
Más allá de los disturbios en torno a su celebración, el Consejo de Ministros de Barcelona será recordado por el protagonismo que el Gobierno otorgó a los gestos destinados a Cataluña. Las medidas abarcaron desde el cambio de nombre del Aeropuerto de El Prat (que se llamará Josep Tarradellas) hasta los 200 millones destinados a conservación de carreteras.
En apariencia, el acercamiento empezó a dar resultados para el Ejecutivo incluso antes del Consejo. El jueves, tanto ERC como PDeCat apoyaron el objetivo de déficit del 1,8% que el Gobierno presentó al Congreso.
Todo indica que no es una acción aislada por parte de ambos partidos. El Ejecutivo podría contar con su aval para otras medidas puntuales en el futuro, y compensar de este modo la ausencia de nuevos Presupuestos (la aprobación de las Cuentas de 2019 sigue sin estar garantizada). De este modo, Sánchez lograría un balón de oxígeno para agotar la legislatura.
Pero el alcance de su política de gestos no parece que pueda granjearle al presidente resultados de más calado. Al contrario de lo que pueda parecer, no ha habido un viraje en la actitud de ERC y PDeCat. Desde hace meses, se especulaba con la posibilidad de que ambos pudieran brindar apoyos tácticos, en la medida que lo permita el desarrollo del juicio sobre el procés. Por tanto, no existe ninguna base para predecir que el independentismo variará su actitud significativamente.
Al contrario, la política de entendimiento de Sánchez amenaza con ser un arma de doble filo que sólo consiga pequeñas cesiones del bando secesionista, al tiempo que perjudica al PSOE ante su electorado del resto de España. Así ocurrió en las elecciones andaluzas y puede repetirse en los comicios de mayo.