
BBVA aplicó un revulsivo esta semana al mercado hipotecario. Su oferta de un crédito de este tipo con un diferencial del 0,89 por ciento ya le permite distinguirse como la más barata del sector. Si a ello se suma unas exigencias para la concesión más laxas que otros productos semejantes ya existentes y la posibilidad de financiar más del 80 por ciento del inmueble, debe concluirse que se trata de un movimiento muy ambicioso que, previsiblemente, los competidores de BBVA acabarán imitando. No en vano todo el sector está necesitado de una revitalización de la actividad crediticia.
Por primera vez, su cartera total de préstamos supone menos del 50 por ciento del negocio bancario en su conjunto. Resulta evidente que las hipotecas pueden desempeñar un rol fundamental para lograr ese objetivo. Es más, resultaría incomprensible que desaprovecharan la oportunidad que ofrece el despertar del mercado inmobiliario en todos sus frentes, ya que no solo repuntan las compraventas de viviendas, sino también la actividad promotora. Sin embargo, conviene recordar los riesgos que entraña embarcarse en una guerra de ofertas hipotecarias demasiado agresiva. Es cierto que las rebajas de diferenciales pueden compensarse en el futuro, cuando el euribor suba al compás que le marquen las alzas de tipos del BCE. Con todo, la hoja de ruta del eurobanco para elevar el precio del dinero es todavía incierta y podría demorarse más de lo previsto. En cuanto a prácticas, como financiar el 100 por ciento, o más, de un inmueble, resulta fundamental que se sujeten a criterios exigentes y no se generalicen como ocurrió antes de la crisis. El sector financiero no puede recaer en errores como los pasados, que le han salido muy caros.