Opinión

Lastres para la economía europea

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Octubre de 2018 está a punto de terminar con un comportamiento en los mercados que recuerda a una crisis. Por un lado, debido a los desplomes de la bolsa. En Europa, son los peores desde el miedo que provocaron las bruscas devaluaciones del yuan en 2015. En EEUU, hay que remontarse incluso a los momentos previos a la Gran Recesión.

En paralelo, el precio del crudo experimentó su mes más bajista desde 2016, debido a la disminución de la demanda mundial. Por si fuera poco, los activos refugio como el oro experimentan avances del 3%. Resulta difícil explicar a qué se deben todas estas tensiones en los mercados, pero sí se puede afirmar que la situación actual de la economía mundial no las justifica. Las más recientes datos de EEUU reflejan cómo el consumo interno, el principal motor de su PIB, crece un 4%, sin contar aún el impulso que la recién iniciada campaña de fin de año reportará. Por tanto, no existe base para predecir una inminente recesión mundial.

Con todo, existen áreas que presentan claras debilidades, en especial la eurozona. El decepcionante avance de su PIB en el tercer trimestre, 0,2%, es el más bajo desde 2014 y nada permite augurar que se vaya a corregir en el corto plazo, ahora que se han perdido algunos de los vientos de cola de los últimos años como la baja inflación o el alto ritmo de exportación.

A todo ello, hay que sumar las tensiones que provocan fenómenos tan impredecibles como las negociaciones del Brexit o el auge de los populismos. Son múltiples, por tanto, los lastres que afronta la economía europea. En este contexto, el mercado del Viejo Continente tiene imposible cerrar 2018 en positivo pero, además, afronta un 2019 con perspectivas difíciles.

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