Opinión

El BCE, la banca y las deudas

Se esperaba con mucha atención, como casi siempre en estas fechas, la comparecencia del presidente del BCE en su última reunión del año. Sobre la mesa varias cosas: tipos de interés, política monetaria no ortodoxa y previsiones económicas. De forma casi inmediata, la atención la ha acaparado esa extensión de compra de activos, si se prefiere a la política monetaria no ortodoxa. Ahora ya, al menos eso parece, conocemos el desenlace de esa política, al menos hasta diciembre de 2017. El BCE va iniciar un suave y tranquilo movimiento hacia la ortodoxia: reducción del volumen hasta los 60.000 millones de euros mensuales. Para evitar sustos, complementa el mensaje de la disminución en el volumen de adquisición, con una renovada atención de los objetivos en el vencimiento de un año. La entidad no desea que la curva coja una fuerte pendiente positiva o, si se prefiere, que se configuren unos tipos sensiblemente mayores en el largo plazo que en el corto plazo.

En cuanto a los mensajes, en los cuales me voy a centrar, es contundente. Los riesgos en estos momentos son más políticos que económicos. En efecto desde el punto de vista de Mario Draghi, Europa se enfrenta en el próximo año a riesgos políticos futuros y presentes. Entre los primeros tenemos las elecciones en países de la importancia de Francia y Alemania. Pero por supuesto también presentes: Brexit, el efecto Trump y por supuesto la idiotez supina del referéndum convocado en Italia por Renzi. Otro político que se une a la lista de líderes populistas que intentan adquirir relevancia a través de convocar consultas, las cuales sistemáticamente pierden. Tienen suerte los políticos europeos y los tecnócratas de Bruselas de que Draghi sea educado. La verdad es que la mediocridad de todos los políticos europeos, prácticamente sin excepción, es alarmante. En fin, si quitamos el componente político y nos centramos en el meramente económico, Draghi ve un crecimiento aún débil de los precios al consumo. Es más, ese movimiento lo inscribe dentro de un bajo brío. En cuanto al crecimiento económico el BCE no parece vislumbrar aún, un ritmo remarcable para rebajar las altísimas e intolerables tasas de desempleo en Europa.

Ante esta tesitura, algunos han querido ver una posición más acomodaticia en las actuaciones de Draghi, especialmente en el tema bancario. Algún crítico incluso llega a hablar de plegarse a los bancos. Bien, estoy de acuerdo que el BCE con las nuevas medidas y su discurso va a propiciar una subida de tipos de interés. Sí, exacto, pero ¿plegarse? No, no estoy de acuerdo. La subida va a venir propiciada por el movimiento de alza de tipos de interés de la Fed, no porque a Draghi le guste, o se pliegue a los bancos. El más que posible debilitamiento del euro frente al dólar, provocará un encarecimiento de los precios a los que BCE debe responder. Por otra parte, la menor actividad económica y menor comercio mundial se verá contrarrestado, que no compensado, con la debilidad del euro. El BCE sabe que esta vez va a remolque de las condiciones de la Fed.

Draghi sabe y conoce que la política monetaria no está a disposición ni a expensas de las cuentas de resultados de la banca. La política monetaria es una de las posibles políticas económicas, no un instrumento de beneficio de la banca. Está, por tanto, al servicio de la comunidad donde se adopta su moneda. En este sentido sabe que la mayor parte de las naciones que componen el euro a nivel privado y público están tremendamente endeudadas a nivel global, tanto públicamente como en la vertiente privada. Si la subida de tipos de interés fuese muy rápida, entonces Estados, familias y empresas se verían afectados por el incremento en la carga financiera, el mayor pago de intereses. Sí, los bancos tendrían una mayor posibilidad de beneficio, sin embargo cargarían con un supuesto empeoramiento de las condiciones económicas; no está claro el resultado de ese cóctel.

Puede quizá haber alguna duda. Sin embargo hay otra pista que nos dice que esa visión de plegarse a los intereses de la banca no es cierta. Ya saben que con menos de veinticuatro horas, el BCE, por tanto Draghi ya lo conocía, ha negado que el rescate del banco Monte dei Paschi di Siena, por ende el de toda la banca italiana, se vaya a ejecutar sin pérdidas para los accionistas y propietarios de sus bonos. El BCE no se pliega a los bancos, ni a los gobiernos. El problema del banco italiano aludido anteriormente deberá solucionarse este fin de semana. Ya veremos si no contagia a toda la banca italiana, por supuesto es algo que se puede extender al resto del sector bancario europeo. Aquí el Banco Popular sigue siendo la pieza más débil del tablero. Pero en Alemania tenemos otras entidades. Son los bancos los que tienen que hacer frente a sus problemas, no lo contribuyentes. Los problemas de los bancos no se sitúan, única y exclusivamente, en los tipos bajos sino en sus propios problemas. Por otra parte y para terminar, más vale que los responsables políticos de las carteras económicas se den cuenta que los tipos negativos ya han desaparecido o están tendentes a desaparecer. Lo único que le falta a España es que los tipos suban más deprisa de lo previsto, especialmente cuando nada se ha hecho. Bueno, elevar impuestos, brillante solución. Si los tipos suben y aumenta la carga financiera, ¿volveremos a subir impuestos? Yo apuesto por el de hidrocarburos.

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