Opinión

La paz perpetua entre EEUU e Irán

  • Trump no ha aprendido de la historia de Europa
  • ¿Par qué sirven los misiles contra el terrorismo?
Una refinería en Irán

Con el nombre de Paz armada se conoce el período que transcurre en Europa entre la derrota de Francia ante Prusia (1871) y la Primera Guerra Mundial (1914). La victoria prusiana supuso el nacimiento de Alemania como Estado (II Reich) y su rápido crecimiento como potencia europea.

Diez años antes (1861), Italia concluyó también su reunificación . Las rivalidades económicas entre las potencias europeas, sus conflictos en el terreno colonial y la fuerte corriente nacionalista de la época, supusieron una carrera armamentística entre dos bloques, potenciada por el auge del militarismo. El primero fue la Triple Alianza formada en 1879 por el Imperio alemán y el austro- húngaro, con la posterior incorporación de la monarquía italiana en 1882. En 1904 se creó la llamada Entente Cordiale entre Francia y Reino Unido, la cual se convirtió en Triple Entente en 1907, con la incorporación de Rusia y Serbia. La Paz Armada desembocó en la I Guerra Mundial.

La decisión, posteriormente reconsiderada, de Donald Trump de bombardear objetivos militares iraníes nos trae a la mente, mutatis mutandis, el desalentador convencimiento de que las élites económicas y políticas nunca aprenden. Y si a esa voluntaria desmemoria le añadimos los irracionales, potenciados y generalizados sentimientos patrióticos, raciales o culturales, que muchas veces galvanizan a las ma-sas, el panorama es más que sombrío. Sobre todo cuando llegue la inevitable escasez de recursos y energías no renovables.

Resulta sorprendente que tras el fin de la Guerra Fría y el colapso de la URSS, el gasto militar y armamentístico de EEUU y Occidente continuara su crecimiento exponencial durante la década de los noventa y lo que llevamos del siglo XXI. ¿Era lógico, si el peligro comunista había desaparecido y con él el Pacto de Varsovia? ¿Por qué el Tratado de Lisboa (2007) comprometía a los países de la UE a incrementar los gastos en armamento? ¿Quién era el enemigo a batir?

Las respuestas urdidas por los think tank de turno fueron presentando sucesivamente a Irak, Irán, Serbia, Afganistán, Siria, Corea del Norte o Libia. Los me-dios de comunicación "in-dependientes" repercutieron hasta el hastío las consignas y silenciaron los tardíos datos de la verdad.

Tras ello le tocó el turno al terrorismo. ¿Se necesitan misiles con cabezas nucleares para combatir a quien se oculta entre la población civil? ¿Acaso no basta con el armamento convencional para desarticular bases terroristas perfectamente definidas en el territorio?

La geopolítica de esta última década evidencia dos hechos incontrovertibles. El primero es que la industria armamentística, tal y como denunció en 1961 el presidente Eisenhower, es una productora de mercancías que debe conseguir cuotas de mercado como cualquier otra mercancía. La segunda evidencia es la consolidación de un orden geopolítico multipolar, con dos grandes bloques económicos e incluso militares: de una parte EEUU, la OTAN y la desnortada UE y de la otra parte el denominado Órgano de Cooperación de Shanghai con China, Rusia, India, Pakistán y algunas repúblicas orientales exsoviéticas. El potencial bélico acumulado, especialmente el nuclear, asegura la Destrucción Mutua Garantizada (MAD) de los hipotéticos contendientes. En eso estriba, paradójicamente, cierto respiro de alivio.

Pero no nos engañemos: la locura, la inconsciencia, la imprudencia, la temeridad, la codicia o simplemente el sentimiento de fiera acorralada han sido muy frecuentemente protagonistas de la Historia. El desarme es la mejor opción política.

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