Opinión

¡Marejada a babor!

Ilustración: Naxo Álvarez.

Castillos en el aire. Con esas dos palabras puede definirse el Presupuesto. Tiene varios problemas: la falta de una mayoría parlamentaria para aprobarlos y de credibilidad ante Europa y la comunidad financiera. El Gobierno espera ingresar 6.000 millones adicionales, pero nadie se lo cree. Solo el nuevo impuesto al diésel ofrece ciertos visos de realidad. Ni el alza de Sociedades ni la del IRPF para las clases altas funcionarán, por una sencilla razón: la debilidad de la economía reducirá la actividad y, por ende, la recaudación.

Para colmo de males, el paquete fiscal actuará de freno al crecimiento, en lugar de impulsarlo como debería ocurrir en una desaceleración. El tándem Iglesias-Sánchez se equivocó, elaboró un presupuesto expansivo, como si estuviéramos en un boom económico, en lugar de en un periodo de transición hacia un menor crecimiento.

Es comprensible que el comisario de Economía, el francés Pierre Moscovici, amoneste a España y le pida explicaciones sobre los ingresos. Una manera diplomática de decir que no está de acuerdo con su contenido.

Los acuerdos salariales por convenio fueron el detonante de la última crisis, ya que ligaban la subida de las remuneraciones salariales a los precios al consumo

Otro de los aspectos que preocupan en Bruselas es la reversión de las reformas de la etapa anterior. El Congreso (esta vez con el apoyo de PP y Ciudadanos) anuló la congelación de las pensiones y la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, se propone desmantelar la reforma laboral y reinstaurar los convenios colectivos para devolver el poder a los sindicatos.

Los acuerdos salariales por convenio fueron el detonante de la última crisis, ya que ligaban la subida de las remuneraciones salariales a los precios al consumo. En el sector de la construcción, el que más empleo segó, se dio la paradoja de que los sueldos crecían por encima de la inflación, mientras que los inmuebles caían a plomo.

Pero la Comisión Europea no está preparada para enfrentarse a España. Se callará sus preocupaciones, porque la mayoría de sus miembros se marchan en mayo y ya tienen bastante con resisitir al Gobierno italiano de los populistas Di Maio y Salvini. Moscovici tiene que ser extremadamente cauto con sus gestos y con sus palabras para no crear un conflicto insalvable.

No tiene intención alguna de sancionar a España. El comisario, al igual que todo el mundo en Bruselas, cree que se incumplirá el déficit del 1,8 por ciento, el escenario más benévolo propuesto por Nadia Calviño, la ministra de Economía, y se corre el riesgo de que la deuda salte por encima del cien por ciento del PIB.

Reprender a España despertaría los fantasmas de la crisis del euro, dispararía las primas de riesgo en el sur de Europa y crearía turbulencias en los mercados. Una circunstancia que aprovecharían los populistas para atacar en vísperas electorales el fortín bruselense, con Juncker fuera de juego y Merkel muy debilitada tras los comicios de Baviera, en los que perdió la mayoría absoluta.

"Estamos en un momento difícil, en el que cualquier chispa puede provocar un incendio", en palabras de un destacado funcionario europeo. Por eso, lo más probable es que la Comisión bendiga, aunque sea con reticencias, el Presupuesto español que envió Calviño.

El amén de Europa podría ser utilizado por el Gobierno para acallar las críticas de Pablo Casado y de Albert Rivera, que presionan con el adelanto de elecciones para evitar un descalabro económico.

Sánchez, llevado de la mano por su mentor y actual jefe de Gabinete, Iván Redondo, no está por la labor de convocar los comicios. Su estrategia a corto plazo pasa por fumar la pipa de la paz con Susana Díaz para obtener un buen re-sultado en diciembre en Andalucía, mientras que sigue buscando el momento propicio para convocar las generales. En la actualidad, negocian un calendario de actos en el que comparezcan juntos para ofrecer la sensación de unidad.

¿Y el Presupuesto? Depende del apoyo de los independentistas de Carles Puigdemont, ya que el PNV está dispuesto a apoyarlo. Pero les importa un pito. Si sale adelante, bienvenido sea, y si no, ya se verá. Así de triste es la historia. Lo importante, en palabras del gurú monclovita, es "la lluvia fina", el caldo de cultivo que crea las medidas sociales. Tal es la despreocupación de Sánchez, que improvisó de manera precipitada la exención de los autónomos a las subidas de las cuotas sociales, sin reparar en su coste económico.

El Gobierno de Rajoy, debilitado por su falta de mayoría parlamentaria, tampoco se atrevió a promover reformas de calado que acabaran con problemas crónicos, como el exceso de empresas públicas

Aunque el Gobierno no sea consciente, el problema es grave, porque sin Presupuesto no habrá subida de impuestos ni de salario mínimo o de cotizaciones sociales y, por tanto, se correrá el riesgo de que el déficit vuelva a superar la barrera del 3 por ciento.

