Las nuevas previsiones de la OCDE dejan patente que el gran peligro para la economía mundial es la inflación. Este riesgo es aún más patente en la eurozona, al prever la organización la persistencia de los altos precios.
Tanto es así que augura que la tasa de IPC general será del 8,1% este año, para pasar al 4,8% en 2023. Más peligrosa aún es la tendencia de la inflación subyacente, que no tiene en cuenta la volatilidad de la energía y los alimentos frescos, que la OCDE sitúa en el 3,8% en 2022 y en el 4% para el próximo año. Uno de los mandatos del BCE es velar porque dicha tasa se sitúe siempre por debajo de la línea roja del 3%. De ahí que el mero hecho de que la inflación subyacente se cronifique y supere con creces dicho nivel aumenta la presión sobre la entidad y da alas a los llamados halcones del organismo. Esta facción, que está liderada por el vicepresidente Luis de Guindos, aboga por un endurecimiento monetario rápido, con subidas del 0,5% del interés hasta colocar los tipos entre un punto y punto medio a finales de año. Por el contrario, la presidenta Christine Lagarde aboga por tres alzas del 0,25% en 2022. Sin duda, una actuación más contundente del BCE permitirá afrontar con mayor eficacia el hándicap de los precios. Pero esto también supondrá un encarecimiento más rápido de las condiciones de financiación, lo que supone una muy mala noticia para economías tan endeudas como la española. Además, las alzas de tipos y los altos precios también pasarán factura al consumo que, según la OCDE, solo crecerá un 0,1% en el año tras hacerlo el 4,6% en 2021. Este frenazo de la demanda interna aumentará las debilidades que ya muestra la economía nacional, que tampoco podrá contar con el sector exterior como motor de crecimiento.