Opinión

No es de unas, es de todos

Quiero creer que la Sra. Calvo, ante este páramo huérfano de opiniones frescas que ofrecen los informativos, compartió conmigo ese hastío y decidió reclamar su cuota de protagonismo, si bien lo hizo de forma poco acertada. En efecto, la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Igualdad en funciones negó esta semana que el feminismo sea un movimiento transversal y nutrido de numerosas corrientes: "(…) no, bonita, [el feminismo] nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista (sic.)".

No es el momento ni el lugar para hacer una disertación sobre los orígenes históricos del feminismo, pero a nadie se le escapa que, desde luego, no son únicamente atribuibles al Partido Socialista. Tampoco seré yo quien ofrezca una definición alternativa de feminismo, precisamente por considerar que tal definición unitaria no existe: habrá feminismo allá dónde se avance en la igualdad real de mujeres y hombres, en derechos, deberes y oportunidades. Y ese avance podrá venir desde tradiciones políticas y filosóficas de distinto sesgo, en todo caso posiciones progresistas, pero desde luego no necesariamente socialistas. Este movimiento transversal es aplicable a todas las sociedades y momentos históricos, pasados y presentes, y no puede dejar a nadie fuera del mismo por su sexo o por su pertenencia a una u otra corriente de pensamiento, aunque algunos no dejen de intentarlo. En palabras de Indira Ghandi, "para liberarse, la mujer debe sentirse libre, no para rivalizar con los hombres, sino libres en sus capacidades y personalidad."

Habrá feminismo allá donde se luche por la igualdad de mujeres y hombres, ajeno a ideologías 

Dejando a un lado la desafortunada, por sexista, expresión "bonita" para rebatir una posición contraria, las declaraciones de la vicepresidenta denotan el ansia partidista de no dejar bandera sin conquistar para la causa propia, a ser posible, mediante KO del adversario, y que ha ido minando extraordinariamente nuestro edificio institucional durante la última década.

En los últimos años, los políticos españoles están perdiendo una oportunidad de oro de llevar al país donde la sociedad española les reclama. Una muestra tangible de este fracaso de nuestros dirigentes es que, mientras los españoles se esfuerzan por pasar página de los peores años de "corrupción y fraude" (este junio la corrupción y fraude estaba entre los principales problemas para el 25 por ciento de los españoles, frente al 63,8 por ciento a finales 2014), el indicador de los "políticos y partidos políticos" sigue una trayectoria inversa, repuntando hasta un merecido 32,1 por ciento de españoles que los considera unos de los principales problemas este mismo junio (el mayor porcentaje desde que comenzó la serie histórica hace casi 35 años). ¿Cómo pueden no sentirse interpelados?

Y esa oportunidad perdida, y el consecuente castigo de la sociedad, tiene entre sus causas precisamente la falta de escrúpulos a la hora de echar mano de símbolos que nos pertenecen a todos. No es el feminismo el primer ni el único caso. Existen otros ejemplos de esta lucha intestina como el fin de la banda terrorista ETA, los Pactos de Toledo o quién fue el responsable de no alcanzar un Pacto de Estado por la Educación en la anterior legislatura.

Los que formamos la sociedad civil debemos plantarnos ante estas actitudes excluyentes y reclamar verdadera generosidad entre la clase política. La sociedad española era y es abierta, inclusiva, solidaria, y así lo demostró a ojos de todos con una Transición que haría sonrojar a muchos. Esa misma sociedad encarnaba Clara Campoamor cuando, desde la tribuna del Congreso, exhortaba a todos los grupos, incluido el suyo propio, a extender el sufragio universal a todas las mujeres, sin peros ni distinciones. Es también el Camino de Santiago, el Espíritu de Ermua, la Expo de Sevilla y Barcelona ´92. Es la Organización Nacional de Trasplantes y es cada una de las numerosas selecciones campeonas del Mundo integradas por deportistas de todos los rincones.

Queda mucho por recorrer sobre todo en el mercado laboral y en violencia machista 

 Esa España generosa debe también verse reflejada en el diseño de las políticas de igualdad. Porque, aunque queda mucho camino por recorrer, principalmente en el pleno acceso de la mujer al mercado laboral y en la lucha contra la violencia machista, España es uno de los mejores países del mundo para nacer si se es mujer. Y desde luego que esta realidad no ha caído del cielo. Es fruto del esfuerzo de miles de mujeres valientes que, bien en sus familias o bien en puestos de responsabilidad empresarial e institucional, derribaron y siguen superando barreras y negándose a seguir el guion de lo que se espera de ellas.

Pero circunscribir esos momentos de los que sentirnos orgullosos como sociedad a los protagonizados por las mujeres españolas votantes del partido de la Sra. Calvo es, cuanto menos, una falta de respeto hacia aquellas que no lo son, y cuanto más, una grave irresponsabilidad que expulsa del feminismo a millones de mujeres que no votaron al PSOE en las últimas elecciones, y a muchísimos hombres que comparten ese deseo de igualdad real.

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