Opinión

El peregrinaje hacia el caos emprendido por Reino Unido

Theresa May ha protagonizado en los últimos días dos escenas que anticipan el inminente fin de una carrera política. La primera ministra británica ha arremetido contra todo un Parlamento por rechazar su plan, el mismo sobre el que no había consultado ni a su propio grupo parlamentario antes de estampar su firma en noviembre y ha admitido ante sus ministros que es consciente de las maniobras para reemplazarla, atreviéndose, incluso, a darles un consejo: si no actúan con cuidado, no habrá cargo en el que sustituirla.

La estampa de la premier es la de una dirigente arrinconada, incapaz de imponer disciplina en su propio gabinete, pero también una metáfora de la era de incertidumbre en la que Reino Unido se ha adentrado como consecuencia del Brexit. Su testaruda fijación con su plan, pese a dos humillantes derrotas en Westminster, supone el reflejo de la obsesión que caracteriza a cada una de las facciones del debate.

La democracia decana del continente se ha transformado en un espacio de insurgencia institucional, dejando al país que había establecido los cimientos del modelo parlamentario occidental convertido en una anarquía en la que el Ejecutivo y el Legislativo se intercambian exabruptos y la responsabilidad colectiva gubernamental constituye una mera opción.

La deriva no es responsabilidad exclusiva de Theresa May. Si bien su ambigüedad intencionada y el secretismo mantenido durante la negociación la confinaron a su actual aislamiento, su ascenso al Número 10 era desde el principio un cáliz envenenado.

El referéndum había sido una artimaña de su antecesor para sofocar el fuego que el matrimonio comunitario generaba en la derecha británica, por lo que cuando las urnas arrojaron el veredicto contrario al planeado por David Cameron se gestó una crisis que amenaza con reventar la reputación de Reino Unido como potencia de referencia. La solución requiere compromisos, pero, hasta ahora, ninguno de los implicados ha evidenciado flexibilidad suficiente para detener a la segunda económica europea en su peregrinar hacia el caos.

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