España tiene un déficit estructural superior a ese porcentaje, que temporalmente es más bajo debido a factores benévolos, como el impulso de la recuperación o el bajo precio del petróleo, que ahora desaparecen. El Gobierno de Rajoy, debilitado por su falta de mayoría parlamentaria, tampoco se atrevió a promover reformas de calado que acabaran con problemas crónicos, como el exceso de empresas públicas.

Hay un último factor que preocupa en el ambiente. Desde el 1 de enero, el Banco Central Europeo (BCE) dejará de comprar deuda pública de los Estados miembros del euro. Cualquier incumplimiento sobre la senda acordada con Bruselas para mantener a raya las cuentas públicas encarecerá el coste de la deuda y obligará a destinar recursos extra que ahora se utilizan para fines sociales.

La mejor política social siempre fue la creación de empleo, y este Gobierno empieza a poner las bases sólidas para su destrucción. Lo peor es que los ciudadanos están anestesiados por los anuncios de más gasto social y cuando despierten de su sueño embriagador y se percaten del engaño, quizá será demasiado tarde para evitar el hundimiento, como en el Titanic.

Por lo demás, al margen del terremoto bancario provocado por las hipotecas, dos acontecimiento empresariales tuvieron esta semana en vilo a los inversores: el desplome bursátil de Dia y los cierres de Alcoa en Asturias y La Coruña. El caso de Dia me recuerda mucho al del mexicano Antonio del Valle en el Popular. El inversor tomó una participación minoritaria, que luego pretendió incrementar tirando los precios de la acción. El problema fue que calculó muy mal y el derribo acabó atrapándolo entre los escombros. El ruso Fridman tomó también una pequeña participación del 10 por ciento hace algo más de un año, que impulsó el valor de Dia por encima de cinco euros. A partir de ese momento, aprovechó la pésima gestión del anterior consejero delegado, Ricardo Curras, y de su presidenta, Ana María Llopis, para aplicar su estrategia de acoso y derribo, como informó elEconomista.

Con el préstamo de más del 15 por ciento de sus propias acciones, que recuperó este viernes, derrumbó a la cadena de supermercados en bolsa y logró echar a los anteriores directivos. Por el camino, la crisis de los emergentes, como Argentina o Brasil, apuntaló su ofensiva bursátil.

El problema es que el resultado operativo de la compañía a futuro se reducirá a la mitad, hasta entre 350 millones y 400 millones anuales, lo que catapulta los ratios de endeudamiento, de 1.230 millones, a más de 3,5 veces su beneficio de explotación. Una línea crítica que había prometido no rebasar a los bancos.

El otro asunto delicado es el cierre de Alcoa, que sigue al de Vestas o Cemex hace unas semana. Llueve sobre mojado, porque detrás de estas decisiones está el encarecimiento de los precios de la electricidad

Fridman, que colocó a su hombre de confianza el frente, Stephan Ducharme, se verá forzado a ampliar capital para mejorar la relación de deuda beneficio, unido a la venta masiva de activos, que debilitará más a la compañía. Para colmo de males, el momento es crítico, porque al aumento de la competencia local se unen la aparición de gigantes online como Amazon. Al igual que Del Valle, corre el riesgo de convertirse, al final, en el principal perjudicado del derrumbamiento que provocó.

¿Y por qué deja hacer la Comisión Nacional del Mercado de Valores que dirige Sebastián Albella? La CNMV no está para advertir de los riesgos a los inversores, operar a la baja con las acciones es lícito. Cada uno sabrá los riesgos que asume.

El otro asunto delicado es el cierre de Alcoa, que sigue al de Vestas o Cemex hace unas semana. Llueve sobre mojado, porque detrás de estas decisiones está el encarecimiento de los precios de la electricidad, gracias a la introducción de un mecanismo de mercado por parte del anterior Gobierno.

Sin embargo, el anuncio precipitado del cierre por parte del gigante del aluminio mundial despierta muchas sospechas, porque había rechazado ofertas de compras de otras empresas y se produce en vísperas de la negociación de los precios de ininterrumpibilidad, el mecanismo al que se acoge para producir a costes más reducidos.

Esta vez, se descarta que sea un método de presión para lograr mejores precios de la electricidad, que representa casi el 90 por ciento de sus costes. El mayor beneficiario del incremento del precio del aluminio sería la fábrica que posee en San Ciprián (Lugo). Sea como fuere, creo que se debe buscar una solución par evitar la pérdida de empleos industriales, más estables y mejor pagados que los del sector servicios.

En la última crisis, el peso industrial sobre el PIB bajo del 20 por ciento al 14 por ciento y puede que no haya tocado aún suelo. En esta ocasión, la ministra de Industria, Reyes Maroto, es una entusiasta del sector y está dispuesta a no escatimar esfuerzos para evitar el cierre de ambas plantas y los despidos.

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