
La bolsa europea vivió una jornada de subidas en un día en que se acumularon dos buenas noticias para la Unión Monetaria. Por un lado, no es casual que el mercado italiano liderara las alzas (con un 2,4 por ciento) dado que Roma destensó el conflicto que mantenía con Bruselas a causa del excesivo crecimiento de su gasto público, hasta el punto de que la Comisión no abrirá expediente al país transalpino.
Pero sobre todo influyó la perspectiva de que la futura presidenta del BCE, Christine Lagarde, será lo que en el argot de los bancos centrales se denomina una paloma, es decir, una defensora de seguir recurriendo a la política monetaria para reanimar el crecimiento y la inflación. Por ello, el optimismo de la bolsa europea recuerda al que mostró, también esta semana, el mercado de Estados Unidos. Allí los pronósticos de inminentes bajadas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal, sumados a la concesión de otra tregua temporal en la guerra comercial entre Washington y Pekín, han llevado a nuevos máximos históricos tanto al S&P como al Nasdaq. Sin embargo, tanto en el caso estadounidense como en el europeo, las bolsas se ven impulsadas por expectativas aún pendientes de demostrarse y no por una mejoría real de la situación económica.
El optimismo se impone en el mercado europeo, pero esa euforia se basa en expectativas más que en una mejora real
Basta con considerar las incertidumbres que afronta la UE en el corto-medio plazo, como su propia guerra comercial con EEUU (que afecta desde al sector aeronáutico hasta productos agrícolas como el queso o la aceituna) o la tendencia alcista que muestra el tipo de cambio del euro. En paralelo, la grave crisis que plantea el Brexit continúa sin resolverse. Los máximos de la bolsa europea, por tanto, no deben llegar a engaño. Entrar en bolsa ahora implica riesgos.