ING venderá siete carteras de fondos de inversión, gestionados de forma pasiva, con una comisión inferior al uno por ciento. El hecho de que, por primera vez, un gran operador establezca un coste tan bajo supone un revulsivo. Todo apunta a que se abre una etapa de recorte de comisiones, que los demás grandes bancos tendrán que replicar, o incluso mejorar.
La apertura de esta previsible guerra de precios en la gestión pasiva sólo puede ser bienvenida en nuestro país. Cerca de un 60 por ciento de los fondos que, en la mayoría de sus operaciones se limitan a replicar índices bursátiles, cobra comisiones en el entorno del 1,7 por ciento. Precios de este nivel solo pueden están justificados cuando se ven acompañados por el valor añadido que aporta la gestión activa. En caso contrario, como suele ser habitual, son mucho más adecuados los niveles por debajo del 1 por ciento a los que la oferta de ING ha abierto camino. Gracias a estas rebajas, resulta probable que España deje de ser un caso anómalo y la gestión pasiva alcance una difusión en el mercado acorde con la que ya presenta en otros países europeos. Se trata de una alternativa de inversión que merece una mayor consideración por parte de los inversores ya que, a las bajas comisiones que deberían caracterizarla, se une una rentabilidad que en muchos casos se les resiste a los fondos de gestión activa. Ahora bien, convencer a los ahorradores para que saquen más partido a los 880.000 millones de euros ahora aparcados en cuentas y depósitos, exige más cambios en la operativa de los fondos de inversión. Las deficiencias que muchos de ellos aún muestran, en cuanto a la desactualización de los datos que ofrecen al partícipe o las demoras que imponen a los traspasos, deben corregirse.