
Envidia sana daba ver en Italia a un Mario Draghi, en sus horas más bajas por la irresponsabilidad de sus socios de gobierno, anteponer los intereses del Estado a los suyos para viajar a Argelia y firmar un amplio acuerdo político y económico por el que el país norteafricano sustituirá Rusia como principal proveedor de gas y suministrará a los italianos un total de 25.000 millones de metros cúbicos anuales. Acuerdo al que ha seguido un segundo entre la compañía energética argelina Sonatrach, la italiana ENI y las francesas Total y Continental para convertir a Italia en el gran eje de conexión energética de Europa. Tratado del que se ha excluido a España y a las compañías españolas por los errores estratégicos de Pedro Sánchez.
Y mientras, aquí en España nuestro presidente se dedicaba a posar en los rescoldos de la España calcinada, pero sin aportar soluciones, además de a resucitar su particular Inquisición para seguir quemando en la hoguera a sus más directos colaboradores. Porque si en algo ha demostrado Sánchez ser un especialista consumado, aparte de en la propaganda, la mentira y la ausencia total de sentimientos, es por considerar a sus más directos colaboradores como kleenex de usar y tirar a conveniencia.
Así ocurrió con Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Iván Redondo o Arantxa González Laya. Y así, ocurre, ahora, con Adriana Lastra que, junto a los tres primeros citados fueron piezas esenciales en las primarias que le devolvieron la secretaría general del PSOE y en su ascenso a la Presidencia del Gobierno.
Porque sin poner en duda la veracidad del embarazo de riesgo de la dimitida exvicesecretaria general, voces autorizadas de Ferraz comentan que se trata de una dimisión forzada y tomada cinco minutos antes de que la cesaran y así explican que haya optado por abandonar el cargo en lugar de acogerse a una baja laboral y que mantenga su escaño como diputada. Recordar aquí, que los enfrentamientos de Lastra con el secretario de Organización, Santos Cerdán, la costaron su puesto como portavoz del Grupo Socialista, y que el nombre de Adriana había sido reivindicado por algunos altos cargos del partido como posible alternativa a un Sánchez hundido en las encuestas.
Comentaba Carlos Solchaga en una memorable entrevista en Vanity Fair, que el ex presidente Rodríguez Zapatero trataba a sus ministros "como secretarios". Y recordaba también el que fuera ministro de Industria y de Economía en los gobiernos socialistas de Felipe González, que "una de las facetas más importantes que denotan la capacidad de un dirigente es tener mejores colaboradores que uno mismo.
Una característica esta común a los grandes líderes políticos, económicos y sociales en cualquier época y lugar, que eligen a sus adjuntos entre los mejores sin miedo a que les hagan sombra, mientras que la historia y la experiencia demuestran que los mediocres se rodean de gente aún más mediocre. Y si algo no soporta Pedro Sánchez, como todos los autócratas, es que alguien le quite protagonismo o le haga sombra.
El mismo Sánchez que tras su regreso al liderazgo del PSOE, fulminó a todos aquéllos que no le eran adictos para formar un Comité Federal y una Ejecutiva de sumisos entre los que se encontraba la propia Lastra, que ahora será la cabeza de turco a la que responsabilizar de la debacle electoral en Andalucía, del hundimiento de la imagen y de la credibilidad del Presidente y de todos los males que aquejan al PSOE. Y algo similar podríamos decir de la también dimisión de la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, no menos servil y sectaria que Adriana, pero a la que parece se quiere seguir utilizando como titular de esa nueva Fiscalía de Sala de memoria democrática en el Tribunal Supremo.
Porque en el ADN de Sánchez no está el asumir responsabilidades ni figura la palabra dimisión. Siempre hay algún chivo expiatorio al que culpar de sus fracasos y de los múltiples males que aquejan al país. Cuando no es Franco, es Putin, y cuando no la oposición, los poderes económicos, los medios de comunicación, el cambio climático o los colaboradores que no hacen bien su trabajo. Todos menos admitir que el auténtico lastre hoy del PSOE y de España es precisamente, Pedro Sánchez, sus políticas y sus socios de gobierno y en el Parlamento.