
Más de 100 millones de estadounidenses, es decir, más del 40% de la población del país, vieron el último episodio de la serie de televisión M*A*S*H en 1983. Un récord de audiencia que sigue vigente en la actualidad. A pesar del crecimiento de la población, apenas unos 50 millones de estadounidenses vieron el final de Friends. Más recientemente, The Big Bang Theory y Juego de Tronos atrajeron audiencias de unos 20 millones de espectadores cada una en los tres primeros días de emisión de su final, es decir, el 6% de los estadounidenses. Parte de este descenso obedece a causas tecnológicas: resulta más fácil ver los episodios que uno se ha perdido. Pero el motivo más importante es el aumento abrumador de canales y contenidos. En lugar de que todo el mundo vea los mismos programas, vemos la televisión de forma personalizada.
Esta divergencia también se da en las redes sociales, la política e incluso las inversiones. Durante décadas, la mayoría de los estadounidenses consideraban que el "mercado" era el índice Dow Jones. Poco a poco, el mercado pasó a incluir el S&P 500, el NASDAQ y las bolsas internacionales. La variedad de bonos disponibles se amplió para incluir hipotecas, empresas, productos estructurados, etc., lo que contribuyó a convertir al presidente de la Reserva Federal de EEUU en una figura pública de alto nivel. Las opciones con las que cuentan los inversores han seguido aumentando considerablemente, ante el crecimiento de clases de activos como el capital riesgo (private equity), el capital de inversión y las criptomonedas, junto con fondos dedicados centrados en sectores o temas específicos.
Por consiguiente, la experiencia de los distintos participantes del mercado varía mucho en función del «programa» de inversión que estén viendo. Los titulares pasivos de índices de acciones estadounidenses de gran capitalización han obtenidos rentabilidades espectaculares en los últimos años. Tras ir a la zaga, los fondos de materias primas y value están despuntando últimamente. En cambio, los valores tecnológicos de pequeña y mediana capitalización, las acciones meme, las criptomonedas y la biotecnología han caído con fuerza en los últimos meses.
Los especialistas a menudo pueden tener una falsa sensación de diversificación durante las fases de auge. El año pasado, hablé con inversores centrados en el sector tecnológico que consideraban las redes sociales, el comercio electrónico y el software empresarial como categorías totalmente distintas, y con fondos de criptomonedas que se protegían adquiriendo diversos altcoins y NFT. Sin embargo, cuando la corriente cambia, las diferencias sutiles suelen verse superadas. No se puede diversificar para salir de un único estilo de inversión.
Por ejemplo, los resultados finales de las compañías de biotecnología están sumamente descorrelacionados: la probabilidad de que la empresa A desarrolle con éxito un nuevo fármaco no suele estar relacionada con las oportunidades de la empresa B. Sin embargo, la cotización de
las acciones de más del 90% de las 188 empresas del índice S&P Biotech ha caído en lo que llevamos de año. De forma similar, el ETF ARKK invierte en temas muy diversos, como los coches eléctricos, el software, la medicina o Internet, entre otros. Sorprendentemente, sus 42 posiciones bursátiles sin excepción cayeron en enero.
Mientras tanto, aunque la correlación dentro de los factores ha aumentado, las correlaciones entre los factores han disminuido. Del S&P 500, las empresas más afines al growth se incluyen en el índice S&P Pure Growth y las más afines al value se incluyen en el índice S&P Pure Value.
Estos índices growth y value registran una correlación mínima histórica de casi cero, es decir, están totalmente descorrelacionados. Esto es sorprendente, ya que todas estas empresas no solo son valores estadounidenses de gran capitalización, sino también componentes del S&P 500. Aun así, estos dos factores se mueven de forma independiente.
Esta disminución de las correlaciones entre activos también puede observarse en otros ámbitos. Por ejemplo, la correlación entre las acciones y los bonos también es prácticamente nula en la actualidad, después de haber sido negativa durante la mayor parte de los últimos 20 años. Otras relaciones tradicionales se han debilitado; por ejemplo, las materias primas alcanzaron su máximo histórico a pesar de la fortaleza del dólar, algo inusual desde el punto de vista histórico. Por lo que respecta a la renta variable, los mercados emergentes han subido en lo que llevamos de 2022, contrarrestando la caída de EEUU.
El peculiar universo de inversión de tolerancia/aversión al riesgo, en el que las relaciones entre las acciones, los bonos, las materias primas y el dólar estadounidense eran estables en general, está siendo sustituido por un multiverso de inversión. Los distintos mercados están registrando ciclos de auge y caída en momentos diferentes, a medida que el capital y la atención de los inversores minoristas e institucionales van variando.
Este cambio genera nuevas oportunidades, ya que los flujos indiscriminados provocan ineficiencias en el mercado. El año pasado se produjeron varias burbujas en las que los precios de algunos activos subieron a niveles elevados poco sostenibles. Del mismo modo, su posterior desplome significa probablemente que algunos activos están infravalorados.
En una sola generación, nuestras opciones para ver la televisión por la noche pasaron de unos cuantos programas en horario de máxima audiencia a miles de opciones de todo el mundo disponibles al momento. De forma similar, en lugar de fijarse en un sector concreto, la diversificación de estrategias puede beneficiarse tanto de las menores correlaciones entre activos como de los rápidos cambios en los flujos del mercado.