
Arranca la carrera electoral más abierta de las últimas legislaturas. La incertidumbre empieza a pesar como una losa sobre la economía. Los grandes fondos internacionales avisan de que el resultado marcará el rumbo de sus inversiones. Su escenario favorito es un triunfo de las llamadas tres derechas (PP, Ciudadanos y Vox), pero como las encuestas descartan este escenario, se conformarían con un pacto entre PSOE y Ciudadanos.
Su líder, Albert Rivera, niega por activa y por pasiva que vaya a entrar en un Gobierno con Pedro Sánchez. Pero las promesas en campaña suelen ser como las mentiras, tienen las patas muy cortas.
El gran problema vendría si Sánchez se alía con Pablo Iglesias o si de las urnas sale un puzzle que imposibilite armar un Gobierno. En ambos caso se produciría una estampida de las inversiones.
España lidera el crecimiento de los grandes países de la eurozona, pero mantiene fragilidades, como la elevada tasa de paro o el bajo nivel de renta per cápita (el 75 por ciento de la de Alemania). La vuelta al déficit comercial y por cuenta corriente, dos de los colchones hasta ahora, así como el excesivo endeudamiento, también alertan de desequilibrios difíciles de corregir.
Los programas económicos de los partidos son poco realistas. Están hechos para ganar a un electorado con ofertas cortoplacistas, como denunció este vienes la presidenta del Santander, Ana Botín.
"Nos encaminamos hacia otra década perdida, hemos dejado pasar el tren de la prosperidad, que había acercado la renta a la media europea en la pasada década", se lamentan con frustración algunos economistas
La bajada masiva de impuestos del PP o Vox (sorprende el liberalismo del partido de Abascal, pese a las corrientes internas en contra) son difíciles de cumplir, mientras que PSOE o Podemos directamente estrangularían las finanzas públicas, por el aumento desorbitado del gasto y de las cargas fiscales.
"Nos encaminamos hacia otra década perdida, hemos dejado pasar el tren de la prosperidad, que había acercado la renta a la media europea en la pasada década", se lamentan con frustración algunos economistas.
Entre los empresarios, se mira con preocupación, porque la subida de los costes salariales está acabando con la devaluación competitiva con que salimos de la crisis, ante las dificultades para ponernos al día en los avances tecnológicos.
La desazón ante lo que depare el futuro inmediato está detrás de la renuncia esta semana de Juan Pablo Lázaro a la vicepresidencia de la gran patronal española, la CEOE.
Lázaro aprobó, como presidente de la Comisión de Presupuestos, la remuneración del nuevo presidente, Antonio Garamendi. Pero le recriminó que se negara a dar a conocer su sueldo de 350.000 euros brutos anuales, aunque ante el enfado y la presión de varios de los miembros de la Junta Directiva se vio obligado a publicarlo.
También sorprendió la oposición de Garamendi a dar a conocer las remuneraciones de su equipo directivo, pese a los insistentes rumores de que había tirado la casa por la ventana en sus fichajes. Ello despertó críticas internas, ya que unos días antes, con motivo del Día de la Mujer celebrado el 8 de mayo, había pedido a los empresarios un esfuerzo de transparencia en las remuneraciones de sus empleados. Ya se sabe la vieja costumbre española, en casa del herrero... cuchillo de palo.
La patronal suele guardar un equilibrio entre la procedencia de sus altos directivos, al igual que hacen las grandes empresas, para propiciar un acercamiento a Gobiernos de distinto signo político
Varios miembros de la Junta Directiva discrepan con los nombramientos de sus directivos, porque todos proceden del PP (Íñigo Fernández de Mesa, Marta Blanco , Rosa Santos o Gregorio Izquierdo). Sus críticos aseguran que el carácter monocolor del equipo lo desacredita ante la negociación laboral con un Gobierno, que no incluya a este partido en su seno.
La patronal suele guardar un equilibrio entre la procedencia de sus altos directivos, al igual que hacen las grandes empresas, para propiciar un acercamiento a Gobiernos de distinto signo político.
De hecho, el Ministerio de Trabajo que dirige Magdalena Valerio se disponía, poco antes de la convocatoria de elecciones, a derogar varios aspectos de la reforma laboral muy dañinos para los empresarios, como la cláusula de descuelgue de los convenios colectivos, gracias a un acuerdo con los dos grandes sindicatos al margen de la patronal. En realidad, se consultó con la CEOE en el último minuto para guardar las formas, pero sin intención de incorporar sus opiniones, según fuentes de la negociación.
