
El populismo hace tiempo que ya no solo habita en los partidos de izquierda o en los líderes políticos que se adueñan de las redes sociales, como hemos visto con Trump. Todos se apuntan a una corriente que realmente gana votos y, por ende, elecciones. Para muestra, un botón: el Presupuesto presentado por Montoro esta semana tras el Consejo de Ministros.
El titular de Hacienda, un político veterano en la materia, aprovecha los 12.000 millones de ingresos extra que pretende obtener en este ejercicio para mejorar el nivel de vida de los pensionistas con ingresos más bajos y de las viudas, así como de los funcionarios, de las madres con trabajo e hijos menores de tres años o, simplemente, de los mileuristas, que cobran hasta 18.000 euros anuales.
Desde el punto de vista político, me parece perfecto. Una estrategia acertada detrás de la que se ve la larga mano de Rajoy. El incremento del 3 por ciento de las pensiones mínimas y del 2 por ciento de viudedad beneficiará a siete millones de los más de nueve millones de jubilados. Más de la mitad de este colectivo son votantes del PP.
Felipe González arrebató a Aznar la victoria electoral en 1993, aunque perdió la mayoría absoluta, porque el taimado de Alfonso Guerra sembró entre los mayores el pánico a perder la paga si llegaba el PP. Una estrategia similar a la utilizada durante décadas con gran éxito por el PSOE en Andalucía con los receptores de las peonadas del PER.
La otra gran masa de votantes a los que Montoro in- tenta atraer es a los tres millones de funcionarios enfadados con la congelación salarial de los últimos años. El ministro elogia su trabajo y su rigor siempre que tiene oportunidad. Entre estos, destacan los 230.000 pertenecientes a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de los que más de la mitad (150.000) son policías y guardias civiles, que por fin lograrán la equiparación salarial con los Mossos d' Esquadra y con la Ertzaintza.
Luego están los jóvenes que podrán acceder a becas para mejorar su formación y el resto de mileuristas o las madres trabajadoras. Estas últimas iniciativas proceden de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera, al contrario que el PP, pesca votos entre las personas de menor edad. Aunque para Montoro, C's es un "recién llegado a la arena política" y los Presupuestos son del Gobierno que los presenta.
En conjunto, según el ministro, se presentó un presupuesto social, que atiende a la población de menor poder adquisitivo. Y es cierto. Pero cabe preguntarse dónde está la rebaja de cotizaciones sociales, que los empresarios reclaman desde antes de la crisis para acelerar y mejorar la calidad del empleo. Dónde el incremento en I+D para colocar a España en el mismo porcentaje de inversión que otros países europeos. El gasto medio se sitúa en torno al 1,2 por ciento del PIB en 2107, muy lejos del 2 por ciento de la media europea. Qué dinero hay para la transición a las energías limpias. ¿Cuándo se van a suprimir las tarifas planas de cotización a la Seguridad Social que incrementan su déficit o cómo se va a gestionar la deuda de ésta, que ascendera a 40.000 millones a fin de año? O cómo se acometerá la financiación autonómica. Una iniciativa que el Gobierno lleva retrasando con parches como el FLA o la asunción de parte de su deuda pública desde hace dos legislaturas.
El Presupuesto pasa de largo por los problemas reales de la economía española a medio plazo, como son el déficit de la Seguridad Social, la viabilidad de las pensiones, la mejora tecnológica de nuestro tejido productivo, la reforma autonómica o incluso de la financiación de la deuda. Montoro augura a corto plazo una caída de la rentabilidad del bono a diez años, pero éste se encarecerá a fin de año cuando el BCE co-mience a retirar los estímulos a la adquisición de la deuda.
En definitiva, unos presupuestos pensados para las elecciones autonómicas y municipales del próximo año, en el que el PP intentará retener sus grandes feudos, como Castilla y León, la Comunidad de Madrid o la región de Murcia, después de que haya desaparecido prácticamente en Cataluña y de que vea cada vez más lejos el sueño de recuperar la Comunidad Valenciana o ganar en Andalucía, tras la irrupción de Ciudadanos.
Así se explica el alza del gasto de infraestructuras en 1.200 millones, el 6,5 por ciento, para el Presupuesto de este año. El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, se ha pasado lo que llevamos de año anunciando importantes infraestructuras como la Y griega vasca, las cercanías de Barcelona, Valencia o Madrid, el Corredor Mediterráneo o las ampliaciones de los aeropuertos de El Prat y de Barajas. Muchas de estas obras serán posible gracias a la potencia inversora de empresas públicas como Aena o Renfe, magníficamente gestionadas, dicho sea de paso.
El panorama crítico cambia cuando se compara con lo que hubiera hecho el PSOE o Po-demos. Toda la estrategia de estas dos formaciones políticas se basa en subir impuestos para sufragar pensiones, sueldos públicos o la remunicipalizacion de servicios básicos, que funcionan de manera eficiente, como el agua o los hospitales.
Solo la iniciativa socialista sobre la actualización de las pensiones con la inflación a cambio de un impuesto a la banca es para echarse a temblar. El plan prevé ingresar 1.800 millones para cubrir el déficit extra del primer año, pero deja un vacío sobre cómo sufragar el incremento progresivo del número de pensionistas. Así que visto lo visto, casi nos damos con un canto en los dientes. Por lo menos, Montoro baja los impuestos en vez de subirlos. Como decía Churchill, el asunto es elegir lo menos malo. ¡Bienvenidos al populismo presupuestario!
PD.-Por lo demás, la escena internacional sigue dominada por la caída en bolsa del sector tecnológico, después de que se descubriera la utilización de los datos cedidos a Cambridge Analytica en la campaña electoral de Trump. El presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, intenta restaurar la confianza con pequeños parches, como incrementar los controles sobre los brókeres de datos con los que trabaja.
El mar de fondo está en los aranceles que Trump anunció para frenar la transferencia tecnológica a China, que pueden convertirse en un boomerang y desembocar en un castigo al propio sector estadounidense. Al igual que ocurre con los aranceles al aluminio o al acero. La disposición de Pekín a negociar sirvió esta semana para calmar los nervios. Pero hasta que no se solventen las dudas sobre las verdaderas intenciones del mandatario americano, persistirá la incertidumbre. De todas formas, la economía global sigue en un entorno de crecimiento y nadie augura una recesión antes del 2020. ¡Disfruten de la Semana Santa!