Opinión

Cuando el tiempo libre y la desconexión te enferman

Imagen: Archivo

Ángel, 45 años, es subdirector del departamento financiero de una empresa dedicada a la logística. Apaga el ordenador un viernes a las 19 horas con la esperanza de no volverlo a encender hasta que regrese de vacaciones.

A pesar de sus sanos propósitos, la idea de la responsabilidad le compele a conectarse nuevamente sobre la una de la mañana para revisar el correo por si se coló alguna novedad de urgente tratamiento. El resultado es que, en contra de sus deseos, no solo carga con el portátil, sino que acepta videoconferencias y contesta mensajes o llamadas de trabajo durante la primera semana de vacaciones.

En su sesión de coaching nos comenta que la segunda semana de asueto, acuciado por las reprobaciones de desatención por parte de su pareja, consigue desconectar un poco del ámbito laboral, sin embargo empieza a sentir fuertes dolores de cabeza y contracturas musculares en la espalda que le hacen visitar al médico, impidiéndole descansar y disfrutar del escueto ocio veraniego.

Begoña, 37 años, es gerente de una cadena de franquicias que se ocupan de la salud dental y valora este trabajo como una oportunidad única en su vida profesional, dedicándose al mismo en cuerpo y alma. Sus amigas le propusieron un viaje a la lejana Camboya, visitando recónditos lugares y remotos templos budistas carentes, por tanto, de conexión wifi e incomunicados del mundo, por más sofisticados que fueran los recursos tecnológicos.

A medida que se aproximaba el momento de la partida, Begoña se sentía cada vez más angustiada, hasta el punto de que el día anterior al viaje sufrió un ataque de ansiedad y un episodio de pánico que le obligaron a cancelar el vuelo.

Curiosamente, la semana siguiente, anuladas las vacaciones y reincorporada a la oficina, se sintió estupenda, totalmente recuperada. No era la primera vez que enfermaba ante la perspectiva de un tiempo alejada del trabajo.

¿Por qué algunas personas no pueden desconectarse durante las vacaciones?

No importa la cultura de la que provenga la persona afectada, el problema de la dificultad para la desconexión laboral resulta ser un fenómeno global. La tecnología posibilita la disponibilidad del trabajador 24 horas al día, sin que las empresas se recaten en utilizar este recurso ilimitadamente. El caso de los autónomos es incluso más paradigmático, puesto que no se pueden permitir el lujo de la pérdida de clientes en un mercado depredador.

En lo relativo a los motivos particulares del síndrome descrito, si bien cada persona constituye un mundo propio, existen argumentos sólidos para detectar dificultades de relación en los individuos que muestran tendencia a la hiperconectividad, siendo esta una forma de escapar o de compensar sus dificultades en el ámbito personal.

El estrés y el grado de exigencia de la actual vida laboral ocasionan frecuentemente ciertos niveles de adicción. Las vacaciones, con su obligada o pretendida abstracción del trabajo, pueden llegar a infundir cierto temor al vacío, a no saber en qué ocupar el tiempo libre, a tener consciencia plena de la soledad o de la incomunicación con los seres más cercanos.

Hay personas que sufren de estrés y ansiedad por el mero hecho de imaginarse de vacaciones o desconectado de la vida cotidiana. Son individuos con tendencia a la negatividad y que se ven abrumados por la logística que implica habitualmente el descanso: adquirir un billete, hacer maletas, desplazarse al aeropuerto o a una estación de tren, organizar la estancia...Personas, en suma, que se quejan de su modus vivendi a lo largo del año, pero que llegan a enfermar si tienen que salir de esa burbuja protectora que constituyen los hábitos consuetudinarios.

Sin embargo, los beneficios del descanso y de la desconexión resultan palmarios y evidentes. La ausencia del mismo le pasa factura al cuerpo en el corto o medio plazo, con síntomas tales como la dificultad para dormir, la sobrecarga en articulaciones o las dificultades de concentración.

Hay personas que parecen tener acuñados en el adn viejos códigos familiares de conducta que concedían a la cultura del trabajo y del sacrificio un lugar preeminente. Individuos que no han visto a sus padres gozar apenas de tiempos de descanso, que crecieron con la idea de que, en el ámbito laboral, siempre se puede hacer algo más.

Si el trabajador no desconecta, su productividad y su salud emocional se resentirán sin remedio

Como en toda situación adictiva, hace falta un proceso de desintoxicación cuyo comienzo es gradual y progresivo. En las sesiones de coaching se habitualmente estimulando los aspectos más creativos de las personas: por ejemplo invitándoles a conectarse inicialmente con un hobby que se adapte a sus características y habilidades, lo que les permite la posibilidad de experimentar sin culpa un tiempo de ocio. Con posterioridad, se trabaja en la reestructuración cognitiva que permite plantearse nuevos pensamientos con enfoques diferentes. Mucho más orientados a la salud emocional.

De esta forma, la persona aprende a separar lo urgente de lo prioritario sin angustia y puede comenzar a pensarse a sí mismo desde otra óptica más saludable.

Algunos consejos prácticos

* Desconectar no te hace irresponsable, sino todo lo contrario: denota que te cuidas física y emocionalmente.

* Reúnete con tus afectos más queridos: familia y amigos con los que sabes que podrás pasar unos días en grata compañía.

* Pide recomendaciones de libros o películas, aprovecha para dedicarte un tiempo de ponerte al día con las novedades

* Procura desengancharte de las redes sociales

* Planea destinos que tengan que ver con tus necesidades culturales, afectivas o deportivas

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