Mucho peor es la directora de comunicación, Carmen Alsina, proveniente de la delegación de La Caixa en Castilla y León. Resulta inaudito que la responsable de comunicación de la principal patronal española no conozca a ninguno de los periodistas de los grandes medios y sea reticente a mantener encuentros con ellos para explicar la delicada situación de la economía española. El mayor mérito para su selección parece que fue la gran amistad que mantiene con Garamendi des-de hace años.
También se le reprocha su enorme falta de tacto. Tras llegar a la cúpula de la CEOE estuvo a punto de provocar una grave ruptura con la patronal catalana, Foment del Treball. Propuso nombrar como vicepresidente primero a Juan Pablo Lázaro y como vicepresidente segundo a Josep Sánchez-Llibre, presidente de Foment.
La decisión provocó un rechazo en bloque de los empresarios catalanes, seguida de las amenazas de irse de la CEOE. Garamendi traicionó, además, a Sánchez Llibre, al que ofreció una vicepresidencia en pie de igualdad con las demás, a cambio de su apoyo para llegar a la presidencia. Pero en cuanto logró su objetivo, se olvidó de su promesa.
El conflicto se resolvió porque Lázaro se sacrificó voluntariamente: le pidió encarecidamente que quitara el orden de las vicepresidencias para devolver la paz interna al seno de la organización. Su ruptura hubiera sido traumática, porque habría abonado las tesis de los separatistas sobre su imposible entendimiento con España, en vísperas del juicio del procés. Un golpe para la ya mermada reputación de la patronal, pese a que uno de los valores de que presume Garamendi es su capacidad de diálogo con los nacionalistas, por su origen vasco.
Las meteduras de pata en temas de comunicación comienzan a ser frecuentes. Nadie se explica el papel de su flamante directora en estos asuntos. "Se le calienta la boca y pierde las formas", aseguran sus colaboradores.
Cuando hace unas semanas, por fin, anunció su remuneración, dijo que era igual a la que cobraba en dietas su antecesor, Juan Rosell. Ante las protestas de su entorno, se vio obligado a desmentirlo, en privado. "Me he liado", admitió si dar más explicaciones.
Lázaro era el gran favorito de los empresarios para ser presidente de la CEOE, pero desistió en favor del actual presidente
La última indiscreción fue presumir en un corrillo con otros empresarios de que iba a incorporar como asesora personal a la exministra de Empleo con el PP, Fátima Báñez, quien prometió a Pablo Casado continuar como diputada hasta que concluya la legislatura. Báñez tuvo que desmentirlo, entre otras cosas porque antes necesita el visto bueno de la comisión de incompatibilidades.
Lázaro era el gran favorito de los empresarios para ser presidente de la CEOE, pero desistió en favor del actual presidente. Garamendi ni siquiera tuvo unas palabras de agradecimiento a su labor, tras conocer su dimisión esta semana.
Las malas lenguas vinculan su renuncia a una hipotética imputación o inhabilitación por Avalmadrid, que concedió créditos a Gerardo Díaz Ferrán y Arturo Fernández poco antes de la quiebra de sus empresas. Sus amigos lo desmienten y aseguran que, además del exceso de trabajo que alega, temía unir su suerte a la de Garamendi.
"Vienen tiempos difíciles y hay que estar unidos para hacer frente a las ocurrencias del nuevo Gobierno. Ninguna de las posibles combinaciones electorales favoritas en los sondeos es favorable a los intereses empresariales", argumentan los miembros más sensatos en la CEOE. La soberbia y opacidad, la incontinencia verbal y la incapacidad para aglutinar apoyos internos del nuevo presidente preocupa a muchos empresarios.
La CEOE aún no se sacudió su mala fama de los tiempos de Díaz Ferrán y afronta una etapa de turbulencias con un capitán novato en el puente de mando, que presume de conocer el fondo de los mares y puede acabar estrellando la nave contra los arrecifes, mientras la flota brinda con champán, como en el Titanic.
¿Así va a recuperar la buena reputación y la unidad de los empresarios para la batalla que se avecina? Hace falta un giro de timón, un cambio de rumbo y si no... de timonel.