista (como los activistas que vaticinan un futuro apocalíptico) ni optimista (como aquellos como Ray Kurzweil, cuyo libro reseñé en esta misma columna, que esperan un futuro en el que la tecnología resolverá todos nuestros problemas) sobre los desafíos futuros que esperan a nuestro ecosistema, sino simplemente contar los hechos tal y como son para poder adoptar las decisiones más acertadas.
Ficha técnica
Título: How the World Really Works: A Scientist's Guide to Our Past, Present and Future.
Autor: Vaclav Smil.
Editorial: Viking, 2022, pp.336, tapa dura.
Javier López Bernardo, PhD., CFA, es miembro de CFA Society Spain.