
Cada vez que Italia se precipita en una crisis - y el país transalpino tiene una larga tradición en esto - se suele citar la frase del escritor Ennio Flaiano: "la situación política italiana es grave pero no es seria". Flaiano murió en 1972, pero su frase sigue siendo muy actual. No podría ser de otra manera al término de una legislatura protagonizada por el Movimiento 5 Estrellas (M5E), fuerza populista fundada en 2007 por el cómico Beppe Grillo en un multitudinario 'Vaffa day', un mitin para "enviar a la mierda" la clase política transalpina.
Tras ganar las generales de 2018 con un inesperado 32%, el Movimiento no tardó en asumir los tradicionales vicios de la clase política italiana: en cuatro años de legislatura ha gobernado con casi todos los demás partidos, en tres Gobiernos de orientación política diferente. La desilusión del electorado es enorme y se refleja en las encuestas: en caso de elecciones generales el M5E obtendría poco más del 10%, mientras el Movimiento ya ha sufrido varias escisiones, la última y más grave protagonizada por su antiguo jefe político y actual ministro de Exteriores Luigi Di Maio.
Frente a todo esto Giuseppe Conte, desconocido profesor de Derecho que los "5 Estrellas" convirtieron en Presidente de Gobierno y luego en el presidente de su Movimiento, no logra imponer su liderazgo entre las diferentes corrientes de diputados y senadores populistas. Los analistas políticos transalpinos indican que Conte - "un especialista del penultimatum", según le acusó el mismo Beppe Grillo - aún tendría la esperanza que, a pesar de la ruptura del pasado miércoles, el Gobierno de Draghi pueda seguir adelante. La cúpula del Movimiento populista no sólo es poco seria, sino tampoco entiende la gravedad de la situación. Hasta se podría reír sobre lo que hizo el ministro de Agricultura y senador del M5E Stefano Patuanelli: no votó la confianza a su propio Gobierno pero al mismo tiempo no dimitió.
No es sin embargo el primer episodio de la tragicomedia de los populistas italianos en esta legislatura: en el verano de 2019 el líder de la Liga, el derechista Matteo Salvini, por aquel entonces ministro de Interior, decidió anunciar la ruptura de la alianza con el M5E durante una fiesta en la playa. Salvini apostaba para capitalizar en elecciones anticipadas el óptimo resultado de las europeas: la jugada le salió mal, tuvo que pasar a la oposición y en tres años su partido ha perdido casi la mitad de los votos.
Ahora el enésimo golpe de cabeza de los populista llega en un momento muy delicado. Bajo los escombros de la crisis provocada por los "5 Estrellas", hay una economía que está intentando recuperarse a pesar del lastre de una deuda enorme. La deuda pública, tras la pandemia, ha superado el 150% del PIB; una situación aún más grave que la de 2011, cuando en Roma estalló la crisis de la prima de riesgo con un nivel del 120% con respecto al PIB. El plan económico, hundido el pasado jueves por el M5E, buscaba justo ayudar a familias y empresas frente a la inflación, con unos 10.000 millones de estímulos que ahora se han esfumado.
Mario Draghi protagonizará el próximo miércoles en el Senado un debate sobre la crisis, pronunciado un discurso de despedida que no parece dejar espacio para otras opciones. El exbanquero dejó claro varias veces que su estancia a la presidencia de Gobierno estaba vinculada con el proyecto de una mayoría de "unidad nacional" porque sólo el apoyo de casi el todo el Parlamento puede garantizar la agenda de reformas vinculadas con el plan europeo de recuperación. En vilo hay 40.000 millones de euros que Italia tiene que recibir en 2022. Pero esto ya no es un problema del ex presidente del BCE, sino de los partidos transalpinos: los mismos que el pasado febrero le negaron la elección a la presidencia de la República porque consideraban imprescindible su labor de primer ministro y fiador de los fondos europeos; los mismos que han pasado los últimos cuatro años entre peleas internas, escisiones, crisis y ahora ya calientan los motores para una nueva campaña electoral.